Economía

La transformación de Syriza en un año de derrotas

  • Tsipras adoptó medidas que criticaba con dureza antes de ser primer ministro
En la imagen el primer ministro griego Alexis Tsipras.

Hoy se cumple justo un año desde el día en que Syriza y Alexis Tsipras subieron al poder en Grecia, rompiedo el monopolio del bipartidismo que gobernaba Grecia desde 1974.

Bajo el lema del "fin a la austeridad crónica" y la retirada del país del memorando de rescate y las políticas impuestas desde el exterior, el joven Tsipras consiguió una contundente victoria electoral que generó un cierto aire de cambio, incluso de esperanza, dentro de Grecia.

Sin embargo, en enero de 2015, Grecia se enfrentaba a gravísimos problemas de liquidez. Ya en otoño de 2014, cuando se intuía que la posibilidad de convocar nuevas elecciones generales estaba más cerca que nunca, y dada la explosión de Syriza en las encuestas, se empezó a producir una salida de fondos de los bancos griegos. Este fenómeno alcanzó su punto máximo en diciembre, siguió sin cesar durante la campaña electoral en enero y no se detuvo antes del mes de junio.

Las malas señales del Gobierno de Syriza, un partido de izquierdas, empezaron desde el día siguiente de su victoria. El inicio de la negociación con los acreedores internacionales estuvo marcado por la distancia de opiniones entre las dos partes.

El intenso Varoufakis

La persona clave de ese proceso es el ahora exministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, de intensa personalidad, que se enfrenta claramente a sus homólogos europeos y crea enemigos en vez de forjar alianzas. Atenas sufre una gran falta de liquidez y, mientras la confrontación con los acreedores se alarga sin dar frutos, recurre a malabares para sufragar las necesidades financieras domésticas y sus obligaciones con el FMI y el BCE.

La creciente incertidumbre agrava la fuga de capitales y, a finales de junio, sucede lo inevitable. El 29 de junio, justo un día antes de expirar el actual programa de rescate, los bancos cierran y se restringen los movimientos de capitales.

Es más, Tsipras convoca un referéndum en el que la pregunta es si el pueblo aprueba las propuestas de Jean Claude-Juncker como base de otro rescate. El mismo Tsipras se proclama a favor del no, y se esfuerza a convencer a Europa de que la negativa no significa rechazo a la eurozona. El no prevalece de forma contundente (61,31%, con participación del 63%), pero a continuación todo resulta distinto de lo que cabría esperar. Al cabo de sólo nueve días, el 14 de julio, Tsipras firma un nuevo memorando, con condiciones incluso menos favorables que las rechazadas en el referéndum.

Tsipras pierde 32 diputados, que se niegan a ratificar este tercer rescate, aprobado en el Parlamento gracias a los votos de la oposición. En septiembre se celebran elecciones y Tsipras vuelve a ganarlas, pese a su gran caída de popularidad. Desde entonces, se observa la progresiva transformación de Syriza, que muta de un partido antiausteridad a un Gobierno que aprueba medidas que no recuerdan en nada al programa electoral.

12 meses de promesas incumplidas

Alexis Tsipras fue elegido primer ministro por dos razones. Primero, porque pudo capitalizar el desgaste de los partidos que habían gobernado hasta 2014 en Grecia, el socialista Pasok y el conservador Nueva Democracia. Y segundo, porque presentó una propuesta política alternativa y contraria a las estrategias de austeridad impuestas durante los últimos cinco años.

Syriza diseñó un programa electoral centrado en el fin de la austeridad, en la introducción de políticas progresistas y de protección de las clases más desfavorecidas, y también en la reestructuración de las relaciones de Grecia con Europa, en un ámbito mucho más ambicioso. Al cabo de un año, los más fieles a la política de Syriza confiesan que a lo mejor el Gobierno de Tsipras sobrevaloró su potencial e infravaloró a las correspondientes reacciones de los acreedores. Los más agresivos le acusan de jugar con el futuro del país.

La verdad es que Syriza no pudo cumplir sino un mínimo de su programa electoral; es más, se obligó a adoptar medidas que criticaba de modo vehemente cuando estaba en la oposición. No hay ningún índice que confirme que algo fue mejor en Grecia durante el primer año de la legislatura de Tsipras, mientras que algunos índices muestran el deterioro de la situación en varios ámbitos.

La deuda externa del país en enero de 2015 era de 324.000 millones de euros, y hoy alcanza los 363.000 millones (incluido el tercer rescate de 86.000 millones). Las deudas del Estado con particulares crecieron desde los 3.000 millones a los 5.500 millones de euros. Los depósitos en los bancos griegos eran de 160.300 millones en enero de 2015 y hoy se calculan a los 130.500 millones.

Salario mínimo

Tsipras prometió abolir el impuesto sobre la propiedad, por "injusto", pero el 2015 y el 2016 dicho impuesto sigue en vigor y sólo se plantea una reforma en el año 2017. Syriza había prometido restablecer el salario mínimo en los 751 euros para octubre de 2015, pero en el memorando firmado en julio de 2015 no hubo ninguna referencia a este asunto, y se mantendrá en los 586 euros brutos actuales hasta 2017.

La tasa de desempleo sí se ha reducido algo, y hoy alcanza el 24,5% (datos de octubre de 2015, los últimos actualizados), esto es, 1.175.903 personas. Claro está que la promesa de crear 300.000 puestos de empleo en los dos primeros años de Gobierno, con un plan de inversiones de 8.000 millones, tampoco va por buen camino.

La recuperación inmediata de la paga extra a los pensionistas públicos tampoco se cumplió y, al contrario, Tsipras aceptó la imposición de la cláusula de déficit cero, como un término del último rescate

La única novedad que de veras dio resultados positivos fue establecer unas facilidades fiscales a personas endeudadas con el Estado, dando oportunidad de saldar deudas a largo plazo (hasta en 100 cuotas), una medida que sí ha mejorado los ingresos estatales.

El choque con Europa y las derrotas diplomáticas

La retórica de Syriza en cuanto a la posición de Grecia en el ámbito europeo e internacional, antes de llegar al Gobierno, revelaba en el mejor de los casos un exceso de autoconfianza, y en el peor un desconocimiento de la realidad económica y de las correlaciones internacionales. Alexis Tsipras estaba convencido de que Europa escucharía con oídos atentos las propuestas alternativas de Yanis Varoufakis y reconocería las peticiones griegas. No fue así.

Syriza se había comprometido ante el electorado a lograr una serie de éxitos diplomáticos: exigir que se perdonara una buena parte del valor nominal de la deuda externa del país, conseguir una cláusula que permitiese la amortización del resto de la deuda no por superávits primarios sino el saldo de desarrollo, conseguir una moratoria de los pagos del servicio de la deuda, la exclusión de las inversiones públicas de las limitaciones del Pacto de Estabilidad, lograr un acuerdo europeo para el crecimiento a través de inversiones públicas y mediante financiación del Banco Europeo de Inversiones (un plan al estilo Marshall), y flexibilización cuantitativa del Banco Central Europeo (BCE) en la compra directa de bonos del Estado.

Sin embargo, para todo eso hacía falta el consenso de las instituciones europeas correspondientes y los demás miembros de la eurozona. Las primeras semanas de negociación, hasta finales de febrero de 2015, dieron la sensación de que Grecia podría sacar algo positivo.

Rápidamente, sin embargo, Alemania se hizo con el control del proceso y así comenzó el calvario. Grecia iba aislándose en el ámbito internacional, la presencia de Varoufakis alejaba a posibles simpatizantes y animaba a los países opuestos a otro rescate a posicionarse aún más contra Atenas.

Es difícil decir cuál fue la mayor derrota de Grecia durante ese proceso. El hecho de que Tsipras se dio cuenta de que no iba a ser posible eliminar los memorandos de forma unilateral ocupa seguramente uno de los primeros puestos de la lista. Además, Atenas sigue haciendo frente a su deuda externa, sin la reestructuración que quería Tsipras.

Privatizaciones

Otro fracaso de la diplomacia de Syriza fue el asunto de las privatizaciones. En sus primeros días en el poder, Syriza canceló varias ventas en curso, cumpliendo su programa electoral y, es cierto, contentando a la población griega. Pero en julio tuvo que firmar un nuevo memorando que preveía privatizaciones por 50.000 millones de euros.

Quizá el mayor éxito de Tsipras en su legislatura se decidió en julio, con los bancos cerrados, con restricciones de capitales y con un no a las propuestas de Juncker para un tercer rescate. El Grexit se puso por primera vez sobre la mesa como una opción real. En la noche del 14 de julio de 2015 Atenas estuvo a punto de abandonar el euro, un acontecimiento que asustaba por sus consecuencias imprevisibles. Tsipras, sin embargo, optó por mantener a Grecia en el euro, un éxito que sin duda se le debe acreditar.

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