Economía

El coste de la independencia: el tamaño y la homogeneidad como factores clave

  • Ser grande permite economías de escala que reducen el gasto público
  • Los países homogéneos redistribuyen más y son más gobernables
  • Descentralizar es mejor que separar: la clave son las transferencias fiscales

Mucho se ha escrito sobre las consecuencias económicas de la independencia en los casos de Escocia y Cataluña. El factor monetario es clave, y no parece casualidad que los movimientos de este tipo se hayan intensificado con la crisis. Pero hay que tener en cuenta dos aspectos, el tamaño y la homogeneidad, para calcular las consecuencias de crear un nuevo estado, tal y como recoge The Economist.

Los economistas Alberto Alesina y Enrico Spolaore recogen en su libro "El tamaño de las naciones" los costes y los beneficios de ser un país independiente. En primer lugar, queda claro que los países más grandes tienen ventajas, por ejemplo son más fáciles de defender y tienen un mercado interno mayor en caso de que haya barreras para el comercio internacional. El tamaño, por ejemplo, fue clave para el desarrollo de EEUU a finales del siglo XIX en comparación con unos países europeos más pequeños.

La UE allana el camino de la independencia

Sin embargo, el tamaño también tiene un problema, y es que suele contener diferentes culturas y muchas más opciones políticas, lo que genera mayores disputas, generando problemas de gobernabilidad. No siempre es así, por ejemplo Japón es mucho más grande que Bélgica y a la vez es mucho más homogéneo.

Irónicamente, la caída de las barreras comerciales internacionales y la creación de la Unión Europea han hecho que el coste del separatismo sea mucho menor, e incluso la opción de la independencia gane atractivo, según Alesina y Spolaore. Sin ir más lejos, en Cataluña los independentistas siempre confían en permanecer en la UE o como mucho en reintegrarse lo más rápido posible. 

Pero una eventual independencia también tendría costes. Los expertos, recuerda The Economist, han comprobado que los estados más pequeños dedican una mayor parte del PIB al gobierno. Por dos razones: primero, las economías de escala permiten ofrecer determinados servicios públicos a un menor coste cuanto mayor sea el país.

Por otro lado, los países más pequeños suelen tener un gasto social más elevado, y según parece, esto es un resultado directo de la mayor homogeneidad de estos países pequeños. Alesina, junto Edward Glaeser de la Universidad de Harvard y Bruce Sacerdote del Darmouth College, comprobó que la generosidad del estado de bienestar en Europa y América tenía más que ver con problemas raciales más que con problemas de desigualdad.

La diversidad juega contra la redistribución

En esta línea se mueve también el trabajo de Romain Wacziarg, de UCLA, Klaus Desmet, de Universidad Metodista del Sur e Ignacio Ortuño-Ortín, de la Universidad Carlos III. Estos académicos estudiaron la relación entre la diversidad etno-lingüistica y diferentes variables económicas.

El resultado fue que las economías menos diversas redistribuyen más y gastan más en educación y otros servicios públicos. Como ejemplos, las diferencias entre Singapur y Dinamarca, ambos pequeños pero uno muy diverso y otro muy homogéneo.

Otro factor a tener en cuenta son las fronteras. Por ejemplo, a pesar de compartir lengua y tener un acuerdo de libre comercio entre otras cosas, los intercambios comerciales entre Canadá y EEUU son apenas una décima parte de lo que intercambian los propios estados de EEUU entre ellos. Es el denominado efecto frontera.

La solidaridad forzada divide

De este modo, parece claro que una mayor descentralización sería preferible a una separación. Sin embargo, en estos casos, el punto clave de fricción son las transferencias fiscales de unas regiones a otras. Un sistema bien diseñado puede incluso hacer que todo el mundo se beneficie. Pero como reconoce Spolaore, importa tanto la naturaleza como la escala de esta redistribución regional.

De hecho, en casos de grandes diferencias en la riqueza de las regiones las transferencias puedes ser desestabilizadoras. Unos a otros se acusan, por un lado de mantener su estado de pobreza y otros de los impuestos que pagan. Algo que en España es muy evidente, por ejemplo, donde además se mezclan diferencias culturales.

Así, cuanto mayores las transferencias, más posibilidades de que el país se rompa. La solidaridad forzada, concluye The Economist, socava la solidaridad voluntaria.

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