Economía

Los bancos centrales, víctimas de su éxito: los riesgos de tanto controlar la inflación

Imagen: Archivo

Normalmente se espera que recesiones tan profundas como la actual traigan consigo un retroceso de la inflación. Las expectativas salariales se reducen y las empresas con grandes excedentes se ven obligadas a reducir sus precios para tratar de sacar adelante su stock... Hay muchas razones para esperar niveles mínimos de inflación.

Pero ha resultado no ser así. De hecho, durante la recesión se ha observado una gran estabilidad de precios, señala el FMI, una situación que debería dar pie a los bancos centrales a impulsar aún más estímulos y dejar atrás su obsesión por controlar la inflación.

Una obsesión que ha llevado a las instituciones monetarias a ser víctimas de su propio éxito: controlar los precios, pero no los riesgos derivados de tal control, como desigualdades salariales y aumentos de precio de los activos.

En abril de 2009, señala en un artículo The Economist, el Fondo Monetario Internacional pronosticó que ese año la inflación sería del -0,2% para las economías avanzadas. En cambio, apenas se ha movido en el último ciclo de negocios.

La deflación ha sido el "perro que no ladró", según señala el FMI en su último informe de Perspectivas Económicas mundiales. En el mismo, apunta que la estabilidad de precios apreciada durante la recesión debería permitir a los bancos centrales aplicar una política aún más acomodaticia. En su opinión, "cualquier estímulo excesivo tendrá efectos muy poco significativos sobre la inflación. Esto es, "el temor a un elevado nivel de inflación no debe impedir que las autoridades monetarias apliquen una política muy acomodaticia", concluye.

Algunos economistas sostienen que la estabilidad de precios es el resultado de grandes cambios en el mercado laboral. Salarios y precios no han caído mucho en los últimos años porque muchos desempleados han salido de la fuerza laboral, han dejado de buscar activamente empleo como resultado de unas prestaciones sociales excesivamente generosas y unas habilidades obsoletas.

Otro punto de vista es que la estabilidad refleja la credibilidad de los bancos centrales. Cuando éstos adoptaron en la década de los 80 unos objetivos de inflación bajos estaban manteniendo firmemente ancladas sus creencias sobre el crecimiento futuro de los precios y los salarios. Y esta credibilidad se refuerza a sí misma, señala The Economist. Es decir, si los trabajadores esperan que los precios suban lentamente tienden a no presionar tanto para lograr una subida salarial. Esto ayuda a las empresas a mantener bajos los costes y precios.

Si no se espera que los precios caigan, los empleados están menos dispuestos a aceptar recortes salariales. Anticipándose a demandas salariales, los empresarios son más reacios a bajar precios.

El FMI también explica que como las expectativas de inflación están ancladas, sus vínculos con otros indicadores económicos se han debilitado. En un estudio de 21 países ricos desde la década de 1960, el FMI muestra que los cambios en el desempleo influyen hoy en la inflación mucho menos que en el pasado. Sin la ruptura de esta relación, la economía de Estados Unidos se habría enfrentado a tasas de deflación aproximadamente del 3% como consecuencia de la reciente recesión, señala el FMI.

Riesgos económicos

Mantener anclada la inflación puede ser el mayor logro de los bancos centrales, pero trae aparejado un conjunto de riesgos económicos, argumenta el FMI. La estabilidad económica de la época anterior a la crisis pudo haber alimentado el exceso de endeudamiento que condujo a la crisis financiera. Y otro documento de trabajo del FMI sugiere que mantener controlada la inflación puede aumentar la desigualdad de ingresos mediante la reducción de los salarios al tiempo que permite que el precio de los activos se disparen.

Más precoupante aún, la débil relación entre la inflación y el desempleo podría alimentar la complacencia sobre el incremento del paro. Un brote de deflación podría haber impulsado a actuar más rápido y más decididamente para combatir la recesión. Los bancos centrales son víctimas de su propio éxito, concluye el FMI. Como la inflación ya no es un indicador fiable de la demanda, deberán buscar en otra parte.

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