
Sin presiones electorales a la vista, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, presentó ayer su presupuesto más social, "diseñado para incluir la economía de la clase media en el siglo XXI". Un plan que busca una factura de gasto por un total de 3,99 billones de dólares y unos ingresos de 3,53 billones de dólares, dejando al país con un déficit de 474.000 millones de dólares. Al fin y al cabo, serán Hillary Clinton o Jeb Bush, por mencionar algunos, quienes tendrán que preocuparse de que las cuentas de la mayor economía del mundo casan a partir de 2017.
Es por ello que el actual inquilino de la Casa Blanca, escarmentado por el pulso político con los republicanos que culminó con un secuestro de gasto, pretende poner fin a un ajuste sin precedentes para las cuentas del país que crecerá alrededor de un 3 por ciento este año y el que viene. "Quiero trabajar con el Congreso para reemplazar la austeridad sin sentido con inversiones inteligentes que fortalezcan a Estados Unidos", dijo el mandatario en un discurso desde el Departamento de Seguridad Nacional.
Sin embargo, su propuesta de costear 478.000 millones de dólares en infraestructuras públicas con la imposición de una tasa impositiva del 14 por ciento sobre los cerca de 2 billones de dólares que las multinacionales estadounidenses acumulan fuera de las fronteras del país, no comulga ni con las patronales ni con el partido republicano, que controla ambas Cámaras del Capitolio. Además, el demócrata ahonda aún más el dedo en la llaga al querer implantar una tasa fiscal mínima del 19 por ciento sobre los beneficios futuros que estas compañías generen en el extranjero. Ambas propuestas podrían ingresar a las arcas públicas un total de 474.000 millones de dólares durante la próxima década.
¿Cuál será el incentivo para que éstas repatrien estos beneficios?, básicamente Obama permitiría que estos fondos puedan reinvertirse dentro del país sin tener que pagar impuestos adicionales. En este amago de reforma del enrevesado código tributario estadounidense, el presidente del país ha cometido otro pecado a ojos de los republicanos. El comandante en jefe de la mayor economía del mundo busca reducir la brecha social gracias a propuestas de apoyo fiscal a la clase obrera y media del país, como rebajas de impuestos a las parejas donde ambos individuos trabajen, implantando una subida de impuesto a las rentas más altas.
"El presidente dijo en su discurso sobre el Estado de la Unión que las propuestas de su presupuesto estarían llenas de ideas prácticas y no partidistas", dijo Don Stewart, el portavoz de Mitch McConnell, el líder republicano en control del Senado. "Parece que ese no será el caso", matizó. La disfunción política que reina en Washington ha provocado que los últimos presupuestos de Obama sean aniquilados incluso antes de ser presentados oficialmente. Es por ello que durante los últimos años, los legisladores hayan optado por financiar las operaciones del gobierno de forma temporal, con cierres incluídos, además de forzar un ajuste fiscal abrupto.
Tanto demócratas como republicanos quieren ayudar a la clase media, pero sus recetas difieren bastante. El presupuesto de Obama apoya la reducción de impuestos para las familias de ingresos medios y aumenta el gasto en carreteras, universidades públicas y otras iniciativas que el presidente considera que impulsarán el crecimiento económico. Para costear este gasto, el demócrata apuesta por conseguir hasta 2 billones de dólares durante los próximos 10 años subiendo los impuestos no sólo a los ricos y las multinacionales, sino también en los fumadores.
Los republicanos creen que el verdadero problema que fomenta la brecha social está en un incremento del gasto y la desorbitada deuda. Es por ello que el partido de la oposicion busca un presupuesto que equilibre esta situación durante la próxima década. En lugar de subir los impuestos, buscan reducir la financiación de programas sociales como el Medicare y Medicaid.