
Si cuando ha ido usted a comprar en los últimos días ha comprobado los precios, seguro que lo ha notado. En efecto, el precio de los alimentos está subiendo. Es el IVA, habrá pensado. Y no le falta razón, pero hay mucho más.
Según publica hoy elEconomista Alimentación, la nueva revista digital de la editorial Ecoprensa, nos enfrentamos a una tormenta perfecta: además del incremento de la carga fiscal, las materias primas se han disparado hasta máximos históricos, el transporte sube como consecuencia del incremento del precio de los carburantes y la industria tiene que soportar por si fuera poco un aumento del recibo de la luz.
La voz de alarma la dio el pasado mes de agosto el presidente de Nestlé, Peter Brabeck-Letmathe -"nos enfrentamos a una crisis por la subida del precio de los alimentos peor que la de 2008", aseguró- y parece que se está cumpliendo. La peor sequía en EEUU desde 1956 ha provocado que este año se produzcan 31 millones de toneladas de trigo menos, lo que unido a una crisis de desabastecimiento en Rusia, también por razones climáticas, está encareciendo los precios. "No queda más remedio que subirlos", aseguran en la industria alimentaria española.
Reunión de urgencia del G-20
La preocupación es tal que Francia, que ostenta la presidencia del Sistema de Información de Mercados Agrícolas (Amis), ha solicitado una reunión de urgencia de los ministros de Agricultura del G-20.
Amis es el mecanismo creado en 2011 por las 20 mayores potencias económicas para hacer un mejor seguimiento de la producción mundial de alimentos, pero todo indica que no se está aprendiendo de los errores del pasado, porque a la peor sequía en décadas en los países exportadores, se están uniendo movimientos especulativos con las materias primas blandas, lo que ha provocado que las cotizaciones del maíz, el trigo, el azúcar y la soja se hayan disparado sin freno.
En lo que llevamos de año, la soja ha subido ya, por ejemplo, un 40% y el trigo un 35%. Y el problema es que esto ha salpicado además a las materias primas cárnicas, a los huevos o a los productos lácteos. Suben los cereales e inmediatamente lo hace el pienso para el ganado y a continuación los alimentos que se venden al consumidor. Tanto es así que este año el coste del ganado vivo ha establecido un nuevo precio récord en los 131,25 dólares por libra, mientras que los productos porcinos han llegado a cotizar a menos de 10 dólares de su récord. Y eso repercute inmediatamente en el precio de la carne y de muchos otros productos, como los huevos.
Pero es que además de la fuerte subida de las materias primas a nivel internacional, en España estamos asistiendo al encarecimiento de muchos productos característicos de nuestra cultura gastronómica. Es el caso, por ejemplo, del aceite, que también está batiendo todos los récords. El precio en origen del aceite de oliva lampante ha aumentado más de un 40 por ciento en las últimas semanas, hasta alcanzar los 2,40 euros/kilo, lo que podría encarecer el precio que pagan los consumidores.
El precio en los últimos años, a estas alturas, ha rondado siempre los 1,65 o 1,70 euros, muy por debajo del nivel actual. El problema es que, según explican las fuentes del mercado consultadas por elEconomista Alimentación, el 85% del precio final de la botella de aceite viene determinado por el coste en origen del aceite de oliva lampante, por lo que esta "brusca" subida en el corto plazo podría suponer un incremento significativo en el importe que pagan los consumidores.
Las cadenas de supermercados e hipermercados está aguantando el tirón para no repercutir las subidas en la medida de lo posible. Pero cada día es más difícil.