
El primer ministro francés, Manuel Valls, ha visitado a la canciller Angel Merkel en Berlín. Y lo ha hecho justo en un momento en que la relación entre Francia y Alemania no pasa por su mejor época.
Seguramente por eso, lo primero que ha querido dejar claro el premier francés es que no fue a Berlín a pedir clemencia y que "Francia no es el enfermo de Europa y deberíamos abandonar ese discurso equivocado".
Con una actitud amigablemente distante, la canciller ha elogiado el paquete de reformas presentado por Valls, que ha calificado de "exigente y ambicioso", y ha expresado su deseo de que su aplicación obtenga resultados. Merkel no ha querido tensar la cuerda, pero sus compañeros de partido no han sido tan indulgentes.
"La segunda mayor economía de la UE se ha convertido en la mayor fuente de peligro para el euro", ha declarado el diputado del CSU (la facción bávara del CDU) Hans Michel Bach al periodico alemán Tagesspiegel.
Por su aprte, Herbert Reul, miembro del partido en el Parlamento Europeo, se ha mostrado incluso más contundente: "Espero que el nuevo Gobierno francés reduzca drásticamente el déficit presupuestario. Es una insolencia que Francia nos quiera hacer creer que no puede ahorrar más. Es un golpe en la cara de los griegos o de los portugueses".
Sin noticias de la prórroga
Valls reivindicó el binomio francoalemán y aseguró que "a Alemania le interesa que nuestras reformas tengan éxito; a Francia le interesa que Alemania tire del crecimiento en Europa".
El primer ministro manifestó que comprende la "desconfianza" y las "dudas" que puede suscitar la situación actual gala y garantizó que pondrá en marcha las reformas y que cumplirá su programa "a pesar de las dificultades".
Su petición de más tiempo para sanear las cuentas ha quedado sin respuesta clara en Berlín, así que Francia deberá esperar a ver si la Comisión Europea se pronuncia a su favor.