Economía

La idea de una moneda única seduce a la izquierda latinoamericana

  • Pretenden crear una arquitectura financiera propia, lejos de la crisis del capital
Hugo Chávez, presidente de Venezuela. Foto: Reuters

Crear una moneda única ha sido la idea de los presidentes con los discursos más altisonantes de América Latina. Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega han clamado por esto desde la Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas), el grupo que crearon en 2004 para oponerse a Estados Unidos y que integran Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Antigua y Barbuda, San Vicente y Las Granadinas y Dominica.

Buenas intenciones

Una unión monetaria al estilo del euro, al que han usado como ejemplo, aunque con matices sobre temas como el mercado y la soberanía nacional. La idea ha sido criticada desde el Fondo Monetario Internacional. Aún así, el bloque ha avanzado: crearon el Banco de la Alba en 2008 y, un año después, el Sucre -Sistema de Compensación Regional de Pagos-. "El Sucre apunta a una moneda. Eso nos va a dar soberanía", ha dicho Chávez. Pero sus volúmenes de intercambio distan de parecerse a los de los grupos más consolidados, con Colombia o Brasil como punteros.

El grupo desea crear una "nueva arquitectura financiera regional", alejada de los entramados de la crisis del capitalismo. La idea es que esa moneda única no sólo tome como referencia la cotización del dólar, sino la del euro, el yen, el yuan, el rublo y los commodities.

En la práctica, están más cerca de la dependencia de la renta petrolera. El acercamiento de los países al Alba, de hecho, se produjo con la creación en 2005 de Petrocaribe, un acuerdo impulsado por Venezuela mediante el cual ese país vende petróleo subsidiado a 17 naciones caribeñas. Es la iniciativa que aglomera más voluntades. Al Banco de la Alba, en cambio, sólo se han sumado 5 de los 8 países que componen el acuerdo y en su página web el único proyecto que se detalla es el del financiamiento de Venezuela a la importación de productos bolivianos.

La Alba asegura en su informe de gestión que en 2011 exportó el equivalente a 77.870 millones de euros (102.336 millones de dólares). La cifra es cuadruplicada por el intercambio comercial del Mercosur y superada en un 6 por ciento por la Comunidad Andina de Naciones, los otros dos grandes bloques económicos de la región.

El Sucre es, por ahora, un sistema de pagos no obligatorio basado en la compensación de las monedas de los países involucrados. Con esta figura, en 2011 sólo se intercambiaron 206 millones de euros. Todavía es pronto aún para ver los resultados del Ecoalba, el espacio económico que acordaron durante su última cumbre, en febrero.

Intereses encontrados

Hay 13 acuerdos de integración vigentes en el continente americano, algunos con más vocación política que económica. La Alba es uno de los más recientes. Los países que confluyen en él tienen varios compromisos que atender: Nicaragua tiene obligaciones con el Mercado Común Centroamericano; República Dominicana con Estados Unidos; Ecuador y Bolivia responden también a la Comunidad Andina; las islas caribeñas tienen su propia asociación y Venezuela se empeña en ingresar al Mercosur.

Es un signo de debilidad de la Alba tener tantos intereses y vínculos fuera de ella, analiza Elsa Cardozo, exdirectora del Instituto para el Estudio de la Democracia de Nueva York. "Es un organismo con carácter ideológico de izquierda, que ha sido comprado por algunos gobiernos y sectores de América con intereses en su propio desarrollo económico", añade Régulo Finol, experto en comercio internacional y docente de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela.

Para que prospere una zona económica común y una eventual moneda única hay varias condiciones que cumplir, muchas de ellas contravienen las posturas que mantiene los miembros de la Alba. La primera sería reducir el control gubernamental sobre el comercio exterior y la propiedad pública de grandes industrias y respetar la propiedad privada, algo difícil en Cuba o Venezuela, por ejemplo. Le seguiría reducir las altas tasas de inflación para impulsar el consumo interno y diversificar las exportaciones basadas en criterios competitivos, una contradicción en países que critican a los mercados. Aumentar el comercio intrazona, intercambiar algo más que petróleo (77 por ciento de lo que transan entre sí), favorecer las desgravaciones arancelarias y tener legislaciones comunes para promover la inversión extranjera o la solución de controversias son los pasos que seguirían para crear el marco de una política comercial común.

Es una tarea de larga data, advierte Josette Altmann, directora del Observatorio de la Integración Regional Latinoamericana. "Más aún si mira la experiencia europea", remacha. "Lo que sí se facilitará con el Sucre serán las compras no dolarizadas a través de monedas locales compensadas. Debe tenerse claro que no tiene la pretensión de transformarse en un 'euro' latinoamericano".

La observación contrasta con lo dicho por presidentes como Correa o Chávez, que abogan por una mayor cuota de soberanía frente a las grandes potencias a través de la integración monetaria. Una alianza ideológica y defensiva sobre la que algunos de sus miembros -en especial las islas angloparlantes-, aunque se benefician, tienen reservas.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky