
La teoría económica de la ilusión fiscal ilustra las dificultades que tienen los contribuyentes para relacionar el volumen de impuestos que pagan con los servicios públicos que tienen derecho a exigir debido a la complejidad burocrática de un sistema tributario en el que pagas a tres niveles administrativos diferentes: Estado, autonomía y municipio.
Tal vez, la teoría política debería acuñar una nueva definición de ilusión fiscal, entendida como la capacidad de los gobernantes para crear en la opinión pública la sensación de que pagan menos impuestos aun siendo esta afirmación completamente incierta.
Bajadas de impuestos irreales
Y es que la tozudez de las cifras deja muy a menudo en evidencia el entusiasmo de los discursos. Si atendiéramos a los mensajes que los gobernantes trasladan diariamente a la opinión pública, los españoles deberíamos felicitarnos por pagar cada año menos impuestos que el anterior. Pero, ¿es eso cierto? Según los datos de la Intervención General del Estado, rotundamente no.
Desde que José Luis Rodríguez Zapatero accediera al Gobierno, allá por principios de 2004, y 2006 -último ejercicio para el que existen datos cerrados- la presión fiscal ha crecido alrededor de un 7 por ciento, pasando del 33,93 por ciento al 36,52. Es decir, en 2006 los españoles pagábamos 2,59 euros más en impuestos por cada cien euros que producíamos que tres años antes.
El IRPF sube
Es cierto que buena parte de esta subida se debe al incremento del tráfico comercial, especialmente de las importaciones, que han dejado durante estos últimos años un buen puñado de recursos en las arcas públicas. Pero también es verdad que los impuestos que directamente soportan los ciudadanos, como el IRPF, han incrementado su peso. Sólo en 2005, lo hizo en un 4,5 por ciento, y eso que el Gobierno había aprobado una deflactación de la tarifa que, supuestamente, debía absorber el impacto del incremento de la inflación.
Peor lo han tenido las empresas. Al compás de la bonanza de los beneficios empresariales, el porcentaje de los ingresos por Impuesto de Sociedades sobre el PIB ha aumentado un 35 por ciento. Al menos, las cotizaciones sociales se han mantenido al mismo nivel.
Responsabilidad compartida
Pero no se puede mirar sólo al Gobierno de la Nación para explicar esta escalada de la presión fiscal, que, aunque no nos ha puesto al nivel de la media europea (en el entorno del 40 por ciento), se ha elevado a un ritmo que cuadriplica el del resto de nuestros socios en la zona euro, informa Servimedia. Y eso es perder competitividad.
Hablando de responsabilidades compartidas, a los impuestos estatales sólo se les puede culpar de menos de la mitad del incremento de la presión fiscal sobre los españoles en este periodo. Si el peso de los impuestos estatales sobre el PIB ha crecido un 7 por ciento entre 2003 y 2006, el de los autonómicos lo ha hecho un 18 por ciento. Algo no demasiado de extrañar si se tiene en cuenta que buena parte de sus ingresos dependen del mercado inmobiliario. Lo mismo ocurre con los ayuntamientos, que, eso sí, con más años de experiencia en la gestión de impuestos propios han subido la presión fiscal sobre sus conciudadanos una media de un 8 por ciento.