Desde que comenzó la crisis de la Eurozona, han sido frecuentes dos analogías, especialmente en la prensa anglosajona: por un lado, la comparación con Argentina y sus problemas a comienzos de siglo; y por otro lado, el proceso de federalización de EEUU. Sin embargo, ambas olvidan que la Unión Europea y la Eurozona son estructuras únicas, y estas falsas analogías pueden confundir más.
Al menos eso es lo que defiende el diario griego Ekathimerini, que critica con dureza este tipo de artículos, como el que publicó ayer The Wall Street Journal sobre las lecciones que debía tomar la Eurozona de la crisis de Argentina. Sobre esta comparación, el diario asegura que es excesiva, ya que las paridades o anclajes entre monedas son frecuentes en economía internacional.
La diferencia entre el euro y el peso argentino
Además, defiende que en la Eurozona no se ha hecho un proceso similar, sino que han renunciado completamente a su moneda y adoptado una nueva, por lo que los dracmas, las liras, las pesetas o lo marcos simplemente no existen, por lo que no se puede eliminar una paridad. Así, Argentina devaluó su moneda, mientras que Grecia tendría que introducir una nueva que no sería el dracma de los 90, sería otra divisa a la que pondrían el nombre de dracma.
Esto supone un problema, ya que si llegara el caso de que algún país decidiera romper con el euro e introducir una moneda, sería difícil calcular el valor de la divisa de un Estado en bancarrota. El diario se pregunta si algún país aceptaría esa nueva moneda, especialmente en el caso de Grecia, que a diferencia de Argentina no tiene con qué apoyar esta nueva moneda.
Otro problema de la comparación con Argentina es que en el caso del euro no hay un país extranjero al que esté anclada la moneda. En el caso del euro, la moneda es la parte más importante de una estructura muy complicada de toma de decisiones que se llama Unión Europea. Y como el euro, argumenta Ekathimerini, la UE es una estructura moderna única en la historia y por lo tanto no se pueden realizar comparaciones con base.
De hecho, la UE está basada en la premisa de que cada vez habrá una mayor unión. El proceso se puede parar o ralentizar, pero si se decide dar marcha atrás disolviendo el euro se provocaría una reacción en cadena y un caos que podría acabar con la propia UE. Y ello supone que lo que está en juego ahora mismo para los países es muchísimo más de lo que estaba en juego en Argentina en 2001. Esto no quiere decir que no pueda suceder, pero las consecuencias de que ocurriera serían algo nunca visto, como la propia creación de la UE.
Nada que ver con la estructura de EEUU
En cuanto a la posibilidad de crear unos Estados Unidos de Europa, esta teoría parte de la premisa de que Bruselas se acabará convirtiendo en la capital de un Estado federal al estilo de Washington. Sin embargo, un análisis más profundo del funcionamiento de la UE demuestra que ahora mismo esta estructura es cualquier cosa menos algo parecido a un Estado federal.
En un Estado federal normal, el gobierno central suele ocuparse de la alta política, especialmente defensa, asuntos exteriores y presupuestos; mientras que el resto se ocupa de asuntos como la Educación o la Sanidad. Sin embargo, en la Unión Europea pasa exactamente lo contrario. Los estados miembros son aliados pero no hay ni política común de defensa ni política común de cara al exterior. Y el presupuesto de la UE es un 1% del PIB total de la región. Los estados miembros recaudan sus impuestos y deciden donde gastarlos, y el Pacto Fiscal tan solo pone límites a cuánto se puede gastar.
Además, al contrario de lo que sucede en los estados federales, la UE sí que es responsable de asuntos como la competencia, comercio, patentes o las cualificaciones profesionales, algo necesario para asegurar que un mercado único funciona y se puede cumplir con la premisa de libre movimiento de capitales, bienes, servicios y personas en la que se basa la unión.
De hecho, la mayoría de las decisiones se siguen tomando a través de los responsables nacionales en el Consejo de la Unión Europea, mientras que la Comisión Europea, el supuesto gobierno, solo sugiere directivas a los estados miembros e implementa las decisiones y acuerdos que los gobiernos nacionales toman. Esto es todavía más claro para los miembros de la Eurozona, ya que la institución más poderosa es el Eurogrupo, el conjunto de ministros de Economía y Finanzas de los países miembros.