Economía

Rodrigo Rato, de ministro milagro a chivo expiatorio de la crisis bancaria española

Rodrigo Rato

Acudirá al Congreso la próxima semana para intentar lavar su imagen ante el escándalo Bankia.

La caída de Bankia toma un nuevo impulso en el Congreso, donde unos cuantos pesos pesados tendrán que comparecer para para dar explicaciones sobre la crisis que desembocó en la nacionalización de la entidad, entre ellos Rodrigo Rato, Elena Salgado y Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Este último tiene cita el martes de la próxima semana, junto con el exsecretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, mientras los dos primeros comparecerán el jueves 26, la misma jornada en la declararán el expresidente de Catalunya Caixa, Narcís Serra, y el de Caixanova, Julio Fernández Gayoso, según ha acordado la subcomisión parlamentaria del Frob.

Pero el plato fuerte sin duda es Rodrigo Rato, que ha pasado de ser el ministro milagro a chivo expiatorio de la crisis bancaria actual en poco más de diez años. La caída de Bankia le ha colocado contra las cuerdas, hasta tal punto de haber sido inculpado de cinco delitos por el magistrado de la Audiencia Nacional Fernando Andreu por el caso Bankia.

Antes de su probable comparecencia en los tribunales, en el caso de que finalmente se le considere imputado, Rato intentará lavar su imagen pública en la Cámara Baja. Previsiblemente, el que fuera director gerente del FMI dará su visión de los hechos y defenderá su gestión al frente de Bankia.

La indignación es más que patente en una sección del PP por el trato que se ha dado a quien fue el referente claro de los gobiernos de José María Aznar y que escaló hasta la dirección general del Fondo Monetario Internacional. Los defensores de Rato apuntan todos, según distintas fuentes, hacia el ministro de Economía, Luis de Guindos. Le acusan de la caída y algunos, incluso, la vinculan a cuestiones personales ante un futuro relevo de Mariano Rajoy al frente del partido o, incluso, de un Gobierno tecnócrata. Argumentan que Rato era un candidato claro por su carrera profesional y por sus relaciones en el exterior.

Su talento se ha desperdiciado, explican en algunos ámbitos políticos. Y ponen de manifiesto que durante todos estos años, Rato se ha mantenido muy leal al partido y que ahora su figura y su prestigio se ha desplomado. El malestar de esta facción se ha incrementado después de comprobar que la salida de Rato de Bankia y su nacionalización no ha servido para mejorar la situación del sector y del país, sino todo lo contrario. Muchas son las voces, incluida la del FMI, que el derrumbe de la entidad ha obligado a España a pedir un rescate a Europa, lo que ha disparado la prima de riesgo y ha dificultado enormemente la capacidad para financiarse.

La petición de 19.000 millones por parte de los nuevos gestores de Bankia ha dejado en evidencia a un sector que estaba en el punto de mira de los mercados y disparado las alarmas sobre la situación del resto de entidades.

Oportunidad para explicarse

Rato irá al Congreso para defender, como ya lo ha hecho ante los suyos (como en Caja Madrid, donde sigue siendo presidente), que Bankia no tiene tal agujero y que no necesita tal cantidad de recursos públicos. Su plan, que fue aprobado por el propio Ministerio de Economía días antes de la dimisión forzada, contemplaba una solicitud de recursos del Estado tres veces inferior -6.500 millones-.

Pero el expresidente del grupo también tendrá que responder a las preguntas de los diputados sobre la salida a bolsa, donde ahora miles de pequeños ahorradores acumulan pérdidas, de determinadas indemnizaciones, créditos a consejeros, el papel y su relación de auditor, además del equipo que se rodeó para pilotar la mayor entidad que opera en España. Una tarea nada sencilla.

El viacrucis de Rato será largo. Se enfrenta a un largo proceso judicial, cuyo pistoletazo de salida se producirá previsiblemente el lunes, cuando el juez Andreu decida sobre las medidas adoptadas contra Bankia y los 33 consejeros hasta ahora inculpados. El exministro, como el resto de sus colaboradores, se enfrenta a una querella por estafa, apropiación indebida, falsificación de cuentas, administración fraudulenta y maquinación para alterar el precio de las cosas.

A su favor cuenta con la presión ejercida por el Banco de España y el Gobierno socialista para que Bankia saliera a bolsa en un momento crítico para el país. La operación se había convertido en una cuestión de Estado. La confianza en su figura y gestión eran claves para atraer inversores.

Estos en su inmensa mayoría finalmente fueron nacionales. Los extranjeros, en plena crisis de deuda soberana, descartaron su participación en la compra de acciones. Tenían dudas sobre la situación, ya no de la entidad, sino del sector y de España en su conjunto. Y cuestionaban la politización existente en los órganos de gobierno de Bankia, como el resto de las antiguas cajas de ahorros.

Rato mantenía en los consejos a gran parte de antiguos representantes, tanto del PP como del PSOE. Lo mismo ocurría en determinados puestos del escalafón ejecutivo. Había fichado a un número dos, Francisco Verdú, cuya talla para gestionar un grupo tan importante por volumen de activos, había sido puesta en cuestión, incluso, por el Banco de España. Personajes como Juan Chozas, Ángel Acebes o Manuel Lamela estaban presentes en el organigrama de Bankia, su matriz BFA o de las participadas. También nombres vinculados a políticos del PP: Santiago Alarcó, excuñado del propio Rato; Nieves Alarcón, esposa de Francisco Granados; Claudio Aguirre, primo de Esperanza Aguirre; o Carmen Cavero, cuñada de Ignacio González. Algunos de ellos tendrán también que responder ante la justicia en los próximos meses.

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