
Eric Stark Maskin no se anda por las ramas ni pone paños calientes al debate sobre la crisis económica mundial y su temido efecto dominó. "Sí, veo un riesgo significativo de entrar en recesión".
El PIB tanto de Europa como de EEUU puede decrecer en los próximos años y, aunque no lo hiciera, el desempleo no bajará lo suficiente como para apuntalar una seria recuperación", sentencia el prestigioso economista estadounidense, premio Nobel de Economía en 2007 y responsable de la inauguración, ayer, del congreso internacional Salamanca S3F.
¿Qué debe hacer Europa para salir del atolladero?
En mi opinión, lo más urgente es que los gobiernos tomen conciencia de que deben relajar la política monetaria e introducir medidas de estímulo que generen confianza.
En otras palabras: aumentar el gasto público, fomentar bajas tasas de interés... Exactamente, lo contrario de lo que están haciendo Grecia, España, Italia...
No lo digo yo, lo dice la teoría económica: en tiempos de recesión, cuando la demanda retrocede, hay que estimular la economía aumentando el gasto público. Créame cuando le digo que, si los gobiernos hubieran escuchado las lecciones de la Historia y las de otras crisis pasadas, quizá ahora no estaríamos sumidos en este atolladero que dura ya más de tres años.
¿Considera, entonces, un error el empeño de países como España por reducir la cifra de endeudamiento a toda costa?
Para mí, el énfasis de la eurozona por recortar el gasto público es contraproducente y perjudica la recuperación económica, ya que la respuesta lógica de los productores pasará por cortar los índices de producción, lo que llevará a un aumento de la tasa de paro y provocará a su vez una reducción de la recaudación por vía de impuestos, lo que de nuevo puede conducir a un mayor estrangulamiento financiero... Es decir, un círculo pernicioso que resulta extremadamente difícil de romper.
Un lío del que no nos sacará ni la mismísima Angela Merkel...
No hay que olvidar que cada Gobierno europeo tiene sus problemas internos, sin contar con las tensiones añadidas del rescate griego, o las amenazas de un eventual socorro de Italia o España. Pero, aunque los tres países sufren la crisis, han llegado a ella por distintas razones, y en el caso de Grecia, por haber maquillado sus cuentas durante años, sin que Europa pusiera ningún remedio o mecanismo de control.
¿Es partidario de dejar caer a Grecia, rendirse a la evidencia de una quiebra del país?
Abandonar a Grecia por completo sería una medida demasiado extrema, por sus consecuencias para otros países. Pero estoy convencido de que hay que ir a una quita de la deuda helena, y una cifra del 50 por ciento como la que se maneja parece bastante razonable.
¿Y para España? ¿Qué medidas sugeriría a un hipotético gobernante que quisiera coger el toro por los cuernos?
Relajar la política monetaria puede no ser suficiente para España, los gobiernos deben ser más activos fiscalmente, apostar por tipos de interés bajos, competitivos, que insuflen confianza. El problema de la deuda es un problema a largo plazo, pero el de la recuperación económica es urgente, vital. De hecho, para que la eurozona sobreviva, la política fiscal y de gasto público de los países europeos debería ser centralizada, igual que lo está ya la política monetaria.
¿Qué le parece la protesta popular de los 'indignados' que estos días se lanzan a las calles del mismísimo Wall Street, donde la crisis empezó?
Tienen todo el derecho del mundo a protestar, porque las crisis económicas las pagan antes, y en mayor medida, quienes menos tienen. Pero creo que las manifestaciones y las medidas de protesta no se están haciendo en el lugar adecuado, ya que el problema no es de Wall Street, sino de quienes lo dirigen, es decir, de los gobernantes que no supieron -o quisieron- regular y supervisar los desmanes de ciertas entidades, que operaron sin control.
Los gobiernos culpan a los mercados, a las agencias de 'rating'... Y los mercados señalan a los gobiernos. Y, en el medio, las víctimas colaterales, ¿no?
Por desgracia, así es, pero una recesión económica es siempre, absolutamente siempre, el fracaso de un Gobierno.