Economía

Draghi actúa contra sus fantasmas

Madrid, 7 jun (EFE).- Mario Draghi ha decidido echar gasolina a la caldera casi apagada de la economía de la zona euro y con un paquete de medidas expansivas, orientadas fundamentalmente a que las entidades financieras den créditos, pretende huir de dos de sus fantasmas más temidos: el estancamiento y la deflación.

Europa necesita crecer y, como no, generar inflación, un monstruo contra el que batallaba históricamente el Banco Central Europeo (BCE) y que ahora no importaría que despertara de su letargo, que le ha llevado próximo a la deflación.

Y para lograr crecimiento e inflación el Banco Central Europeo ha decidido tomar medidas algo más serias que las anteriores, no sólo bajar los tipos hasta el 0,15 %, sino inyectar 400.000 millones a la banca para que los use en préstamos a familias y empresas, y penalizar el dinero que las entidades financieras dejen en depósito.

Estas medidas, es cierto, suponen aire fresco para las empresas exportadoras, lastradas por la fortaleza del euro, lo que se traducirá en pocos meses en un aumento de la competitividad, pero no parece que éste haya sido el motivo principal.

Según los expertos, Draghi quiere que las empresas y pymes -aunque nada tengan que ver con la exportación- puedan subsistir al duro momento económico y que los consumidores hagamos lo que llevamos en nuestro propio nombre, que no es otra cosa que consumir y cuanto más, mejor.

Lógicas las medidas y muy similares -cada una con sus particularidades- a las tomadas por EEUU para fomentar el consumo y estimular la economía... pero ¿por qué ha tardado tanto el BCE en tomarlas?

Algunos apuntan a que la excesiva burocracia europea y los equilibrios de poder han retrasado estas medidas; otros señalan que si se hubieran tomado muy pronto los países no hubieran hecho ajustes en sus economías.

Opiniones todas con su parte de razón, igual que la llevan los que ponen el acento en los resultados de las recientes elecciones europeas, que ha dejado patente el descontento de buena parte del electorado y un incremento de los partidos que ven en Europa un problema más que una solución.

Las bolsas, que son las primeras en anticipar los cambios de ciclo, recibieron positivamente las medidas del BCE, especialmente en Wall Street, con máximos históricos de dos de sus principales indicadores, el Dow Jones de Industriales y el selectivo S&P 500.

En Europa, reacciones similares: Milán subió el 1,54 por ciento y se situó en niveles de mayo de 2011; el índice Euro Stoxx 50, el 0,77 por ciento, hasta cotas de septiembre de 2008; París, en niveles de junio de 2008, el 0,71 por ciento; Londres, el 0,66 por ciento, y Fráncfort, que llegó a tocar los 10.000 puntos, el 0,4 por ciento.

En España, la bolsa recuperó el nivel de 11.000 puntos (desconocido desde febrero de 2011), en tanto que la prima de riesgo bajó a 128 puntos básicos (nivel de mayo de 2010).

Dejando a un lado las bolsas, para las pymes, que -no olvidemos- son el grueso del tejido productivo español, estas medidas deben ser muy beneficiosas para obtener crédito y refinanciar sus maltrechas cuentas, pero lo que queda por saber es si los consumidores estamos dispuestos a entrar nuevamente en esta espiral.

Todo se reduce a una cuestión de confianza, algo que se pierde fácilmente y se recupera con mucha dificultad, pero que en el caso español cuenta con un lastre adicional: el paro que afecta a una de cada cuatro personas en edad de trabajar y que ya han ajustado severamente su consumo.

Por ello, el Gobierno español ha dado luz verde a un plan -tardío para la oposición y sindicatos- que movilizará unos 11.000 millones de euros en favor del crecimiento, la competitividad y la eficiencia.

Todas las medidas, algunas ya anunciadas, buscan aumentar los préstamos a la economía productiva y, como no, incrementar el consumo, disminuyendo las comisiones por compras con tarjetas o poniendo en marcha nuevos planes para incentivar la compra de vehículos.

Parece difícil resistirse... al menos para quien no tenga sus cuentas en números rojos.

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