
Rajoy en su mejor versión. Esa es la imagen que nos ofreció ayer el futuro presidente del Gobierno. Un Mariano sólido, firme, con las ideas claras y bien estructuradas, midiendo los tiempos, sólido en la exposición inicial y contundente en las respuestas. Parece como si la rotundidad de su victoria le hubiera quitado ese complejo de "segundón" que ha acompañado su figura durante la larga travesía del zapaterismo.
Eso, en cuanto a la forma, porque en el fondo, el discurso de investidura admite muy pocos reproches. Definió la situación con realismo, anunció medidas concretas, con prioridades y para todos. Eliminó los triunfalismos, prometió esfuerzo y honestidad, pidió a los ciudadanos una versión actualizada del "sangre, sudor y lágrimas " churchilliano, pero acompañada de fundamentadas esperanzadas y, sobre todo, transmitió dos mensajes claves para encauzar la recuperación: consenso con el principal partido de la oposición y diálogo transparente con todos los sectores de la sociedad.
Las lagunas
Sólo dos ausencias significativas en la puesta de largo de Rajoy: un programa de incremento de los ingresos estatales para compensar el aumento del gasto derivado de la revalorización de las pensiones y la pérdida recaudatoria por sus compromisos con los autónomos y pymes; y la definición de su estructrura del Gobierno.
En el primero de los puntos, diputados del círculo más cercano al líder popular comentaban que el paquete de ingresos se pospone para enero, una vez que la Comisión Europea dé a conocer su Prospectiva Anual de Crecimiento, mientras que no descartaban tener que recurrir a una subida de dos puntos en el IVA , para igualarnos a la media de la UE. Pero sólo si es imprescindible para evitar un hipotético problema de falta de liquidez o si lo manda Europa. Ahora "no es la intención" subir el IVA , aseguraban, parafraseando al jefe, pero...
Y respecto a la estructura del Gobierno, pues su omisión en el debate de ayer responde a una estrategia informativa deliberadamente planificada: "Que los cambios del Gobierno no difuminen las medidas anunciadas en los titulares de los periódicos y de los informativos".
Pero salvo eso, poco más se atrevían a decir los que pintan algo en el equipo de Rajoy. Si acaso, confirmar que serán "diez o, seguramente once" las carteras ministeriales y que podrían conocerse hoy, en el transcurso del debate o a su término.
Y será hoy, una vez investido por las Cortes Generales cuando Mariano termine de perfilar la alineación con la que afrontará la decisiva "Champions" de la crisis. Un equipo capitaneado por Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta política y en el que salvo sorpresas estarán Alberto Ruiz Gallardón, Esteban González Pons, Ana Mato, Ana Pastor y en el que la gran duda sigue siendo el "hombre gol" para la Economía, aunque ayer la mayoría de las apuestas en el Grupo Popular eran para Cristóbal Montoro.
El propio portavoz económico del PP parecía ayer convencido de su nombramiento. Sereno, sonriente y con su acostumbraba cordialidad, ni asentía ni negaba, pero al consabido argumento de que "Mariano siempre ha sido leal con quienes le fueron fieles en los momentos difíciles", se añade el hecho de que el nuevo ariete de la Economía tendrá entre sus tareas prioritarias la de apretar el cinturón a las autonomías, y para eso "se necesita un hombre del partido, que tenga autoridad sobre los barones regionales".
Candidatos como Luis de Guindos, González Páramo o García Margallo no están del todo descartados, pero cada vez suenan menos entre los escaños populares.
Los ministros
Otro fijo en las quinielas era ayer Miguel Arias Cañete, pero no para Exteriores, sino para Agricultura, la única cartera que Rajoy desveló como segura en su Gobierno. Cuando durante su reciente visita a París, el Gobierno francés le atribuyó erróneamente la cancillería española, los dirigentes populares recuerdan que el viaje de Cañete era para negociaciones relacionadas con la PAC, la Política Agrícola Común. Todo un indicio.
Y, de confirmarse, es probable que, con Montoro y Ana Pastor, sean los únicos que repetirían carteras. "Mariano no quiere muchas caras del pasado", me aseguraban, lo que descartaría a Federico Trillo.
Y para Trabajo, los ojos miran ahora hacia Cataluña y apuntan a Jorge Fernández Díaz, vicepresidente del Partido Popular , inspector de trabajo y un hombre que ha hecho toda su carrera política de la mano de Rajoy, con quien fue director general de Administraciones Públicas. Y teniendo en cuenta que una de las prioridades del nuevo Ejecutivo es la reforma laboral, no suena descabellado. Y si no es Trabajo, alguna otra cartera es probable que le caiga, "porque el lobby de Cataluña está presionando para que haya un ministro catalán en el Gobierno".
Y, respecto a la, a partir de hoy, leal oposición, pues sólo decir que Pérez Rubalcaba estuvo en su papel, mantuvo el tipo, recogió el guante de la colaboración en los grandes temas de Estado, especialmente en materia de terrorismo, y fue beligerante ma non troppo en algún tema puntual como la política energética, en la que le volvió a salir la vena antinuclear de su partido y las reformas fiscales. También aprovechó para loar la gestión realizada por el presidente todavía en funciones. Un Rodríguez Zapatero que, por cierto, no se levantó para aplaudir al portavoz. Alfredo solo tuvo palmas de compromiso y sin entusiasmo desde el banco azul. Y es que, ahora, su batalla no está en el Parlamento, sino en la sede de Ferraz.