
Las aguas vuelven a estar revueltas y aunque la situación parecía haberse calmado, las elecciones en Italia han vuelto a azuzar las brasas del Viejo Continente.
De hecho, los expertos de Bank of America Merrill Lynch han rebajado sus expectativas de crecimiento del PIB de la zona euro hasta una contracción del 0,5% este año, una décima más de lo previsto, pero mantienen las expectativas para 2014 sin cambios, con un crecimiento del 0,8%. Una vez más la Europa de dos velocidades amenaza con hacerse aún más evidente.
Es por ello que desde el banco estadounidense suponen que "España probablemente tendrá que solicitar ayuda al Banco Central Europeo, que tendría que activar su programa de compra de bonos (OMT) en algún momento después del verano, cuando las fuerzas de desapalancamiento y el ajuste fiscal se traduzcan en un crecimiento más débil que deterioren las perspectivas fiscales".
En su escenario central, BofAML estima que la presión del mercado provocará que España solicite el rescate durante la segunda mitad del año, cuando la demanda de bonos soberanos "se seque". El banco cita tres razones por las que la oferta de los bonos soberanos españoles superará la demanda:
En primer lugar, sus necesidades de financiación aumentarán drásticamente este año, hasta alcanzar los 71.000 millones de euros, según los cálculos de la entidad.
Ante estas circunstancias, los bancos españoles podrían estar menos dispuestos a prestar apoyo al Gobierno en el caso de que se produzca una rebaja de calificación soberana, ya que esto dificultaría el acceso a liquidez. Al fin y al cabo, las dos agencias que mantienen a España un escalón por encima de la categoría de bono basura han hecho hincapié en la necesidad de que las finanzas públicas se sostengan sobre una base sostenible.
En tercer lugar, los tenedores de bonos internacionales que regresaron a España tras el anuncio del BCE y su supuesta posible compra "ilimitada" de bonos, podrían poner en duda el compromiso de Mario Draghi y sus chicos, si las tensiones del mercado se amontonan sin desencadenar una reacción inmediata por parte del BCE, y posteriormente podría provocar la abstención total de la compra de deuda soberana española por parte de los inversores internacionales.