
La probable victoria de Shinzo Abe en las presidenciales japonesas lleva a los analistas a pensar que el Banco de Japón será más agresivo en un entorno donde sube la bolsa y cae la rentabilidad del bono.
¿Se imaginan que la principal promesa de Mariano Rajoy en las elecciones generales hubiera sido presionar al Banco Central Europeo (BCE) para debilitar al euro e inyectar dosis masivas de liquidez a la economía española? La hipótesis es impensable, pero, salvando las distancias, el debilitamiento de la divisa mediante el uso de políticas monetarias agresivas (incluyendo también tipos negativos) es la bandera que está enarbolando en su campaña electoral Shinzo Abe, presidente del conservador Partido Liberal Demócrata (PLD) japonés, favorito según las encuestas para ganar las elecciones presidenciales que celebra Japón este domingo. De confirmarse el resultado electoral, Abe se convertiría en el séptimo primer ministro nipón en seis años.
"El señor Abe pretende que el Banco de Japón (BoJ) adopte explícitamente una línea mucho más acomodaticia, con inyecciones masivas de liquidez y la fijación de un objetivo de inflación más alto. También quiere sustituir al Gobernador actual por alguien más alineado con esta visión de cómo debe ser la política monetaria nipona", explica Adrien Pichoud, economista de Banque Syz. "Es cierto que, si se adoptan esas medidas, podrían provocar un debilitamiento de la divisa nipona. Pero en numerosas ocasiones anteriores esas esperanzas se han visto decepcionadas, como ocurrió con el movimiento observado a principios de año", concluye.
Los expertos de Bank of America Merrill Lynch estiman que, de continuar el riesgo de que se revierta la situación, seguirán aumentando las órdenes de compra de futuros del dólar contra el yen a tres años, por lo que las posiciones defensivas sobre la divisa nipona seguirán desgastándose. En línea con esta previsión, los expertos de Morgan Stanley recomiendan comprar en el cruce del dólar contra el yen con objetivo en los 92 yenes, alegando que "con la posibilidad de que el BoJ se comprometa con una postura cuantitativa mucho más agresiva, debería catalizar el debilitamiento del yen". Como alternativa, proponen el cruce del peso mexicano contra el yen con objetivo en los 5,97/6,3 pesos, asegurando que "los fuertes fundamentales combinados con un esfuerzo reformista deberían mantener al peso en una tendencia alcista el año que viene". En contraposición, recomiendan vender la moneda japonesa contra una cesta de divisas de países emergentes asiáticos (con objetivo en los 90 yenes), argumentando que el crecimiento generado por las exportaciones se trasladará desde las economías asiáticas en desarrollo hacia las ya desarrolladas "al debilitarse el yen contra sus pares".
Estímulos inevitables
Así pues, una posible intervención del yen no es una cuestión baladí, dado su condición de activo refugio por excelencia en un entorno en el que los inversores están recuperando paulatinamente el apetito por el riesgo. Un yen débil sería más que conveniente para una economía eminentemente exportadora como la nipona, que en los últimos meses ha sufrido por la combinación de un yen fuerte con el creciente sentimiento antijaponés en China -compradora de productos nipones como automóviles de gama alta- debido al conflicto territorial en el que están sumidos ambos países por las islas Diaoyu. Desde Inversis estiman que al ser el futuro Gobierno "muy activo para intervenir directa o indirectamente el yen para que sea más exportador", el debilitamiento de la divisa actuará como el catalizador necesario para impulsar un rally de bolsa, aprovechando la circunstancia de que las empresas niponas están siendo más eficientes, pero sus principales ratios están en mínimos. "Si el yen se mantiene entre los 83 y los 86 dólares, las compañías japonesas crecerán entre un 15 y un 20 por ciento", explica Juan Luis García Alejo, director general de Inversis Gestión.
El antiguo imperio del Sol Naciente llega al término del ejercicio con sus indicadores económicos depauperados: la caída de su PIB del 3,5 por ciento entre junio y septiembre anticipa que el país se dirige hacia la recesión, revelando insuficiente el paquete de medidas de estímulo de más de 8.000 millones de euros que aprobó recientemente el Ejecutivo en funciones. Las perspectivas de futuro, pues, son sombrías: según previsiones del FMI, la economía nipona crecerá al 1,2 por ciento en 2013 y la deuda gubernamental neta se incrementará hasta el 144,7 por ciento frente al ya de por sí elevado 135,4 por ciento de este año (el endeudamiento sobre PIB se ubica en torno al 200 por ciento), todo ello en un entorno deflacionista.
Está claro que el Banco de Japón debe tomar medidas. Pero también es cristalino que ya casi no quedan balas en la recámara de la institución monetaria, después de una década perdida. Al igual que han hecho otros bancos centrales del mundo desarrollado, el BoJ mantiene los tipos de interés históricamente bajos, en el 0,1 por ciento, prácticamente desde 2002 (en esta década el tipo máximo ha sido del 0,5 por ciento, en 2008). La autoridad monetaria se reunirá el próximo 20 de diciembre, y se especula con que anuncie ya un paquete de medidas de choque para reactivar la débil economía japonesa. "Uno de los catalizadores de la volatilidad vista en 2012 es el reconocimiento de que los errores políticos tienen potencial de convertir una situación mala en otra considerablemente peor. Normalmente, los mercados pueden confiar en que el gobierno incremente el gasto público o en que los bancos centrales tomen medidas de alivio para dar asistencia a la economía ante una influencia externa negativa que pueda hacer caer las expectativas de corto plazo", explica Bob Joly, experto de Schroders en macro. Pero también asevera: "Hoy, con muy poco margen de maniobra, el impacto negativo de, digamos, un shock en el precio del petróleo o en política fiscal, sería considerablemente peor de lo normal debido a la carencia de opciones monetarias para tratar con tal impacto". "Japón terminará poniéndose serio en la eliminación de la deflación. Las máquinas de imprimir tendrán que funcionar al doble de su velocidad histórica. El yen será probablemente el mayor herido", concluye Joly.
Pero la divisa no es el único problema. También está la cuestión de la deuda. Desde Morgan Stanley estiman que "Japón ha creado un equilibrio deflacionario estable, que seguirá en escena mientras que pueda financiar su deuda internamente. Sin embargo, el decreciente superávit comercial tendrá que sufrir cambios fundamentales". Tradicionalmente, en Japón ha existido una gran cultura de que la población invierta en bonos emitidos por el Estado nipón como un complemento para sus planes de retiro. Pero la situación ha cambiado, tal y como reflejaba esta semana el Financial Times al advertir de que los bancos nipones tienen demasiada deuda nacional en sus balances. Utilizando datos del Banco de Pagos Internacionales, el diario estimaba que los bancos nipones poseen el equivalente al 900 por ciento de su TIER 1 (porcentaje del capital que tiene que estar dentro de la entidad sobre los principales riesgos contraídos) frente al cien por cien de los bancos estadounidenses a treasuries o el 25 por ciento de los británicos al gilt. La cabecera recogía declaraciones en exclusiva de Nobuyuki Hirano, gobernador del Banco de Tokio-Mitsubishi, admitiendo que los 40 billones de yenes que están en los activos de su banco son la principal preocupación para los analistas: "Un impago de la deuda soberana japonesa tendría un impacto severo en nosotros. Pero necesitamos ser responsables para mantener el mercado en orden".
Hay otra cuestión de fondo que se ha ido colando sigilosamente entre las preocupaciones de los analistas: la demografía. El progresivo envejecimiento de la población y la caída del relevo generacional está provocando que la economía japonesa adolezca de falta de competitividad. En una nota remitida a sus clientes, el presidente de PIMCO (el mayor tenedor de deuda pública del mundo) Bill Gross reflexionaba así: "La demografía es el destino, y como el cáncer, los cambios demográficos de la población se están convirtiendo en un asesino silencioso del crecimiento". Gross explicaba que la combinación de baja natalidad y caída de demanda "han puesto en peligro a Japón, que ha sufrido ya varias década perdidas". Los expertos de Morgan Stanley también prestan atención a la demografía nipona, de la que dicen que "sugiere que su superávit exterior se convertirá en déficit, a no ser que Japón experimente un renacer en la innovación tecnológica, estimulando su productividad y rentabilidad sustancialmente".
En medio de todo este embrollo, la deuda japonesa está siendo la mayor beneficiada. De hecho, se podría hablar hasta de rally, puesto que el papel nipón a una década llegó a ofrecer el pasado 6 de diciembre un rendimiento del 0,695 por ciento, mínimos desde el 12 de junio de 2003. Si se observan las estadísticas, el gráfico de la deuda a una década muestra una clara tendencia bajista (es decir, un incremento de posiciones compradoras, dado que la relación es inversa a la rentabilidad) desde mediados de agosto. Pero más duro habrá sido para quien hubiese entrado en máximos anuales, el 1,052 por ciento al que llegó a cotizar el bono el pasado 15 de marzo. A la luz de todos estos indicadores, la economía nipona está viviendo su particular batalla de Iwo Jima. Sitiada, bombardeada por tropas exteriores y aguantando hasta el límite de sus posibilidades. Queda por ver si sus soldados podrán enarbolar la bandera del estímulo cuantitativo para reconstruir todo lo que ha sido arrasado.
Blanco o negro
En este contexto, parece que la mejor opción para el inversor sería comprar un fondo monetario, es decir, que sólo invierte en divisas (en este caso, en yenes). Pero la realidad es que no hay productos de este tipo a la venta en España. "Probablemente el hecho de que los tipos de interés en Japón estén practicamente nulos no invita a las gestoras lanzar este tipo de productos" opina Fernando Luque, experto de Morningstar.
Para quien confíe en que el mercado japonés todavía tiene recorrido, hay que dejar algo claro por la vía de los fondos de inversión: o blanco o negro. No hay intermedio. Pese al buen comportamiento de la deuda, los productos de renta fija japonesa que están disponibles a la venta en España están en números rojos en 2012, si bien es cierto que al ensanchar el horizonte de inversión hasta los tres años se pueden encontrar rentabilidades anualizadas del 7 por ciento en adelante. El menos bajista es el UBS (Lux) BF JPY P-acc.
El comportamiento de los fondos de bolsa nipona es harina de otro costal. Entre los que invierten en grandes capitalizadas, el más rentable en el año es el Aberdeen Global Japanese Equity D2, que avanza más del 13 por ciento en 2012. Le sigue el Invesco Japanese Equity Advtg C JPY Acc, con un 12,76 por ciento. Ambos poseen la máxima calificación Morningstar, cinco estrellas.