Barack Obama cerró ayer la Convención Nacional Demócrata en Charlotte, Carolina del Norte, como el presidente ?invisible? que ha sembrado la decepción a lo largo y ancho de Estados Unidos. Al menos esta fue la imagen que los republicanos se esforzaron por ofrecer al electorado la semana pasada durante su presentación en sociedad de Mitt Romney como su candidato oficial a la presidencia del país.
Sin embargo, durante los últimos días, el Time Warner Cable Center en el escenario idóneo para que los apoyos del mandatario, especialmente el ex presidente Bill Clinton, recordasen a los ciudadanos que su periplo en la Casa Blanca está lleno de logros históricos y que, de cara al futuro, es capaz de reactivar el engranaje económico de EEUU.
"La clave central de esta campaña no es ser el líder transformacional que Obama prometió en 2008, sino más bien un manitas capaz de coser parches en los agujeros económicos de la nación", explica Larry J. Sabato, politólogo de la Universidad de Virginia. "Dado el estado actual de la economía, el papel de manitas podría ser suficiente si la nación finalmente decide pasar de Obama", añade.
Al fin y al cabo, el presidente camina sobre una delgada línea que todavía podría proclamarle como otro de los históricos mandatarios económicos, al nivel de Franklin Roosevelt en 1933 y Ronald Reagan en 1981, o relegarle al club de un sólo mandato, como sucedió con Jim Carter. De momento, con una economía que creció un 1,7 por ciento en el segundo trimestre del año y una tasa de paro del 8,3 por ciento, la carrera a su reelección se promete complicada. Sin embargo, pese a que el jefe del Ejecutivo estadounidense no haya conseguido instaurar una sólida recuperación a este lado del Atlántico, cierto es, que su gestión durante la crisis financiera fue impecable.
Nada más asumir su cargo, en el momento culmen de la crisis financiera mundial, Obama aprobó el programa de Alivio de Activos con Problemas (TARP por sus siglas en inglés) y también conocido como el rescate de los bancos, cuyo coste ascendió hasta los 700.000 millones de dólares y que su predecesor, George W. Bush, promulgó en octubre de 2008. Poco después, en febrero de 2009, el demócrata convenció al Congreso para que aprobase un paquete de estímulo valorado en 787.000 millones de dólares para crear nuevos puestos de trabajo, ampliar las prestaciones por desempleo, y reducir los impuestos.
Dicha fórmula, según el partido republicando, no ofreció los resultados esperados, debido a la mala planificación llevada a cabo por la administración Obama. Aún así, según un estudio elaborado por Daniel Wilson, de la Reserva Federal de San Francisco, el programa de estímulo ayudó a crear o conservar hasta 3,4 millones de puestos de trabajo, en línea con las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO por sus siglas en inglés).
En medio de estos acontecimientos, el presidente demócrata también tomó la polémica decisión de obligar a los fabricantes de automóviles General Motors y Chrysler a someterse a la suspensión de pagos bajo la protección de las leyes de bancarrota del país. Esa fue su condición para que el Gobierno y los contribuyentes proporcionasen la financiación necesaria para que ambas compañías llevasen a cabo una reorganización y recuperasen la rentabilidad de sus operaciones.
Ambas empresas renacieron de sus cenizas poco después. Chrysler, que ahora forma parte de la italiana Fiat, recuperó su rentabilidad, al igual que GM, que volvió a debutar en la bolsa de valores en 2010. Sin embargo, el gobierno probablemente perderá dinero en estos dos rescates, según indica la revista The Economist en su último número.
Posteriormente, en marzo de 2010, Obama con la ayuda de Nancy Pelosi, por aquel entonces presidenta de la Cámara de Representantes, consiguió que el Congreso de EEUU aprobase la ley de reforma sanitaria, cuyo objetivo es la protección del paciente y el acceso de los ciudadanos a un seguro médico asequible. El plan proyecta que se amplíe la cobertura a un total de 32 millones de ciudadanos estadounidenses.
Dicha reforma tendrá un coste aproximado de 940.000 millones de dólares durante la próxima década y la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que reducirá el déficit por en alrededor de 143.000 millones de dólares durante ese período. Por supuesto, el objetivo de Mitt Romney es derogar dicha ley durante sus primeros 100 días en la Casa Blanca.
Cabe recordar, además, que cuatro meses después de la reforma sanitaria, Obama consiguió rubricar el proyecto de ley de reforma financiera en el Congreso. Dicho proyecto, del que todavía hoy se perfilan detalles, ofrece al gobierno federal nuevos poderes para regular Wall Street y crea una Oficina de Protección Financiera del Consumidor.
En materia de empleo, el presidente presentó en septiembre del año pasado el conocido como "Acto de Empleos Americanos", un programa de estímulo adicional valorado en 447.000 millones de dólares. La legislación incluyó una extensión y ampliación del impuesto sobre la nómina, junto con las inversiones en infraestructura y educación. Ese mes, el presidente también concretó los acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Colombia y Panamá, que el Congreso ratificó en octubre, según recuerdan desde el Consejo de Relaciones Internacionales.
En lo que a empresas se refiere, Obama envió al Congreso un plan legislativo a comienzos de este año con el objetivo de impulsar el crecimiento de la pequeña empresa y eliminar obstáculos a la hora de crear de empresas. Además apuesta por reducir la tasa impositiva a las empresas del 35 por ciento actual hasta el 28 por ciento. A ello habría que sumar el establecimiento de un impuesto mínimo sobre los ingresos de las multinacionales extranjeras para desalentar la reubicación de la producción en el exterior y fomentar la repatriación de beneficios a suelo estadounidense.
El pasado mes de julio, Obama dejó clara su intención de extender los recortes fiscales de la era Bush para el 97 por ciento de los individuos cuyos ingresos se sitúen por debajo del umbral de los 250.000 dólares pero no a las rentas más altas del país. El presidente señaló que ha reducido los impuestos para las pequeñas empresas en dieciocho ocasiones y reducido el coste fiscal de una familia de clase media en 3.600 dólares desde su elección en 2008.
A día de hoy, Obama podría ser o no calificado un "manitas" de la economía estadounidense, pero con 22 meses consecutivos de creación de empleo y un país que todavía se salva de una nueva recesión, a no ser que el Congreso no haga nada por remediar el posible despeño por el brusco ajuste fiscal que se avecina a finales de año, es cierto que la administración demócrata ha hecho todo lo posible por garantizar la recuperación de la primera economía del mundo durante los cuatro últimos años.