César Muñoz Acebes
Washington, 7 jul (EFECOM).- Hacer buenas acciones ya no requiere abnegación y sacrificio, sino simplemente estar dispuesto a pagar un poco más por un producto con la etiqueta de "comercio justo", un negocio que mueve miles de millones de dólares al año.
"Tenemos el poder, a través de nuestras compras, de transformar el sistema económico del mundo, para hacerlo más equitativo y justo para todos", según Shannon Howard, fundadora de "Esperanza en acción" en Managua, una organización cuyo propósito es garantizar un salario "justo" a los artesanos con los que trabaja.
En otra época, idealistas como Howard se adscribían a las teorías de Karl Marx y Friedrich Engels, o seguían los dictados de Mao Tse-tung. Hoy en día han encontrado una forma de explotar el pasatiempo favorito de los estadounidenses, irse de compras, para una buena causa.
Como a los pensadores comunistas, a los partidarios del "comercio justo" también les hace hervir la sangre la existencia de fabricas atestadas de trabajadores, oscuras y malsanas, donde se explota a los pobres del Tercer Mundo.
Pero, en lugar de la revolución, han montado un sistema alternativo de comercialización que elimina a los intermediarios, paga más a los trabajadores y se rige por principios de no discriminación y respeto al medio ambiente.
La fórmula se ha transformado en un negocio muy lucrativo. En Estados Unidos las ventas de productos con el sello de "comercio justo" pasaron de los 125 millones de dólares de 2001 a 359 millones de 2004, según los últimos datos de la Federación de Comercio Justo.
En todo el mundo, la facturación superó los 1.400 millones de dólares, de acuerdo con la Asociación Internacional de Comercio Justo, que atribuye el nacimiento del movimiento a la venta en Reino Unido de artesanía de refugiados chinos por parte de la organización Oxfam a finales de los 50.
Sin embargo, ya no es dominio exclusivo de asociaciones humanitarias. A este tren se han subido grandes redes como las cafeterías Starbucks, que compra 11,5 millones de libras de café de "comercio justo" al año en EEUU.
También vende granos "justos" el minorista Wall Mart, lo que supone un cambio para una cadena conocida por usar su capacidad de compra para presionar a sus abastecedores para pagarles lo mínimo.
Uno de los beneficiados de este nuevo concepto es el nicaragüense Ronald Cardosa, de 20 años, que abastece de collares de cuentas de madera y bolas de colores a "Esperanza en acción".
Cardosa también acude con su bisutería al parque central de la ciudad de Granada, donde compite con vendedores que adquieren su mercancía al menor precio posible. "El que gana es el intermediario y el artesano nada", se quejó.
"Esperanza en acción" cuenta con la única tienda de "comercio justo" en Managua, que ofrece cuencos, ropa y cruces con los nombres y apellidos de quien los elaboró.
Por ella pasó recientemente un grupo de presbiterianos de Michigan, que como otras delegaciones eclesiales y de voluntarios de EEUU acudió a Nicaragua a asomarse a la mitad pobre del mundo.
"La gente en Estados Unidos no se da cuenta de que muchas personas no reciben un salario justo por lo que hacen", señaló Julie Firck, de 23 años, uno de sus miembros.
"Me gusta ver la foto de la persona que hizo el objeto y poder leer su historia", dijo, por su parte, Carrol Wallace, de 56 años, quien encabezaba el grupo.
La personalización de los productos es una de las características del "comercio justo". "Los consumidores buscan un vínculo. Quieren saber de qué forma su compra beneficia a alguien", explicó Mary Morrison, directora ejecutiva de la Red de Recursos de Comercio Justo, una organización educativa de Washington.
El grupo en Managua se llevó silbatos de cerámica con forma de pájaro, cestos de agujas de pino y cuadros de volcanes.
Howard estableció su precio tras documentar cada paso necesario para elaborarlos, el tiempo y esfuerzo invertidos, y el costo de los materiales para los 34 grupos de artesanos con los que trabaja.
En total, más de 1.000 personas se benefician del mercado creado por "Esperanza en acción", según Howard.
Y a otros tantos miles en EEUU las rosas les deben parecer más bonitas en su florero de "comercio justo" nicaragüense. EFECOM
cma/mla
(Con fotografía)
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