
Ni griegos ni alemanes aceptan las soluciones de compromiso que empiezan a aparecer en Europa. Merkel no quiere que las concesiones al país se conviertan en grietas en su estrategia anticrisis.
Tras 240.000 millones de euros desembolsados a través de dos programas de rescate, un par de quitas y una docena de cumbres hasta altas horas de la madrugada para acercar posturas irreconciliables y estirar los tratados, Grecia vuelve a poner el euro al borde de la ruptura. Este mes de febrero, Alemania y su coro de halcones, que han mantenido firme el renglón de ajustes y reformas desde que la crisis estallara, se enfrentarán con el nuevo jefe de Gobierno heleno Alexis Tsipras, quien ha prometido a los suyos dejar atrás un lustro de troikas y "austericidio", para revertir la catástrofe humanitaria con una quita masiva de deuda y una apuesta por las políticas sociales.
El ruido de sables de las próximas semanas ocultará los pasos logrados en Europa en este arranque del año, con reglas fiscales ligeramente más flexibles, la compra de bonos soberanos anunciada por el BCE y el nuevo plan de inversión, todos logrados tras una intensa guerra de desgaste contra Alemania por parte de la nueva Comisión y el Presidente del BCE, Mario Draghi.
Como un duelo del Oeste
"La gente ha descrito esto como un duelo en el Lejano Oeste, pero no es una situación de sí o no, tómalo o déjalo", dijo el nuevo ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, el pasado jueves en una entrevista con el New York Times.
Sin embargo, el espacio intermedio entre Atenas y Berlín aparece tan insalvable como en los duelos de Sergio Leone, cada uno sin moverse de su propia posición.
Si no, en el caso de Tsipras, supondría rendir su revolución desde el minuto uno a la espada de la troika. En el caso de la canciller alemana, Angela Merkel, las concesiones podrían abrir una grieta por el que se colara un volantazo radical en su estrategia anticrisis, dando oxigeno a los que, como Podemos, buscan abrir nuevos frentes en la batalla europea.
Las primeras medidas del nuevo Gobierno heleno prometen una recontratación de los trabajadores del sector público "injustamente despedidos", la subida del salario mínimo y la suspensión de las privatizaciones. Por su parte, el ministro alemán de Economía, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, avisó de que si Grecia quiere rebajar las medidas, deberá acarrear con su coste y no pasarlo al resto de los socios europeos, a través una quita o una renegociación de la deuda. Así, enseñó a Tsipras la puerta de salida de la eurozona si la necesitara, porque "tenemos que ser justos con nuestra propia población y con otros socios del euro".
El pasado viernes, Varoufakis dijo tras reunirse con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que Grecia no pediría una extensión del programa de rescate, que expira el próximo 28 de febrero, y rompía relaciones con la troika.
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, viajó en vano hasta Atenas el jueves para convencer a Tsipras de que solicite la extensión. Sin embargo, Alemania tampoco está dispuesta a garantizar, por su parte, esta prórroga de manera automática hasta que Grecia no muestre su compromiso con terminar las reformas pendientes, con las que concluir el programa acordado a cambio de los 240.000 millones de euros.
Pero las prioridades de Tsipras van por otro lado. El acuerdo del rescate "está acabado para nosotros", dijo ya tras la primera reunión del Consejo de Ministro el todopoderoso viceprimer ministro, Giannis Dragasakis, quien conducirá las negociaciones con la troika. Como hizo saber Varoufakis al presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselblöem, el viernes pasado la prioridad para el nuevo Gobierno de izquierda radical es organizar una conferencia internacional en mayo para reestructurar la abultada deuda helena, que supera el 175 por ciento de su PIB (318.000 millones de euros).
Pocos son los que ven con claridad espacio para el acuerdo. Por una parte, la última vuelta de tuerca del rescate que debe aplicar Tsipras, en las pensiones o el mercado laboral, además de un recorte adicional que podría superar los 2.400 millones de euros, son tan difíciles de digerir que se le atragantaron al anterior Gobierno conservador de Antonis Samaras. Por otro lado, Tsipras demanda una quita de al menos un tercio, algo tabú para sus socios europeos, el FMI y el BCE, que poseen un 80 por ciento de la deuda helena.
Medidas sobre la deuda
Como solución de compromiso, los ministros de Finanzas europeos parecen aceptar, algunos a regañadientes, un nuevo alargamiento del vencimiento de los bonos griegos, que ahora ronda los 32 años de media, una nueva rebaja de los intereses y la extensión de la suspensión de su pago, en la actualidad pospuesta hasta 2022. Fuentes europeas también sugieren que se podría extender el plazo para aplicar algunas reformas, permitir un incremento del gasto social y rebajar el objetivo del superávit primario del 4,5 por ciento del PIB que tiene que alcanzar el país, situado actualmente en el 1,5 por ciento.
Pero, como avisó Varoufakis, el objetivo no es liberar los 7.000 millones de euros que quedan en la hucha del rescate, sino "repensar todo el programa". El espacio para el compromiso es tan estrecho que Fitch ya avisa de que las complicadas negociaciones continuarán dañando la confianza y la liquidez de la economía griega.
Otros comentaristas, como Hugo Dixon, especulan con hasta un 30 por ciento de probabilidad de ver una salida de Grecia del euro.
Entre los que también ve este riesgo se encuentra José Carlos Díez, profesor de Economía de la Universidad de Alcalá. En su opinión, "no hay espacio para la negociación, y al final Tsipras va a tener que hacer una rendición histórica". Cree que Alemania va a mostrar su cara más dura y lamenta la "penosa estrategia" del primer ministro griego. "Si hubiera jugado sus cartas mejor, podría haber conseguido ciertas medidas de urgencia para combatir por ejemplo la pobreza energética o infantil, y en un año, cuando las cosas se calmaran, convocar la conferencia sobre la deuda".
Pero los ritmos de la revolución son otros y, como dijo su compañero de trincheras Pablo Iglesias, "el cielo se toma por asalto".