
En Toronto, una de las diez primeras plazas financieras mundiales, que atrae a traders stars de Nueva York y Londres desde la caída de Lehman, esta historia sigue haciendo sonreír.
Unos meses antes del inicio de la crisis de las subprime, en 2007, el principal directivo de un banco estadounidense se inclinó, durante un foro, hacia Ed Clarke, presidente y director general del TD Bank (Toronto-Dominion), para decirle en voz baja: "En Estados Unidos ya estarías en la calle por no arriesgar lo suficiente". Cuatro años después, la prudencia de los seis grandes bancos de Canadá y demás instituciones financieras genera muchas envidias en Estados Unidos.
Sin duda, reconoce Janet Ecker, exministra de Finanzas de Ontario, los bancos canadienses no ganaron tanto dinero en su momento con los productos derivados como sus competidores estadounidenses. Pero han superado la crisis de 2007-08 sin grandes dificultades. "2011 ha sido un muy buen año para los bancos canadienses", reconoce Julie Dickson, superintendente de las instituciones financieras de Canadá (BSIF), el organismo encargado de vigilar a los bancos y aseguradoras.
Pero, en enero de 1995, el Wall Street Journal hablaba de un país "en quiebra" y calificaba a Canadá de "miembro honorario del tercer mundo". Eso sirvió de detonante.
En los 90, "peor que Italia hoy"
Canadá también se vio afectado por el contragolpe de la crisis de Lehman Brothers. Pero gracias a los excedentes presupuestarios acumulados durante los años anteriores, pudo lanzar un plan de recuperación masivo, que le permitió salir relativamente rápido de la recesión. Hoy en día, presenta un déficit público del 5% del PIB, pero el regreso al equilibrio está previsto para 2015. "Nuestro país puede permitirse el lujo de tener déficit", dice Stephen Gordon, de la Universidad Laval de Quebec.
Para entender cómo Canadá ha podido conseguirlo, es necesario retroceder hasta 1990. El país se debatía entonces en una crisis muy próxima a la que conoce ahora Europa. "Una situación peor que la de Italia hoy en día", recuerda Maurice Marchon, profesor de HEC Montréal. El déficit presupuestario superaba el 9% del PIB en 1992. La deuda pública estaba por encima del 100 por cien. En octubre llegó el hachazo: Standard & Poor's retiró la triple A, ya que al deterioro de las cuentas corrientes se añadía una inquietud política, ligada a las reivindicaciones autonomistas de Quebec. Moody's siguió la misma línea, degradando la nota sobre la deuda.
Hubo que esperar diez años - la primavera de 2002 - para que el país recuperase su puesto. El crecimiento económico y las riquezas de su subsuelo, colmado de hidrocarburos y minerales, contribuyeron sin duda a esta regularización. Pero Canadá recuperó la triple A, en primer lugar al precio de una "disciplina presupuestaria férrea", recuerda John Manley, el entonces ministro de Industria del Gobierno liberal de Jean Chrétien.
Frente a una crisis de la amplitud de la que conoció Canadá a principios de los años 90, "no existen recetas milagrosas sino un abanico de soluciones", resume Roland Lescure, primer vicepresidente de la caja de depósitos e inversiones de Quebec.
Plan de choque
Para Janet Ecker, como para John Manley, nombrado en 2001 "hombre del año" por la edición canadiense de Time Magazine, la opinión sobre el país procedente del exterior sirvió de detonante. En enero de 1995, el Wall Street Journal titulaba uno de sus artículos con un Canadá en quiebra, y calificaba a su vecino del norte de "miembro honorario del tercer mundo". Ese paralelismo con la terrible crisis del peso que golpeaba a México creó una auténtica onda de choque. En lugar de protestar, los canadienses se arremangaron. El Gobierno de Jean Chrétien se basó incluso en dicho artículo para explicar a los canadienses la necesidad de reducir su gasto presupuestario..
Canadá optó por reducir drásticamente la función pública, sin aumentar los impuestos de una manera insoportable para las empresas. Jocelyne Bourgon, que de 1994 a 1999 fue la encargada de reformar la función pública, recuerda que, bajo el Gobierno de Brian Mulroney, "el objetivo fue el tradicional do more with less con el resultado de reducir todos los programas de igual manera". Pero esto tuvo "graves efectos perversos" al reducir la capacidad de intervención de los programas útiles.
El balance es impresionante: 47.000 puestos de funcionarios suprimidos (20%). "Esto permitió eliminar, en tres años, el déficit y proporcionar "ventaja" a Canadá durante 15 a 20 años", se felicita Bourgon. Ottawa implantó un sistema de ayudas para la recolocación de los funcionarios.
Pero todo esto no basta para explicar el éxito del país. Si existe la excepción canadiense, quizá tenga que ver con una economía que asocia el capitalismo al estilo anglosajón a una forma de socialismo suave. "Canadá ha adoptado un sistema híbrido, con un mercado laboral menos reglamentado, pero una Seguridad Social de inspiración europea", subraya Alain Dubuc, editorialista de La Presse.
Una especie de tercera vía que pasa por un sistema de jubilación original a base de fondos de pensiones: sólo con las cotizaciones sociales (el 9,9% de los sueldos) y el producto de las inversiones, garantiza la jubilación mínima a 4 millones de canadienses (salvo Quebec). "Es un plan de jubilación administrado por el Gobierno pero sin recurrir al presupuesto del Estado", explica Donald Raymond, vicepresidente de la Oficina de inversiones del Régimen de pensiones de Canadá (RPC).