Economía

Las materias primas cambian el mundo: los recursos naturales priman entre los intereses geoestratégicos

La crisis del escudo antimisiles entre Estados Unidos y Rusia ha acelerado la puesta de largo, la presentación oficial a una gran parte de la opinión pública, de la estructura sobre la que se empieza a cimentar un nuevo orden mundial que gira en torno a los recursos naturales.

El asunto no es novedoso, pero los invisibles hilos que manejan la geopolítica rara vez se hacen notar de manera tan nítida, y al mismo tiempo tan abrupta, como lo ocurrido en las últimas semanas.

El conflicto en Georgia, la intervención rusa y la poco consensuada respuesta occidental, han arrancado de golpe la máscara a la diplomacia de guante blanco, aparentemente movida por intereses puramente políticos, para dejar ver lo que hay detrás: un entramado de intereses geoestratégicos, apoyados en procesos de militarización, con el objetivo final de controlar las materias primas. Una historia con tres protagonistas que se encuentran disputando una partida crucial en el gran tablero de ajedrez mundial: Estados Unidos, Rusia y China.

El resurgir de Rusia

A simple vista, puede resultar novedoso las últimas demostraciones de fuerza de Rusia hacia Occidente. Sin embargo, la recuperación de Rusia como superpotencia es algo que viene de lejos. Ya en 1997, en su tesis doctoral, Putin se preguntaba. "¿Qué debe hacer Rusia para recuperar su condición de superpotencia?". Para el ex presidente ruso, la respuesta era la utilización, para este fin, del poder "imperialista" que le otorgan sus materias primas.

Rusia es el mayor productor de gas del mundo y segundo mayor productor de petróleo. Su economía, que ha tenido que abandonar el modelo estatalista, está creciendo a ritmos superiores ya a la Unión Europea y Estados Unidos. Si bien es cierto que se trata de un crecimiento poco equilibrado y excesivamente basado en una situación privilegiada en los mercados mundiales de combustibles y materias primas, las inversiones extranjeras en Rusia no paran de crecer.

Uno de los ejemplos del desarrollo que está suponiendo la explotación de estas materias primas es el desarrollo meteórico que ha experimentado la industria de ferrocarriles. El peso de sus recursos es tan importante que el 80 por ciento de sus exportaciones son de materias primas (gas, petróleo y madera).

Reserva natural de Europa

Para Europa, por ejemplo, Rusia es su reserva natural. Así, los últimos acontecimientos (entre los que destaca la declaración ayer de Francia sobre no imponer, de momento, sanciones a Rusia) evidencian que el Viejo Continente se encuentra atrapado entre la espada y la pared. Mientras la mitad de las exportaciones rusas se dirigen a la Unión Europea, Rusia sólo representa el 7 por ciento del comercio europeo. La dependencia energética de la Europa comunitaria es enorme y, por ejemplo, en el caso concreto de Alemania, esta dependencia supera el 60 por ciento. Además, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ya ha anunciado que el suministro de petróleo dependerá aún más de Arabia Saudí, Irán e Irak, y el de gas natural de Rusia e Irán.

En este contexto, es fácil imaginar que las reglas de juego han cambiado. Hace una década, para muchos analistas resultaba prácticamente imposible pensar en un resurgir de la superpotencia rusa. Éstos consideraban que un crecimiento basado en la enorme oferta de materias primas necesitaría de una demanda similar, que además actuaría de contrapeso.

Sin embargo, esa demanda ha llegado desde Asia; el crecimiento económico de China, India y sureste asiático ha distorsionado el mercado mundial. También los conflictos africanos y el avance del Socialismo Bolivariano en Sudamérica explican las tensiones en el mercado.

Hace tiempo que Estados Unidos contempla con preocupación a Rusia, dado su fuerte interés por controlar el transporte de energía. Los movimientos independentistas de Osetia del Sur y Abjasia van más allá de un episodio de nacionalismos regionales. En el fondo del asunto subyace el interés de Estados Unidos y Rusia por disputarse el control del oleoducto Bajú-Tbilisi-Ceytan (BTC) que transporta petróleo del Mar Caspio a los mercados occidentales. Pero hay más. La crisis de misiles, la independencia de Kosovo o la Revolución Naranja en Ucrania tras la victoria de Yanukovich son, asimismo, movimientos de piezas de ajedrez en la lucha por el control de las materias primas. Si Rusia controlase la distribución de gas y petróleo, Estados Unidos vería disminuir su influencia en la región. Así, uno de los objetivos del Pentágono es la creación de una red de oleoductos y gaseoductos que puedan circunvalar Rusia para evitar su influencia sobre el flujo energético.

En este contexto, el control de Asia Central, más concretamente del Cáucaso, se perfila como imprescindible. Así, mientras Kazajistán, Turkmenistán, Armenia, Tayikistán y Kirguizistán se encuentran más próximas a la influencia del Kremlin, Ucrania, Moldavia, Azerbaiján y Georgia parecen haberse decidido a permanecer bajo el paraguas estadounidense, hacia donde se aproxima también Uzbekistán.

El mundo se divide

Es precisamente bajo este prisma donde se desarrolla la geoestrategia. En Kazajistán, por ejemplo, hasta 2016, las inversiones de origen estadounidense ascenderán hasta los 200.000 millones de dólares, de los que un 80 por ciento se dirige a los hidrocarburos. Por su parte, Putin negoció con Kazajistán diversos acuerdos de cooperación nuclear. De hecho, Rusia importará de allí 5.000 toneladas anuales de uranio.

El mundo ha empezado a dividirse en bloques. Rusia, China, Japón, la India, Irán y Brasil están creando centros de poder cuyo objetivo común es la ruptura de la primacía estadounidense, acabar con el unilateralismo para dejar paso a un escenario de multilateralismo.

Pero en esta nueva guerra fría el factor militar sigue teniendo una enorme importancia. Todo está cambiando. El complejo entramado de bases militares de Estados Unidos ha sufrido un desplazamiento hacia Europa central y oriental, centro de Asia y sudeste asiático. Por supuesto, no quedan al margen las materias primas africanas. Las explicaciones estadounidenses, enmarcando su estrategia en la lucha contra el terrorismo internacional, evitan hablar de que estas regiones albergan el 80 por ciento de las reservas de gas y petróleo, y también las reservas de uranio, cobre, cobalto y otros minerales con importantes aplicaciones industriales.

La primera potencia mundial ha colocado a los recursos naturales como la gran prioridad en su política militar. Entre los principales objetivos de Estados Unidos está el de asegurar las principales rutas marítimas que les conecte con las reservas de recursos. Para ello, han puesto en marcha una modernización total de su flota de combate. Hay que tener en cuenta que el comercio marítimo mundial se ha disparado en las últimas décadas: el 90 por ciento del comercio mundial y más del 60 por ciento del petróleo se transportan por mar.

China, la clave que falta

El Departamento de Defensa de Estados Unidos en 2006 destacaba que Pekín había decidido renovar sus capacidades militares para hacerse presente en aquellas zonas de producción de materias primas. Como respuesta a este movimiento estratégico del gigantes asiático, Estados Unidos planteó el África Command (Africom), dispositivo militar cuyo objetivo es el de neutralizar o contrarrestar la influencia china en el continente africano.

Y es que en el marco de la lucha global que se desarrolla todo vale. China y Rusia han empezado a crear vínculos con los gobiernos de los países productores vía, muchas veces, venta de armamento. China se ha empleado a fondo y ha conseguido unas excelentes relaciones con Argelia, Angola, Chad, Guinea Ecuatorial, Nigeria, Sudán, el Congo o Zimbabwe, entre otros. Mientras, Estados Unidos no se ha quedado al margen y también ha entrado de lleno en estos países. Así las cosas, unos y otros están armando a las diferentes facciones internas lo que provoca un constante clima de violencia en el continente.

La importacia del níquel

Y es que no sólo hablamos de petróleo o de gas natural. Los aviones, los móviles, los avances tecnológicos, en general, dependen de una corta lista de recursos naturales por los que todos compiten. Así, los estados más frágiles y que son fuente de este tipo de recursos son presa fácil de la guerra. Unos y otros han decidido que las materias primas son la clave del nuevo orden mundial.

Y tienen razón. El níquel, por ejemplo, está presente en nuestra vida las 24 horas al día, desde las monedas hasta los aceros inoxidable. El mayor productor es Rusia (que, sin embargo, consume casi toda su producción), después están Australia y Canadá. Pero la fuerte demanda China ha obligado a Pekín a buscar nuevos proveedores y, de hecho, ha firmado acuerdos con Cuba y, también, con nuestro país, con España. Pues bien, en una parte muy importante, esto ha evitado la asfixia financiera del régimen de Fidel Castro, que ha visto como se triplicado las ventas hacia el gigante asiático.

En la otra cara está el Coltan, un superconductor muy resistente al calor y de importantes propiedades eléctricas. El 80 por ciento de las reservas se encuentran ubicadas en la República Democrática del Congo, que también dispone de importantes reservas de diamantes. Lo que debería haber supuesto una bendición económica para este país es la causa de sus constantes desequilibrios.

Tanto es así que, como anécdota curiosa, los problemas de suministro por los conflictos en el Congo llegaron a obligar a Sony a retrasar el lanzamiento mundial de la Playstation, en su segunda versión.

En cualquier caso, resulta evidente que se ha empezado a diseñar un nuevo orden mundial. Resta por ver la capacidad de Estados Unidos por mantener intacta su posición de privilegio en este complejo tablero. Un escenario en el que, para muchos, la primera potencia mundial juega con desventaja.

Mientras Estados Unidos trata de mantener intacta su influencia, mientras sigue escrupulosamente respetando las reglas del juego democrático que le exige su opinión pública, sus oponentes operan con las manos libres, tras regímenes políticos opacos. La cuestión es: ¿resistirá la primera potencia mundial este envite?

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