Economía

Merkel y Sarkozy se enfrentan al más difícil todavía: salvar unidos un trimestre crucial

  • El problema húngaro podría crear un conflicto sistémico

La reunión que mantienen hoy el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, en Berlín, supone el verdadero arranque político de 2012, un año que se presenta no sólo con los mismos problemas que 2011, sino más, debido al riesgo de desaparición de la preciada triple 'A' francesa, la inacabable crisis griega e, incluso, el nuevo frente abierto en Hungría, con el ultraconservador Viktor Orbán.

Sarkozy tiene previsto llegar a la cancillería en la capital alemana a las 11:30 locales (10.30 GMT) y mantener un encuentro de dos horas con Merkel, antes de que ambos comparezcan ante la prensa.

Oficialmente, el almuerzo de trabajo de hoy se centrará en la preparación del Consejo Europeo del 30 de enero, en lo que viene siendo ya una clásica reunión para cerrar la posición franco-alemana de cara a la negociación con el resto de los socios europeos. Además de la gestión de la impertérrita crisis de la deuda, los dos líderes deben cerrar el futuro tratado internacional entre los Veintiséis, cuya firma debería producirse en la Cumbre de Bruselas prevista para el 1 y 2 de marzo, que se centrará en el empleo.

En la mente de los alemanes está aún caliente el recuerdo del cortometraje emitido por la cadena alemana ARD a comienzos de año en una particular versión del humorista Udo Eling del clásico Cena para uno (1963), en la que los dos mandatarios celebran la 90ª cumbre para salvar el euro, en la que no llegan ninguno de los invitados. Durante la cena sólo están presentes la madame Merkel, anfitriona poderosa e indiscutible, y su mayordomo francés Nicolas, que se esfuerza en que ella tenga todo lo necesario y le jalea los brindis por las víctimas políticas de la crisis: José Luis Rodríguez Zapatero, Silvio Berlusconi y Lucas Papandreu.

'Triple A', Grecia, Hungría...

En ese escenario, el presidente francés viaja a Berlín con la tarea pendiente de colocar 8.000 millones a largo plazo, aunque haya salido triunfante de su primera emisión de bonos y con la certidumbre de que las agencias calificación aplicarán este mismo mes a su máxima nota sus particulares recortes. La vuelta de las vacaciones de los traders se espera en los despachos europeos cruzando los dedos. Standard and Poor's y Moody's prevén pronunciarse "a principios de enero", mientras que Fitch ya bajó la perspectiva de Francia a negativa, al considerar insuficiente el acuerdo sobre el pacto fiscal adoptado los días 8 y 9 de diciembre en Bruselas, dejando solo a Reino Unido.

El eje franco-alemán deberá además tirar de imaginación para enfrentarse al drama griego, cada vez más cerca de la salida del euro. El primer ministro griego, Lucas Papademos, ha advertido de la posibilidad real de una suspensión de pagos en marzo, si patronal y sindicatos no llegan a un acuerdo sobre bajada de salarios, pues los donantes internacionales están a punto de cerrar el grifo de la ayuda.

Francia quiere además arrancar de Alemania su compromiso para la creación de un impuesto sobre las transacciones financieras este mismo año, con el objetivo de "dar ejemplo", adelantándose así al calendario fijado por la Comisión europea, que apuntaba a un horizonte de 2014. Pero, además, deberán gestionar el problema húngaro, que amenaza con crear un conflicto sistémico en toda la UE. El Gobierno del díscolo Orban ha solicitado al Fondo Monetario Internacional y a la Unión Europea negociar "sin condiciones previas" la concesión de ayuda financiera, después de que el Tesoro húngaro no haya logrado cumplir su objetivo de colocación en una subasta de letras a un año.

Hungría, además de su deriva antidemocrática, se enfrenta a la necesidad de refinanciar este año unos 5.000 millones de euros de deuda, en gran parte relacionada con el rescate de 20.000 millones por parte del FMI y la UE recibido en 2008.

Por otra parte, Merkel y Sarkozy tienen que cerrar sus posiciones sobre el texto a debate en el seno del grupo de trabajo donde están reunidos representantes de los Veinteséis estados, la Comisión, el Consejo y el Parlamento, éste en calidad de invitado, lo que no ha impedido proponer enmiendas para incluir una hoja de ruta hacia la mutualización de la deuda, algo que sigue rechazando la canciller. La Comisión y la Eurocámara defienden que el tratado intergubernamental tenga duración limitada de 5 y 7 años, respectivamente.

Por su parte, frente a una Francia más preocupada en que el texto sea corto y refleje sólo lo básico de las decisiones, Alemania está centrada en que el valor del futuro texto tenga todo el peso de un tratado internacional de primer nivel. Además, ha propuesto que el nuevo tratado entre en vigor cuando 15 estados miembros de la zona euro lo ratifiquen, elevando así el número previsto de nueve que contemplaba el primer borrador presentado por los servicios jurídicos del Consejo. Berlín quiere que los estados se comprometan a ratificar, junto a este tratado, la puesta en marcha del mecanismo permanente de rescate, que debería estar listo para julio, con una capacidad de intervención de 500.000 millones.

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