El enrevesado resultado electoral, que dificulta la formación de un Gobierno estable, puede paralizar una recuperación económica y restar al crecimiento entre medio punto y un punto del PIB. Algunos economistas reducen incluso más, hasta la mitad, el avance previsto para el 2016, desde el 3% estimado hasta el 1,5%.
Aunque es muy difícil cuantificar dicho coste, los expertos consultados por este periódico coinciden en advertir que, independientemente de quién tome finalmente los mandos del futuro Gobierno, nos enfrentamos a una legislatura complicada e incierta. Y la incertidumbre, recuerdan, espanta al capital, que huye de las estructuras conflictivas. Como señala Javier Morillas, catedrático de Economía del CEU, los mercados "tienden a penalizar los gobiernos débiles, la fragmentación política, así como la falta de cohesión social de los países y la imagen movida que ofrecen gobiernos inestables presionados por fuerzas populistas, o sometidos a tensiones territoriales".
Por tanto, es deseable que la situación se desbloquee cuanto antes para minimizar las consecuencias económicas que, en todo caso, no serán catastróficas desde un punto de vista económico, ya que nuestra pertenencia a Europa nos incluye en un esquema del que no podemos salirnos.
Bruselas estará vigilante y no permitirá desviaciones en la senda de la consolidación fiscal, algo que ya han subrayado algunos socios europeos, que descartan tajantemente dar luz verde a España para llevar a cabo políticas fiscales más expansivas. Ello, sumado a la inercia de crecimiento de los últimos trimestres, amortigua, aunque no anula, el efecto adverso de un Parlamento de complicada gobernabilidad.

En concreto, algunos economistas calculan que la parálisis de las instituciones puede suponer medio punto del PIB en el próximo ejercicio. Otros, más pesimistas, cuantifican ese retroceso hasta en un punto y medio de la economía. Todo ello planteado con todas las cautelas, ya que a pesar de que España crece a más ritmo que el resto de vecinos europeos, su recuperación es frágil y persisten algunos problemas estructurales, como una tasa de paro superior al 20% y una deuda que equivale al 100% de nuestro PIB.
¿Como Portugal?
Por tanto, si la inestabilidad se prolonga en el tiempo o da lugar a gobiernos populistas o complejos pactos entre partidos, podríamos hablar de un escenario que muchos equiparan al de nuestra vecina Portugal, con consecuencias difíciles de predecir pero, en cualquier caso, no deseables para la recuperación económica.
Otros expertos, incluso, advierten de los peligros de vernos reflejados en el espejo griego, con un Ejecutivo que paralice la senda reformista, dispare el gasto y dinamiten las arcas públicas, lo que inevitablemente terminaría con la intervención de Bruselas, que cuenta con mecanismos de sobra para imponer un severo correctivo de ajuste.
Sector privado e inversión
Los problemas de índole económica se pueden reflejar especialmente en el sector privado y en la inversión extranjera, tal y como subraya el profesor de finanzas, Juan Fernando Robles. La falta de certezas puede provocar que el dinero del exterior se paralice en espera de saber cómo se resolverá finalmente el embrollo tras el 20D.
Aunque no es previsible que se trate de grandes cantidades, puede suponer la pérdida de nuevas iniciativas de inversión en nuestro país, claves para continuar la senda alcista. Además, explica Robles, la industria española "también puede demorar sus decisiones porque no tenga un interlocutor válido", en referencia a la ausencia de un Gobierno definido para la próxima legislatura. Las dificultades pueden afectar además a la financiación. Una prima de riesgo elevada incrementaría los costes de financiación de las empresas, lo que a su vez desembocaría en una merma de su credibilidad.

Sin embargo, otras variables, como el consumo, están menos expuestas al caos político. Como explica el profesor Robles, no es previsible que el tirón del gasto de las familias disminuya, al menos en el corto plazo. A ese punto a favor se une el bajo precio del petróleo, que seguirá favoreciendo el ahorro. Javier Santacruz, investigador de la Universidad de Essex, calcula que el abaratamiento del crudo ha incrementado el PIB español un 0,7% en 2015 "y prevemos que el impacto sea similar en el año que ahora va a entrar".
Y, como no, al margen del petróleo está el turismo, que sigue siendo el motor de la economía española. La balanza de pagos por cuenta corriente, con un superávit de 8.200 millones de euros hasta septiembre, también sopla a favor del avance de la economía.
Bajo la mirada de Bruselas
Pero quizás el factor que más compensa el caos político está fuera de nuestras fronteras. Y es que como jugadores del tablero europeo, debemos acatar un esquema en el que Bruselas dicta las normas y los socios europeos obedecen. Por ello, "el marco comunitario, así como la regulación y la supervisión europea suponen importantes elementos capaces de modular el impacto negativo", según explica Morillas, que sin embargo puntualiza: "Pero al final éste se produce, impactando en la inversión y el empleo".
Además, no hay que obviar el discurrir lógico de los ciclos económiocs. En ese sentido, Felipe Carballo, profesor de Ciencias Económicas, avisa de que la caída del crecimiento prevista para los próximos meses no sólo obedece a la indefinición política, sino que es la consecuencia lógica tras el calentamiento de la demanda de los últimos trimestres. "La demanda se agota", señala. Los bajos tipos de interés derivados de las políticas expansivas del Banco Central Europeo, la caída del precio del petróleo y las medidas de estímulo fiscal que han precedido a las elecciones han generado una especie de burbuja de consumo que no se puede prolongar mucho más, advierte Carballo.
El otro factor que contribuirá a paliar el previsible impacto de la inestabilidad política sobre el crecimiento es el de la aversión al riesgo en los países emergentes, lo que seguirá trasladando el apetito inversor a los países europeos y provocando que sigamos financiándonos a tipos bajos.