Economía

La espantada de Stark desata una tormenta en las bolsas y en el euro

Jürgen Stark

La dimisión del economista jefe alemán pone en jaque la credibilidad de la institución emisora. Los parqués europeos se hunden un 4% y la moneda única cae al nivel más bajo desde febrero.

La guerra sin cuartel que se libra en el seno del Banco Central Europeo (BCE) asestó ayer un severo revés a la línea de flotación del euro y en los mercados financieros. La divisa europea retrocedió a 1,3647 dólares, el nivel más bajo desde el 22 de febrero. También cedió ante el yen, colocándose a 105,44. Las bolsas, por su parte, reaccionaron muy negativamente al desenlace de las tensiones en seno de la autoridad monetaria europea y al nuevo empeoramiento de la situación económica de Grecia.

El castigo más duro lo recibió Milán, cuyo índice retrocedió un 4,93 por ciento, mientras que el Ibex 35, en Madrid, recortó un 4,44 por ciento. La Bolsa de Franckfort perdió el 4 por ciento y el CAC parisino registró una caída del 3,60 por ciento. El mercado que salió mejor parado de esta nueva jornada negra fue Londres ya que el FT cedió "sólo" el 2,35 por ciento.

Porque en la batalla a cara de perro entre quienes apuestan por recuperar la ortodoxia que hasta la crisis envolvía las intervenciones de la institución y aquellos que quieren prolongar las medidas extraordinarias se cobró ayer una víctima demasiado ilustre para hacer borrón y cuenta nueva.

Se trata del economista jefe del banco emisor, Jürgen Stark, el halcón de los halcones, que adujo "motivos personales" al presentar la dimisión al presidente de la institución y anunciar que abandona el cargo antes del final de su mandato, fechado el 31 de mayo de 2014.

Su renuncia pone negro sobre blanco la división interna que continúa atentando contra el prestigio y la capacidad de maniobra con que cuenta la autoridad monetaria del Viejo Continente. Aunque principalmente sume a la divisa común en una crisis sin precedentes al constatar que la única institución capaz de preservar la Unión Monetaria anda tan a la deriva como los Estados miembros.

Salvavidas para España

El BCE, de hecho, constituye el único salvavidas del euro que puede comprar deuda en el mercado secundario. Compras con el objetivo de rebajar los diferenciales del riesgo país y suavizar el acoso con que los especuladores castigan a los socios más débiles como los rescatados Grecia, Irlanda y Portugal, y los que como Italia y España también siguen en el punto de mira de los especuladores.

Máxime cuando la entrada en vigor de las nuevas facultades con que los líderes europeos dotaron al fondo de rescate continúa todavía pendiente de diversos flecos, mientras las capitales siguen enconadas en una maraña de exigencia y trámites burocráticos que amenaza con cercenar la viabilidad de la segunda intervención sobre Atenas. Esas renovadas facultades permitirían al instrumento de asistencia financiera hacerse con títulos de los socios al borde del abismo, pero, de momento, sólo el banco emisor puede asumir semejante rol de apagafuegos.

La brecha en el corazón de la entidad comenzó a cristalizar a raíz de que la institución empezara a adquirir papel en el secundario durante la primavera de 2010. Ya en febrero del ejercicio en curso, el BCE sufrió un duro mazazo al ver cómo también dimitía el, a la sazón, gobernador central del Bundesbank, Alex Webber, y principal candidato a relevar al presidente de la autoridad monetaria del euro, Jean Claude Trichet. El motivo, el abandono de la ortodoxia a propósito de la compra de bonos.

La caja de los truenos

Desde entonces, los rumores y, más aún, las certezas que envuelven las disensiones en el Consejo de Gobierno del banco emisor se solapan sin solución de continuidad. Tanto que, el jueves, Trichet no quiso hacer gala de su habitual flema para torear los dardos envenenados dirigidos a la entidad y abrió la caja de los truenos al responder con inusitada ira a las alusiones de un reportero alemán sobre las críticas germanas.

"A esa gente le diré que nuestro mandato consiste en garantizar la estabilidad de los precios, un mandato otorgado por las 17 democracias del euro, y lo hemos cumplido impecablemente", respondió el presidente de la institución, quien hosco reiteró nuevamente: "Impecablemente".

La contundente réplica formulada por Trichet, sin embargo, no se detuvo ahí pese a su virulencia, sino que se recrudeció para consumar un verdadero tirón de orejas al núcleo duro alemán del BCE. "Me gustaría mucho escuchar las felicitaciones a una institución que ha proporcionado estabilidad de precios en Alemania durante más de 13 años, en torno al 1,55 por ciento, mejor de lo que se ha conseguido en ese país a lo largo de los últimos 50 años", sentenció el gobernador de la entidad emisora.

La ira de Trichet debió avivar más si cabe si cabe los ánimos del ala radical y ortodoxa del banco, encarnada por los consejeros germanos y fundamentalmente por el halcón entre los halcones, el economista jefe Jürgen Stark, contrario a cualquier operación extraordinaria de la autoridad monetaria del euro.

Así lo constata, al menos, la renuncia de éste último, que ayer desató un tsunami de incalculables efectos sobre el mercado. Por el puesto del que cesa, a raíz de lo que implica su dimisión y a propósito del golpe que asesta al prestigio de la entidad emisora.

Stark, quien se mantendrá en el cargo hasta que la institución le encuentre un sucesor adecuado, ejerce como economista jefe del BCE, una labor fundamental para Berlín, que exige contar con un germano en este estadio del escalafón del banco.

Porque al margen del presidente y gobernador central de la entidad, el economista jefe marca la pauta de la gestión que despliega la institución. En mayor medida incluso que el propio vicepresidente.

Y ahora, a raíz del abandono anunciado por Stark, se abre una nueva guerra sin cuartel entre los Gobiernos para aupar al cargo a sus respectivos candidatos frente, eso sí, a la exigencia oficiosa mantenida por Berlín de contar con un germano en este puesto estratétigo al que la todopoderosa Alemania no renunciará.

Quiniela de sucesores

A falta de confirmación oficial, Reuters adelantó que el viceministro de Finanzas alemán, Joerg Asmussen, sustituirá al actual economista jefe en el comité ejecutivo del banco emisor. Un relevo que, según el procedimiento habitual, debería materializarse a fin de año.

La renuncia de Stark alienta también el ánimo de unos especuladores que se sirven de anuncios como el de ayer para amasar capital a coste de los Estados a punto de despeñarse. El mercado sabe que el Viejo Continente acaba de perder fuelle, vigor y prestigio en su respuesta frente la crisis de deuda e intentará maniatar a las presas más débiles. Por si no bastara, con su economista jefe actual se irá buena parte de la credibilidad que atesora la institución monetaria. El BCE pasa por una entidad que debe actuar colegiadamente y la dimisión del economista germano vuelve a constatar con luz y taquígrafos las dificultades del banco emisor para desenvolverse como un todo. De hecho, Stark se convirtió en uno de los cuatro miembros de la autoridad monetaria de la zona euro que votó en contra de la polémica decisión adoptada en agosto por la institución y que dio el pistoletazo de salida a la compra de títulos españoles e italianos.

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