
Las prisas no son nunca buenas consejeras, y menos si de vender se trata. Ha sido el fallo de la Generalitat catalana, que se ha visto con el agua al cuello en esa política suya de ahorro a toda costa y no ha dudado en desprenderse de 26 de sus inmuebles (el objetivo es quitarse hasta 37 antes de que acabe la semana) no al mejor postor, sino al único postor y al precio que sea.
Así el Gobierno de Artur Mas aprobó el martes la oferta de 450 millones de euros de las firmas británicas de inversión Moor Park y Och-Ziff, aunque probablemente ampliará un mes el plazo de venta para "profundizar en estas ofertas", según ha asegurado el portavoz del Ejecutivo autonómico, Francesc Homs.
El Gobierno catalán quedará como inquilino de los mismos pagando unos 37 millones de alquiler al año. La Consejería de Economía ha asegurado que la operación "no era mala" en un contexto tan difícil como el actual, pero lo cierto es que no ha habido más postores. O sí, pero se han retirado.
Vendieron vino a precio a de vinagre
Las operaciones se han llevado con el mayor secretismo posible ya que los fondos hasta ahora interesados le han dado finalmente calabazas por la complejidad que supone que muchos de estos inmuebles sean de uso dotacional y por el riesgo de que la Generalitat no cumpla sus compromisos de pago como inquilino. Y para muestra, no hay más que mirar el agujero que tiene en el sector farmacéutico.
El refrán popular habla de 'Pregonar vino y vender vinagre', pero Artur Mas ha hecho lo contrario, vender vino (del bueno) a precio de vinagre (del malo).