
Las opciones de cara al ahorro para la jubilación se multiplican en la 'tierra de las oportunidades'. La diferencia principal con respecto a Europa es que la garantía a un retiro ?seguro? viene del lado de las compañías y no del Estado que tan sólo cubre aquellos planes creados para desempleados o trabajadores cuyas empresas no garantizan estos vehículos de inversión
En la que fuera tierra prometida del capitalismo, la clase media, pilar fundamental del sueño americano, sigue desapareciendo con el paso del tiempo hasta el punto de que ya no representa a la mayoría de adultos del país. Una peligrosa dinámica que no sólo incrementa la brecha social, sino que también crea distorsiones de cara a la jubilación y las pensiones de las generaciones venideras. En un momento en que el 68 por ciento de los ciudadanos entre 25 y 64 años dice no ahorrar lo suficiente para su jubilación y se estima que uno de cada cinco estadounidenses morirá endeudado, los paraísos decadentes de los jubilados norteamericanos, como Sarasota o Venice en Florida, ven amenazada su existencia.
Es una realidad que el ciudadano medio reduce a marchas forzadas su poder adquisitivo de cara a su retiro. Una peliaguda situación en la que la propia Administración Obama ha intentado aportar su granito de arena a través de planes de jubilación respaldados por el gobierno. Una medida que el propio presidente introdujo durante su discurso sobre el ?Estado de la Unión? el año pasado y cuyo impacto ha sido limitado, dada su baja rentabilidad (como analizaremos más adelante). De hecho, los más de seis años de política ultraacomodaticia con los tipos de interés entre el 0 y el 0,25 por ciento tampoco han ayudado a mejorar la situación, pese a servir de bálsamo para superar la Gran Recesión. El propio Bill Gross, ex de Pimco y actual gestor de Janus Capital, ha reiterado hasta la saciedad que "el perfil demográfico en Estados Unidos requiere que los tipos de interés se alejen del cero por ciento para poder cumplir con las necesidades generadas por las pensiones".
Según el sinfín de cálculos que inundan los portales de Fidelity, Vanguard y demás entidades especializadas en estos menesteres, el milenario de 34 años que escribe este artículo debería retirarse a los 67 años con un total de 1,1 millones de dólares (valor actual) para disfrutar de una jubilación decente bajo el estándar estadounidense. Si asumimos que mi tasa de ahorro anual es un 10 por ciento de mi sueldo (la media más extendida entre los americanos) y que hasta ahora no he destinado ni un centavo a mi pensión, el día de mi retiro mi cuenta total se quedaría corta... y mucho... con tan sólo 523.016 dólares para ser exactos. Es decir, sería necesario que a partir de ahora dicha tasa de ahorro se duplicara para lograr dicho objetivo. Una situación familiar para muchos estadounidenses.
"Dependo de la herencia de mis padres", bromea K. Huber, presentadora de televisión y madre de un niño de poco más de dos años. Con 41 años y un sueldo anual que supera las seis cifras, esta periodista graduada por la Universidad de Columbia y actualmente autónoma, ha intentado seguir a pies juntillas la lección inculcada a las generaciones más recientes, es decir, ahorrar por lo menos el 10 por ciento del sueldo anual en un plan de pensiones. Sin embargo, tras la llegada de su pequeño, reconoce que su plan para la jubilación "ha pasado a un segundo plano, especialmente siendo madre soltera". Huber no duda en recalcar que durante los últimos tres años le ha sido imposible alcanzar su objetivo de ahorro, teniendo en cuenta el coste de vida que implica vivir en Manhattan, donde el alquiler de su piso de dos habitaciones sobrepasa los 4.000 dólares mensuales. A ello, hay que sumar el coste de vida diario, el seguro médico, la comida y guardería, que en la jungla de asfalto bien puede sobrepasar los 1.500 dólares al mes.
Como muchos otros estadounidenses de su generación, Huber no tiene expectación ninguna de recibir ni un centavo público, pese a su cotización a la seguridad social estadounidense. Según su condición de autónoma, alrededor del 15 por ciento de su sueldo está destinado a estos menesteres, que incluyen servicios de salud para pensionistas como el Medicare. "Me gustaría pensar que ganaré algo tras años cotizando a la seguridad social, pero tengo que ser realista", reconoce J. Ruffalo, directivo de una multinacional estadounidense con una capitalización bursátil de 184.300 millones de dólares. En su caso, contrario al de Huber, su aportación a la seguridad social se limita al 7,5 por ciento, ya que al ser un empleado a tiempo completo, su compañía cubre el resto. A sus 42 años asegura que gracias al espíritu ahorrador de sus progenitores comenzó oficialmente a prepararse para su jubilación a los 22 años, recién graduado de la Universidad de Brown. Desde entonces tuvo claro que el gobierno "nunca me ayudaría" y de ahí su concienciación sobre este asunto. "La gente de mi generación, con menos de 45 años, no tienen un colchón cuando se trata de su jubilación", apunta. Durante su carrera, este vicepresidente ejecutivo ha coleccionado lo que se conocen como 401(k), planes privados de pensiones, esponsorizados por los empleadores, donde estos suelen aportar el mismo dinero destinado por el empleado, hasta un límite concertado. En el caso de Ruffalo, quien ha pasado por compañías como CNN, Viacom o AOL, cada una de ellas creó un 401(k) independiente y es por ello que su objetivo actual es consolidar todos ellos en uno sólo. Además tiene claro que "si uno quiere una jubilación cómoda hay que ahorrar mucho más, además de los planes de pensiones privados que ofrecen los empleadores".
En su caso particular, soltero y con una hipoteca a 30 años, este directivo se considera bien posicionado para enfrentar su jubilación, pero, al ser preguntado por los sistemas de pensiones públicas a la europea, reconoce que "son peligrosos" porque su falta de sostenibilidad hace pensar que "habrá que rescatar jubilados" en el futuro. Ruffalo recuerda casos como el de Detroit, donde durante su quiebra, las pensiones públicas tuvieron que reestructurarse, mientras reconoce que algunas compañías, como para la que él mismo trabaja, contaron en su día con planes de pensiones convencionales, pero considera que estos son insostenibles. Además recuerda que en Estados Unidos "ya no se trabaja 40 años para la misma compañía como ocurría en el pasado, ahora es frecuente cambiar de trabajo cada 3 ó 5 años, especialmente entre los 30 y los 40 años".
El cambio de mentalidad
Las pensiones se la juegan en los mercados. Desde la década de los 50 hasta la generación de los conocidos como Baby Boomers, pensar en la jubilación suponía prácticamente un mínimo esfuerzo. Como ocurre en muchos países europeos, el estadounidense medio simplemente tenía que conseguir un empleo a tiempo completo y estable, trabajar durante décadas, a ser posible para la misma compañía, jubilarse y cobrar los cheques mensuales. La pensión de su empresa y sus aportaciones a la seguridad social suponían un colchón más que cómodo para asegurarse una vejez libre de ataduras. Por aquel entonces, un ahorro colateral ponía la guinda a un jugoso pastel que, en la actualidad, se ha desmoronado por completo.
A día de hoy, la mayor parte del corporate americano ha dado carpetazo a los tradicionales planes de pensiones que garantizaban un pago fijo regular a sus empleados durante la jubilación. Al mismo tiempo, según aclara Kathy Ruffing, experta del Center on Budget and Policy Priorities, un think tank con sede en Washington, la hucha de las pensiones a través de la seguridad social podría quebrar en 2034. "La Seguridad Social en Estados Unidos lleva sin cubrir con sus ingresos los beneficios que otorga a los pensionistas desde 2010", manifiesta, indicando que esta brecha se complementa con fondos de reserva. "A partir de 2034, además de haber usado las reservas acumuladas durante décadas, la Seguridad Social seguirá recaudando impuestos de la masa laboral estadounidense, pero estos no serán suficientes para cubrir ni el 75 por ciento de los beneficios que tendrán que desembolsarse", aclara.
Instrumentos para el ahorro
Entonces, ¿qué opciones son las más convenientes para los estadounidenses? "La oferta es variada, desde 401(k), 403(b), 457 u otros planes que empleadores ofrecen a sus trabajadores hasta los IRA", especifica Rande Spiegelman, vicepresidente de planificación financiera de Charles Schwab. Este experto recomienda que el mejor lugar para empezar el 401(k), siempre y cuando el individuo en cuestión trabaje para una compañía que ofrezca este tipo plan, que en el caso de una organización educativa o sin ánimo de lucro se denomina 403(b) y en el caso de los funcionarios gubernamentales es un 457.
Para entender mejor el funcionamiento de este producto, es preciso ejemplificar. Digamos que un americano gana al año 115.000 dólares. En un 401(k), el empleador iguala las contribuciones dólar a dólar hasta el 6 por ciento del sueldo del trabajador. En este caso, los primeros 6.900 dólares de ahorro deberían destinarse al 401(k). "¿Por qué rechazar dinero gratis?", indica Spiegelman, quien señala que existen límites a las contribuciones. En 2013, por ejemplo, el límite se fijó en los 17.500 dólares. Aquellos que carecen de un empleo o que su compañía no ofrece 401(k) o similares deben optar por un IRA o Individual Retirement Account, que básicamente viene a ser una cuenta de ahorro con importantes ventajas fiscales. Dentro de esta familia de productos existe una amplia gama como el Roth IRA, que básicamente se financia con dinero sobre el que ya se ha pagado impuesto, por lo que cuando se retire, no contará con tasas impositivas adicionales. Además, al contrario que el IRA tradicional o un 401(k) no cuenta con la obligación de tener que retirar dinero de dicha cuenta a partir de los 70 años. Tanto los IRA como los 401(k) son carteras de inversión compuestas por bonos, acciones de renta variable, fondos mutuos y otros activos.
La composición de dicho portafolio cambia con el tiempo, según los objetivos y la edad de su dueño. Un individuo entre los 30 y 40 años buscará ser más agresivo y podrá afrontar más riesgos que uno de 50 ó 60 años, cuyo plan será más conservador. Las estadísticas más recientes del Departamento de Trabajo de Estados Unidos estiman que existen alrededor de 513.000 planes 401(k) en el país, que cubren a alrededor de 88 millones de participantes. En estos momentos, no existen datos sobre el número de IRA, pero con estas cifras como referencia, puede decirse que una gran mayoría de los estadounidense son inversores, bien de forma activa o bien de pasiva, de cara a su jubilación. Es por ello que las crisis financieras puedan jugar malas pasadas en las pensiones de muchos si sus planes no son gestionados con sumo cuidado.
En un intento por seguir inculcando una cultura para el ahorro de cara a la jubilación, el Gobierno estadounidense introdujo el año pasado el plan conocido como "myRA", destinados a aquellos empleados cuyas compañías no ofrezcan 401(k). Su funcionamiento es similar al de un Roth IRA y cuenta con el respaldo del gobierno, como un bono de ahorro, lo que ofrece cierta protección a las inversiones del individuo y asegurando que el balance de la cuenta no puede caer.
Con una rentabilidad media anual del 1,47 por ciento, los empleados que ganen menos de 191.000 dólares anuales pueden acogerse a este plan que no penaliza fiscalmente la retirada del dinero. Los depósitos pueden ser tan pequeños como de 25 dólares, pero una vez que la cuenta alcance los 15.000 dólares, el propietario se verá obligado a transferir dinero a una cuenta Roth IRA, del sector privado.