
Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 cambiaron la economía de Estados Unidos de manera que nadie esperaba.
En vez de sumir al imperio en una recesión, como muchos economistas predecían, los ataques contribuyeron a sentar las bases para una recuperación dirigida por los consumidores gracias a la bajada de los tipos llevada a cabo por la Reserva Federal y al descenso de los impuestos y aumento del gasto que aplicó el Gobierno federal como respuesta. Todo ello permitió que desde la tragedia la economía norteamericana haya crecido una media anual del 3,1 por ciento, próxima a la que el gigante americano tenía en los años 90.
La pujanza de la economía vino impulsada por el aumento en medio billón de dólares del gasto público, aunque la mayor parte de este dinero fue destinado a seguridad y a las guerras de Irak y Afganistán. La deuda de las familias se elevó a los 4 billones de dólares y el precio de la vivienda aumentó un 50 por ciento en cinco años. Si bien estos factores contribuyeron a acelerar la recuperación tras los atentados, han dejado la economía más vulnerable en caso de producirse de nuevo otro golpe similar.
Inestabilidad económica
"Ahora tenemos más desequilibrios y, por ello, estamos en una situación más precaria '', dice Stephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley, de Nueva York. Las cifras lo demuestran: en 2001, el Gobierno tenía un superávit fiscal de 128.000 millones de dólares. Ahora tiene un déficit de 318.000 millones de dólares en el ejercicio fiscal que concluye el 30 de septiembre, según cálculos de la Oficina de Presupuestos el Congreso, debido en parte al gasto en la lucha contra el terrorismo y a las reducciones de impuestos aprobadas para estimular la economía.
La deuda de los consumidores, incluidas hipotecas, tarjetas de crédito y préstamos para compra de automóviles, se disparó en cinco años a 12,2 billones de dólares frente a los 7,9 billones de 2001. Y es que los estadounidenses abusaron de los bajos tipos de interés de la Fed.
Y, como no, el petróleo. La guerra en Oriente Próximo tras los atentados contribuyó a elevar el precio del barril de crudo hasta los 68 dólares de este mes frente a los 28 dólares de hace cinco años.
La combinación de todos estos elementos -mayor consumo, más deuda pública, un mercado de vivienda inflado y los elevados precios del petróleo- explica que Estados Unidos se encuentre con más dificultades a la hora de sobreponerse a un posible estremecimiento como el del 11 de septiembre. "La economía de Estados Unidos es más frágil ahora'', dice Allen Sinai, director general de la consultoría Decision Economics, de Nueva York.
El panorama ha cambiado
Es cierto que los estadounidenses han aprendido a vivir con la amenaza y estarían mejor preparados para lidiar con nuevos atentados sin perder la confianza en la economía. Pero las condiciones han cambiado. La Fed quizá no podría proceder ahora de modo tan resuelto como lo hizo tras el 11-S. Debido al fuerte consumo y al elevado precio del petróleo, la inflación está en el 4,1 por ciento, frente al 2,7 por ciento en agosto de 2001.
Esto reduce el margen del banco central para cortar los tipos de interés. Además, aun si la Fed recortara los tipos ahora, una política monetaria más laxa quizá no tendría un gran efecto. "Una gran parte del anterior estímulo monetario se dio a través de los precios de los activos'', dice Philip Swagel, economista de la fundación American Enterprise Institute y ex funcionario de la Casa Blanca y el FMI. "Es difícil imaginar que los precios de la vivienda vayan a dispararse otra vez aunque la Fed corte los tipos", concluye este experto.