Economía

Gulnara Karimova, la 'princesa' uzbeka recluída en una torre de marfil por su propio padre

  • El dictador Islam Karimov podría verla como una amenaza a su reinado

Incluso en Uzbekistán, un antiguo cruce de caminos de la ruta de la seda en la que la tortura y los sobornos son el pan de cada día, Gulnara Karimova, la hija del presidente, se hizo notoria por su carácter despiadado. En la actualidad, esta mujer de 43 años de edad que recibió sus estudios en la prestigiosa universidad norteamericana de Hardvard, y que un día llegó a dar las gracias a Dios por "su cara", está confinada en las fronteras de este país de Asia central y es vigilada día y noche por los servicios de seguridad de su padre, Islam Karimov, que rige los destinos del país con mano de hierro desde hace ya más de un cuarto de siglo.

La historia más truculenta de Googoosha, como le gusta que le llamen, se remonta a hace más de una década, y cruza desde la remota Rusia a Gibraltar, Ginebra y más allá. Afecta además a las compañías de seis de los hombres más ricos de Europa: cinco rusos y un noruego.

Sus devaneos arrojan luz además sobre la forma de hacer negocios en el área escandinava, y permiten conocer un poco mejor el papel de este aliado estratégico de Estados Unidos, una nación de 30 millones de habitantes que está clasificado como uno de los más represivos y corruptos de todo el planeta, y que sirve a EEUU como portaaviones para sus operaciones en Afganistán.

La última escena de este culebrón se vivió a medianoche del pasado 4 de noviembre, cuando investigadores noruegos irrumpieron en un avión privado en busca de pruebas que implicasen a VimpelCom, una compañía financiada por millonarios rusos y la pública noruega Telenor que cotiza en Estados Unidos.

La justicia noruega acusa a VimpelCom de realizar sobornos por valor de nada menos que 500 millones de dólares que comenzaron en 2004 y que irían destinados, según la querella criminal, a "un pariente del presidente de Uzbekistán" como parte de pagos aún más jugosos realizados durante la liberalización del sector de las telecomunicaciones en ese país.

Ahí es donde entra en juego la exótica Karimova, que primero negó todas las acusaciones y que ahora ha pasado a un silencio casi sepulcral que tampoco es remediado por las autoridades uzbekas.

Allí permanece en una especie de arresto domiciliario, perseguida por la fiscalía que en última instancia dirige su propio padre, como sospechosa de una red criminal acusada de robar decenas de millones de dólares de compañías locales.

Cuentan las malas lenguas en Tashkent que Karimova, que hasta la fecha ha podido escapar de la justicia noruega, ha caído víctima de sus propias ambiciones. Puede que su padre, que hasta la fecha había tolerado extravagancias como una fallida carrera musical en la que llegó a contar con la colaboración de Julio Iglesias en un vídeo musical, advirtiese en ella algo más que una amenaza a la paz de la política corrupta interior: un desafío a su propio poder abosluto.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky