
"Rajoy, no llegas al verano" era uno de los lemas que se cantaban en la última huelga general, en noviembre pasado, que coincidió con el primer aniversario del actual Gobierno. Doce meses después, sin embargo, el Ejecutivo y su líder no sólo han superado las vacaciones y llegan hoy a su segundo cumpleaños; también afrontan la última mitad de su mandato con la expectativa de una cuantiosa ayuda extra, de aproximadamente 57.500 millones de euros, merced al desplome que acumula la prima de riesgo y a la relajación de las fechas para cumplir el Pacto de Estabilidad que, en mayo, hizo posible la Comisión Europea.
Esos casi 60.000 millones a los que el presidente Rajoy se abrazará para evitar nuevos recortes impopulares, en tiempos cercanos a elecciones generales y autonómicos, se descomponen de la siguiente manera. Por un lado, la disipación de la incertidumbre en los mercados, y el descenso consiguiente del diferencial con respecto al bono alemán, supondrán un ahorro únicamente este año de 8.000 millones, que ya no tendrán que destinarse a pagar intereses de la deuda.
La cifra la confirmó el mes pasado el propio ministro de Economía, Luis de Guindos. Su equipo de expertos cuenta, además, con estimaciones internas de acuerdo con las cuales el ahorro puede llegar en 2014 a 13.500 millones, dada la "enorme sensibilidad" que la economía muestra a los descensos de la prima de riesgo.
Topes menos rígidos
De este último indicador, en suma, puede proceder en dos años un alivio total de 21.500 millones de euros. El resto del camino hasta los 57.500 es posible cubrirlo gracias a la manera en que la Comisión Europea abrió la mano en mayo pasado. Gracias a los límites más anchos de reducción del déficit, Rajoy cuenta con un margen de 25.000 millones en 2014, a los que en 2015 se sumarán otros 11.000, haciendo un total de 36.000 millones aproximadamente.
Es un colchón más que oportuno que da margen de maniobra a un Gobierno que todavía afronta retos de gran envergadura, pese a que llega a su segundo aniversario con algunos logros importantes, como haber podido dar por saldada la recesión más larga de la historia de la democracia española.
Con todo, el avance de una única décima registrado en el tercer trimestre no permite ser muy optimistas con respecto a dos de los fardos que el Ejecutivo aún lleva a rastras. Por un lado, se encuentra el desempleo, en descenso desde que alcanzó la marca histórica de los más de seis millones de parados entre enero y marzo pasados, pero sin deber nada a la creación de empleo (todavía nula) y sí todo al descenso de la población activa.
Por otro lado, una economía con un crecimiento tan anémico no puede generar todavía los ingresos por impuestos suficientes para garantizar una reducción rápida y eficaz del déficit y de la deuda del sector público.
Si a esa incapacidad se suma el hecho de que el Gobierno no ha culminado todo el ajuste que prometió por el lado del gasto, el resultado será que el pasivo de las Administraciones superará el 100 por ciento del PIB en 2015, según la agencia de calificación Fitch.
El balance político
Desde el punto de vista político, la situación también se ha antojado difícil para el partido del Gobierno, y al contrario de lo que ocurre en el aspecto económico los próximos dos años de legislatura tampoco serán fáciles.
El PP ha vivido dos años convulsos desde su aplastante victoria electoral de 2011; la que podía haber sido una travesía estable acompañando al Gobierno de Mariano Rajoy se ha tornado en un camino duro, con medidas económicas difíciles de defender, y empañado en el último año por el 'caso Bárcenas'. Un 86% de los españoles pide nuevos ministros.
Pero al PP le aguarda ahora mucho trabajo en clave interna, pues en los próximos meses se tiene que decidir, entre otras cosas, el cabeza de lista para las europeas o el candidato que se enfrente a una socialista en alza, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.
Además, el partido ha perdido, en estimación de voto, diez puntos con respecto a los logrados en 2011 -así lo apunta la última encuesta del CIS- y muchos populares no esconden su preocupación ante la próxima cita con las urnas, la de las elecciones europeas, que temen refleje esa pérdida de confianza que dan los sondeos, aunque sitúen al PSOE por detrás.