Economía

La crisis de la Eurozona dará paso a un nuevo problema más devastador: Japón

Este verano, los líderes europeos y los inversores privados se han dado cuenta por fin de que la crisis de la Eurozona es el resultado de profundos problemas políticos, económicos y financieros que tardarán años en resolverse. Su impacto se ha dejado notar no solo en Europa sino también en todo el mundo.

Pero lo peor en otros países está por venir. "¿Quién podría ser el próximo en sufrir una notable pérdida de confianza en sus perspectivas de crecimiento, deuda soberana y sector bancario? Piense en Japón", señalan en un artículo en The Atlantic Peter Boone, director de Salute Capital Management y profesor visitante de la London School of Economics y Simon Johnson, del Instituto Peterson de Economía Internacional.

La economía japonesa registró una década perdida en los noventa. Pero hoy es un país rico con bajo desempleo y su sector privado no está quebrado de ningún modo. Pero el gobierno de Japón es también hoy uno de los más endeudados del mundo, con una deuda del 235,8% del PIB.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón construyó un sistema financiero a semejanza de Europa y Estados Unidos. La intermediación financiera le ayudó a impulsar un crecimiento sin precedentes para los empresarios y a fomentar una auténtica acumulación de riqueza para la clase media en expansión.

Adoptar un sistema financiero moderno también le permitió pedir prestadas grandes sumas de dinero de los inversores. Este año, el gobierno japonés tiene que emitir deuda por valor del 59% el PIB. Es decir, por cada 10 dólares que genera la economía de Japón, el gobierno tendrá que pedir prestado 6.

En este contexto, alrededor de la mitad del presupuesto anual del gobierno japonés va al pago de pensiones y a los pagos de intereses de la deuda. A medida que el gobierno ha gastado más y más para proteger a su creciente población de edad avanzada, los ahorradores japoneses han financiado las cada vez mayores deudas del sector público.

Teniendo en cuenta el declive demográfico de Japón, con una población cada vez más envejecida, "tendría sentido invertir los ahorros nacionales en el extranjero, en países donde las poblaciones son más jóvenes y siguen creciendo, y los rendimientos del capital son, sin duda superiores", explican los autores del artículo. Estas otras naciones deberían ser capaces de devolver los préstamos al ser más ricas, suministrando algunos de los fondos necesarios para cumplir con las promesas de pensiones en Japón y otras obligaciones. Esta es la estrategia que Singapur y Noruega, por ejemplo, han llevado a cabo en las últimas décadas.

En cambio, el gobierno japonés está utilizando el ahorro privado para financiar gastos corrientes, tales como las pensiones y el pago de los salarios. Con proyectados déficits presupuestarios anuales de entre el 7 y el 10% del PIB, los ahorradores japoneses están esencialmente ofreciendo sus ahorros a cambio de la deuda pública de nueva emisión, respaldada sólo por una población envejecida de contribuyentes.

Una situación difícil

El declive demográfico de Japón será difícil de revertir, e incluso en el mejor de los casos, los efectos positivos de la inversión no se dejarían sentir durante décadas, piensan los autores del artículo.

En caso de llegar, la crisis en Japón se manifestaría probablemente con un colapso de la confianza en el yen. "En algún momento los ciudadanos japoneses decidirán que no vale la pena el riesgo de tener ahorros en cualquier activo denominado en yenes".

A continuación, las tasas de interés subirán, la posición de capital de los bancos, compañías de seguros y fondos de pensiones empeorará (porque todos tienen bonos de largo vencimiento, que pierden valor cuando las tasas suben), y surgirán los temores de insolvencia.

"Japón tiene unos buenos amortiguadores contra calamidades", apuntan Boone y Johnson, especialmente sus activos fuera del país (incluyendo más de 1 billón de dólares en reservas en moneda extranjera) y su capacidad inigualable para exportar. Sin embargo, el valor real de los cerca de 14 billones de dólares en bonos del gobierno caerá significativamente una vez las personas sean plenamente conscientes de que la base fiscal está envejeciendo y disminuyendo. Es de suponer que el yen se deprecie también, tal vez bruscamente.

El hecho de que la deuda pública esté básicamente en manos de los ciudadanos japoneses no tranquiliza demasiado. Hoy en día los ahorradores italianos y otros europeos que tienen deuda de su propio gobierno intentan salirse de la misma. Al igual que en Europa, el sistema financiero de Japón podría enfrentar una ola de insolvencias, lo que podría provocar una pérdida general de confianza.

En este contexto no solo se haría patente que Japón no puede cumplir con su plan de pensiones y otras obligaciones sociales. Los inversores también se horrorizarían al ver la desaparición de los ahorros privados, -usados anteriormente para comprar deuda pública- ya sea a través de impagos de deuda y quiebras bancarias o por medio de una alta inflación. "Nadie puede predecir el momento en que todo esto ocurrirá, pero sin una trayectoria fiscal más responsable, esto puede suceder de un momento a otro", añaden los expertos.

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