En una Cataluña independiente, no mudar el domicilio impediría acceder a la ayuda del BCETener sucursales, y no filiales, en el nuevo país permitiría estar cubierto por el FGD
El gobernador del Banco de España ya advirtió en noviembre de 2013 que un sistema financiero catalán tras la secesión estaba condenado prácticamente a la quiebra y las principales entidades españolas, agrupadas en la AEB y la CECA expresaron en un comunicado conjunto el pasado viernes que la inseguridad jurídica que se abriría con una independencia declarada de forma unilateral provocaría que se replantearán su presencia en esa comunidad autónoma.
El problema, en opinión de los expertos, no es la independencia en sí, sino la que ruptura no pactada, por mucho que se niegue desde las formaciones partidarias de la secesión, es que conllevaría la expulsión de Cataluña de la Unión Europea y del euro.
Esto, para un hipotético sistema bancario catalán, es decir, con bancos cuya sede principal esté ubicada en Cataluña, conlleva serios contratiempos, entre ellos que no podrían acceder a la ventanilla del BCE, los depósitos de sus clientes dejarían de estar garantizados por el Fondo de Garantía y la financiación en los mercados se encarecería notablemente. Eso sin contar que el nuevo y soberano Gobierno de Cataluña impulse la acuñación de una nueva moneda, lo que agravaría aún más la inestabilidad económica y financiera.
Quedarse sin la vía de los recursos que proporciona el BCE es tanto como condenar a las entidades, ya que se quedarían sin liquidez. Además, en una Cataluña rupturista, el rating de deuda de las entidades, que seguiría a la calificación de la nueva nación, muy probablemente no pasaría del 'bono basura', por lo que la financiación en los mercados para esas entidades se volvería escasa y, sobre todo, más cara.
Esta situación tendría repercusión en los clientes. No sólo se trata de que los créditos registrarían una contracción y se encarecerían sino de que los depósitos, tanto a la vista como a plazo, dejarían de estar respaldados por el Fondo de Garantía de Depósitos.
La alternativa sería que Cataluña tuviera su propio banco central, con suficientes recursos como para proporcionar liquidez a sus bancos, una capacidad que descartan todos los expertos.
El futuro para los bancos con sede actual en Cataluña, como Caixabank y Banco Sabadell, pasaría por cambiar su sede a Madrid o a cualquier otra ciudad no catalana e intentar mantener sus oficinas en la comunidad catalana como sucursales, no como filiales, siempre que el BCE permitiera este modelo, que implica que los riesgos de cada zona contaminan a la otra.
De esta forma, no sólo podrían seguir teniendo acceso a la financiación del BCE, sino que también todos los depósitos de sus clientes en Cataluña seguirían bajo el paraguas del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) español.
Ahora bien, Artur Mas tendría que conformarse con un sistema financiero propio muy pequeño, compuesto por las cajas rurales, a las que tendría que abastecer de liquidez y contar con un Fondo de Garantía propio para los depósitos de estas entidades.
¿Divisa propia o euro ajeno?
Por otro lado, las incertidumbres sobre el resto de bancos presentes en Cataluña, y que ahora copan más del 90 por ciento del negocio, no desaparecerían, ya que la ruptura con el resto del Estado y la consiguiente expulsión del euro deja abiertas muchas incógnitas.
En ese escenario se prevén turbulencias financieras para Cataluña, que generaría dudas sobre unas entidades que tienen un tercio de su negocio en España concentrado allí, como es el caso de Caixabank, Banco Sabadell y BBVA.
Por otro lado, con la expulsión del euro , la Generalitat tendría dos opciones: o dejar que siga circulando la moneda única, aunque ya no pertenezca a la Unión Europea y no pueda adoptar una política monetaria propia o acuñar una moneda.
El gobernador del Banco de España, en aquella ocasión en la que advirtió de la difícil supervivencia de las entidades catalanas, explicó que las deudas seguirían en euros, la moneda en la que se generaron, mientras los activos estarían en la nueva moneda.
Para las finanzas públicas catalanas sería desastroso tener que seguir pagando la deuda pública en euros, si la nueva moneda pierde valor contra él, ya que sus ingresos se generarían en la nueva divisa.
Pero también lo sería para los bancos y sus clientes. Empresas y particulares deberían pagar sus créditos en euros, mientras sus ingresos se generarían en otra moneda.