
El Banco Mundial ha tomado el pulso al impacto que la caída del crudo tendrá tanto en los países exportadores como importadores de petróleo. Un arma de doble filo que, en el caso de los miembros de la OPEP o Rusia, podría desatar el azote de la volatilidad en los mercados financieros, el incremento de fugas de capital, la reducción de reservas internacionales de divisas, devaluaciones severas y el incremento de las primas de riesgo soberanas.
Según las estimaciones de la institución, con sede en Washington, Rusia o algunos países del Oriente Medio y el Norte de África podrían ver como su expansión económica se contrae entre 0,8 y 2,5 puntos porcentuales por cada caída del 10 por ciento en el barril de crudo. Por el contrario, en los países importadores, el mismo recorte en los precios del oro negro impulsarán el crecimiento en 0,5 puntos porcentuales. En el caso de China, por ejemplo, el desplome del petróleo sólo impulsará la actividad económica en un 0,1 o un 0,2 por ciento dado que el crudo sólo supone el 18 por ciento del consumo energético de la segunda mayor economía del mundo.
"Los acontecimientos actuales requerirán ajustes en las políticas macroeconómicas y financieras de Rusia, Venezuela y Nigeria, entre otros países", señaló el informe publicado a última hora del miércoles por el Banco Mundial. Sin embargo, gigantes como Brasil, India, Turquía o Sudáfrica podrían reducir sus presiones inflacionarias, así como sus déficits por cuenta corriente, dos de sus talones de Aquiles de cara al debilitamiento económico mundial.
"Como es probable que el petróleo se mantenga barato durante un tiempo, los países importadores deberían reducir o incluso eliminar los subsidios a los combustibles y reconstruir el espacio fiscal necesario para llevar a cabo esfuerzo de estímulos en el futuro", señaló Kaushik Basu, economista principal del Banco Mundial. Como pone de manifiesto la institución en estos momentos la necesidad de contar con reservas fiscales adicionales es mayor, puesto que las perspectivas de crecimiento son inciertas, hay escasas alternativas en materia de políticas y posiblemente, condiciones financieras más ajustadas en todo el mundo.
"Cuando se trata de políticas fiscales, importa tanto el tamaño como la calidad del déficit, al igual que las decisiones en materia de gastos. En ese sentido, a las economías emergentes les vendría bien invertir en infraestructura y apoyar sistemas sociales vitales para reducir la pobreza. Tales medidas pueden aumentar la productividad a futuro y reducir el déficit fiscal a largo plazo", apuntó el principal economista del Banco Mundial.