
El término 'reforma' se encuentra devaluadísimo en los últimos tiempos, por culpa del abuso que se ha hecho de él. Es una palabra que ha sufrido la misma triste suerte que otras tan venerables como 'filosofía' o 'cultura', también sacadas de sus quicios por el uso impropio, que llevó a que hasta al futbolista más iletrado se le atribuyera su propia 'filosofía' de vida, o a que hubiera una 'cultura' de casi todo (hasta de la litrona existió, como recordamos los que tenemos ya una cierta edad).
De igual manera, la estrategia más fácil para dotar de boato a cualquier medida que el Gobierno emprenda pasa por calificarla de inmediato de 'reforma', con independiencia de su alcance o de sus resultados.
El Gobierno ha llamado 'reforma' a casi todo, pero, a mi juicio, la única iniciativa que realmente merecía ubicarse bajo esa categoría ha sido la laboral. Por el contrario, la que incumbía al sector financiero fue un rescate europeo; la del sector eléctrico, un fiasco; la de las Administraciones, un lavado de cara (del Estado especialmente) y la fiscal, todavía no sabemos qué será.
Sin embargo, las medidas que tomó el Ministerio de Empleo, hace ya más de dos años, sí que han cambiado el panorama. Lo hemos visto este semestre y, si no ha ocurrido antes, se debe a que le faltaba lo que todo cambio serio del mercado de trabajo requiere: crecimiento.
"¿Pero a qué precio?", preguntan sus críticos, "¿haciendo más barato el despido?" Ese efecto no lo ha traído la reforma laboral; en España siempre ha sido facilísimo despedir, incluso más que ahora. Mucho antes de la crisis, era práctica habitual de no pocas empresas despedir empleados el viernes para volver a contratarlos el lunes y así ahorrarse dos días de cotización a la Seguridad Social.
Así semana tras semana, ante la pasividad de los sindicatos y el oportunismo de la patronal. "¿Y la emigración de talento?": de nuevo, nada que haya inventado la actual reforma. Por desgracia, en este país, la salida usual de un joven que quisiera hacer algo más que apilar ladrillos u opositar ha sido, desde hace tiempo, coger un avión.