Economía

Torear a precio de leyenda

¿Tiene precio un pase natural de José Tomás, hierático, desvanecido, con los pitones rozándole la taleguilla y el sentimiento de 23.000 almas en Las Ventas a flor de piel? Los muy taurinos saben que no. Para ellos, ese pase es la vida misma y no hay nada que lo pague como se merece. Hasta ahí el arte, el mito, la leyenda, más o menos comprensible para el común de los mortales. Pero otra cosa es pasar por los aledaños de la Plaza de toros de Madrid y conseguir una entrada sin que te quiten la sangre por ella.

Tanta expectación causó la vuelta de José Tomás a Las Ventas que, cuando las entradas de la corrida se pusieron en la taquilla, hasta la Policía Nacional daba números a la gente de la cola, previo apunte de su carné de indentidad.

Los que recibieron un turno más allá del 700 tenían esperanzas de coger alguna entrada, a razón de un máximo de cuatro por persona y a sabiendas de que había más de 8.000 para vender al público directamente, y a pesar de que algo (en torno a un 10 por ciento) debería quedar para sacar el día de la corrida.

¿Dónde estaban las entradas?

La sorpresa fue ver como en torno al 425 se acabaron las entradas a la venta y cientos de personas, después de muchas horas en la cola, vieron su gozo en un pozo. ¿Dónde estaban las entradas? ¿Se habían vendido por Internet o en algún centro comercial, antes de que les llegase el turno a los que llevaban casi un día esperando?

Sin televisión y con el caos que es siempre la venta de entradas en San Isidro (que las dos corridas de Tomás estén fuera de feria es lo de menos), los reventas campan a su antojo y piden cifras millonarias por una barrera y hasta por una andanada para ver al mito, después de seis años justos sin pisar la arena de Madrid. Y ése es el momento en el que los taurinos dudan de si el arte del maestro de Galapagar tiene o no tiene precio.

Dos semanas antes del evento y en plena feria, una entrada debajo de la bandera, en la andanada, que tiene un precio de siete euros, se vendía en la reventa a casi 700. Eso convierte una barrera de sombra de 125 euros en uno de los bienes más escasos y demandados de la historia de la tauromaquia, a un precio en la reventa de entre 6.000 y 8.000 euros, dependiendo de la habilidad de ambas partes en la negociación y lo que le importe el dinero al que compra.

Hay que admitir que eso pueden ser dos casos extremos de lo que ocurre, pero reales. A medida que los días se acercan a la corrida, los precios se van modificando y esas cifras se recortan un poco, si es que cabe. Los tendidos altos, la grada y la andanada multiplican por 20 o 25 veces su valor, dependiendo del momento, el sitio, la altura, el sol, etc.

Buenas, cómodas... y caras

Los días pasan y, a falta de 30 horas mal contadas para la "corrida del siglo" de la temporada, la explanada de Las Ventas es el patio de operaciones del mercado secundario de títulos taurinos, o sea, la reventa. Grupos de personas se amontonan bajo los árboles a resguardo de un sol que por fin es de verano.

Paso por taquilla: "Déme dos tendidos de sombra, preferiblemente del 9". El taquillero, incrédulo, me dice, "¿Qué, de cachondeo?" "Usted disimule. Tengo que hacer como que pregunto. Por cierto, cuántas salen al parqué, digo a taquilla, el 10 por ciento, ¿no?", insisto. "Ni el 5, amigo", me desengaña el taquillero.

Cruzo por delante de los guardias y me dirijo sin preámbulos al primero que me asalta. "Busco cuatro tendidos bajos de sombra para mañana". "Uff! Eso ni existe", dicen los reventas, con ganas de que les vuelvas a preguntar. Se acerca uno. "De eso hay muy poco, y nada por menos de 500 euros cada una. Yo tengo cuatro del 10, fila seis". En taquilla valen 70 euros. Me hago el potente y pregunto por una contrabarrera del tendido 1 o del 10, la llamada zona noble de sombra. Su precio oficial es de 125 euros. Viene C. vestida de blanco y mucho oro.

"Prepare por encima de 800 euros cada una"

"Llame a este número y pregunte por Juan. Creo que le quedan una o dos, pero prepare por encima de 800 euros cada una", por si no me había quedado claro hasta el momento. Doy media vuelta y me dirijo a otro grupo. Me ofrecen gradas de sombra y de sol. Valen 29 euros y 12 euros. Me piden 150 por las primeras y 125 por la de la solanera. Se molesta en explicarme que la distancia del ruedo es la misma que la del presidente de la plaza. "Muy buenas y muy cómodas".

Dejo pasar la ganga y busco tendidos de sol. Los precios oscilan entre 9 euros en las filas altas hasta 27 euros en el tendido bajo. Por el bajo me piden 300 euros. Son del 7, donde la bronca, donde mejor se pasa, me aseguran los brokers de Las Ventas, que se han puesto elegantes para la ocasión. Uno lleva un anillo ¿de oro? Como de medio kilo. "Necesito seis", le digo. "¿Juntas?" "Sí, claro". "Ésas le salen por 350 euros", y continúa entre risas, "yo no uso moneda fraccionaria". "De qué zarzuela se habrá escapado", me pregunto.

Otro grupo que mira casi desafiante a los polis de enfrente tiene poco que ofrecer. Unas andanadas por 100 euros que valen en taquilla entre 7 y 14 euros. Eso, me dice uno de ellos, el menos simpático, o ponerse esta tarde a la cola y esperar a la apertura de la taquilla toda la noche tirado en la acera. "¡Tío, que es Tomás!", lo justifican.

Reventar la taquilla

Habrá quien haya estado toda la noche en la taquilla de Las Ventas, esperando a que abran a las diez de la mañana, para hacerse con alguna de las entradas de ese porcentaje legal mínimo que hay que tener para el día del evento. Son muchas horas para pensar y sopesar si merece la pena llenar las cajas de los taquilleros, para que se lo lleve todo el torero estrella y ser testigos de la posible leyenda.

Ningún torero de a pie ha salido por la puerta grande de Madrid este año y si el mítico José Tomás es capaz de hacerlo el día de su vuelta y a la primera, puede ser una apoteosis de la que cualquier taurino quiere ser testigo, al precio que sea. Claro, que también la corrida puede ser un petardo, los toros caerse, etc. Sólo el apoderado de Tomás y tal vez él sepan por cuánto dinero torea en Madrid.

Los profanos nos conformamos con creer lo que todo el mundo dice: se lleva la taquilla, unos 400.000 euros. La empresa ya se apañará para pagar al resto y sufragar los gastos. Y esta vez, sin el apoyo de la televisión. José Tomás cuida mucho lo que se comercia con su imagen y quiere controlar el negocio que la plaza siempre ha hecho para que las corridas se televisen.

¿Abrir la corrida a las teles?

Y ésa es otra historia que cuentan los que estuvieron cerca de la negociación. Se intentó abrir la corrida del año a las teles, para que todo el mundo disfrutase de ello, pero se presentaron más de cuarenta con intenciones de inmortalizar el evento, pero era algo imposible, porque no caben en la plaza. Lo lógico en ese contexto era hacer un pool: que grabe una o dos y se lo pase a las demás.

Pero eso no era del gusto del torero ni cuadraba con sus intereses. Haciendo una selección, podían caber entre siete y nueve televisiones, pero consensuadas entre ambas partes, y eso tampoco era de los intereses de todos. Total, que la corrida del año se celebró con la grabación legal de los cuatro minutos que todo evento deja, y nada más.

Sin tele, y con los vuelos a los que llegan las entradas, ver a José Tomás en directo torear como los ángeles fue cosa de eso, de un milagro, para los aficionados que no tengan el dinero para pagarlo o que les importe más dedicarlo a otra cosa. En plena crisis, pagar por el arte efímero y eterno del toreo es cosa de pocos y negocio de muchos.

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