
Es significativo que, justo cuando Berlín había logrado una ventaja económica y política sin precedentes sobre sus socios de la UE, empiece a mostrar cierta flexibilidad. No hay que engañarse, ningún cambio repentino -por lo demás, algo irreal- en las políticas alemanas garantizará mejoras inmediatas en la situación de Europa. Aunque no habrá giros radicales en su política europea tras las elecciones, sí se vislumbra el cambio de rumbo.
Si bien en los últimos años el poder relativo de Berlín ha crecido, no se ha producido una remodelación de la UE de inspiración germánica. A su pesar y con su población escéptica, Alemania se ha visto obligada a ceder en aspectos fundamentales de su visión de la Unión. Pese a una cierta arrogancia ante los problemas de los países mediterráneos, la política, la opinión pública y los medios de comunicación alemanes mantienen en su conjunto una actitud proeuropea. El europeísmo alemán goza de salud.
Como se ha afirmado con razón, el dilema de si es necesaria una Europa más alemana o una Alemania más europea es falso. Hacen falta ambos aspectos. Desde el consenso y sin imposiciones se requiere, sí, una Europa más alemana, en especial en el plano económico, así como una Alemania más europea.
Con el nuevo Gobierno se desbloquean varios asuntos económicos europeos pendientes, pues muchas decisiones han quedado aplazadas hasta los comicios.
El problema de Grecia
Se admitirá claramente que Grecia no podrá devolver su deuda y se procederá a su reestructuración. Se reanudarán los debates sobre la Unión Bancaria. Berlín se ha opuesto hasta ahora con firmeza a la creación de una autoridad europea común encargada de decidir el destino de los bancos quebrados por considerarlo incompatible con los tratados existentes. No obstante, debe haber un sistema que permita rescatar o liquidar en su caso a los bancos sin que eso implique una carga para los Estados o contribuyentes. Preguntas centrales afectarán a quién y cómo tomarán estas decisiones y procedencia y administración de los fondos del sistema. Estas cuestiones se examinarán en otoño. Las conversaciones -un desafío del Ejecutivo alemán- permitirán buscar un acuerdo.
El rigor presupuestario dará paso a un mayor pragmatismo. La tendencia a favor del crecimiento es irreversible. Existe un reconocimiento tácito de que la política de austeridad no ha tenido éxito.
A medio plazo, Alemania puede incluso aceptar una responsabilidad mutual por la deuda en la Eurozona. Los eurobonos continúan siendo tabú en la clase política alemana. Pero cabe alcanzar objetivos similares en forma de un fondo de amortización.
Retos internos
Berlín abogará por profundizar en la unión política, ya que la reforma del marco institucional europeo no encuentra grandes resistencias en Alemania. Para una mayor integración, habrá que dar nuevos bríos al impulso franco-alemán. Sin duda, otro de los grandes retos del nuevo Gobierno.
Alemania reduce su déficit en 2013, tendrá un presupuesto equilibrado en 2015 y espera rebajar su deuda pública del 80 al 69 por ciento en 2017. El déficit de 6.200 millones de euros previsto para 2014 es el más bajo de los últimos 40 años. Se insiste en que es gracias a que Alemania hizo hace años dolorosas reformas. Políticas que hoy tienen que hacer sus socios.
Sin embargo, es prioritaria una política de estímulo al crecimiento. En toda Europa. Y Alemania puede asimismo contribuir a la recuperación económica aumentando sus inversiones públicas, algo que el país ha postergado en las últimas décadas.
Un amplio programa de inversiones tendría a la larga efectos positivos no sólo en el país, sino en toda Europa. Según cálculos del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas, desde 1991, el valor de las infraestructuras públicas ha disminuido un 10 por ciento en relación con el PIB. Ningún otro Estado industrializado ha invertido tan poco dinero en ese mismo periodo. La falta de este tipo de inversiones supone un grave déficit que hace peligrar el desarrollo económico a medio y largo plazo.
El nuevo Gobierno tendrá que enfrentarse al engañoso bajo nivel de paro. Lo que en realidad se ha producido con las reformas es una redistribución del trabajo existente en condiciones de precariedad. Uno de cada cuatro empleados cobra menos de 9 euros por hora y casi 1,5 millones, menos de 5 euros. Se han perdido 1,6 millones de empleos a tiempo completo, que han sido sustituidos por 3 millones a tiempo parcial. La riqueza está desigualmente repartida y las alzas salariales de 2013 no compensan la contención de años anteriores. Se requieren reformas en el mecanismo de compensación financiera entre los Länder y profundas mejoras en el pacto de solidaridad que se agota en esta legislatura. El pacto beneficia al este, pero ha dejado endeudados a muchos ayuntamientos y comunas en el oeste.
Un informe de la Fundación Bertelsmann confirma que el sistema educativo alemán es uno de los menos integradores de Europa. Además, hay que integrar a los inmigrantes. Más de un millón llegó en 2012, la cifra más elevada en los últimos 17 años.