
Las vacaciones del presidente de Francia se han visto sacudidas por las turbulencias de los mercados y los temores a una nueva recesión. Con un pie en el Elíseo y otro en la casa de su esposa, Carla Bruni, en el sur de Francia, Nicolas Sarkozy está ultimando un plan adicional de ajuste con el que busca contentar a los mercados, asegurar el cumplimiento de los objetivos de déficit y reforzar el crecimiento.
"Francia no lo tiene nada fácil, las nuevas medidas deben centrarse en racionalizar el gasto, propiciar un ajuste en los ingresos y asegurar el crecimiento en un entorno debilitado", explica José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi, a elEconomista.
La ralentización del PIB galo y las dudas sobre el cumplimiento de las previsiones de crecimiento han obligado a Sarkozy a orquestar un plan de ajuste fiscal para 2012 que, según los expertos, debe rondar los 20.000 millones de euros. Francia es uno de los motores de Europa y el segundo que más peso tiene en el PIB de la UE (el 21 por ciento) y por ende es el segundo país que más aporta a los rescates. Las dudas sobre su capacidad para reducir su déficit y hacer frente a sus deudas ponen en peligro su aportación al fondo del rescate en una situación tan delicada como la actual, en la que se han disparado las alarmas por Italia y España.
Así, las dudas sobre el futuro de su triple A y los acuerdos de convergencia económica alcanzados con Alemania llevaron a Sarkozy a bajarse de su bicicleta y poner en marcha una batería de medidas que hoy dará a conocer. Pese a que las tres agencias de calificación ratificaron la nota gala, los fuertes ataques que sufrió el sector bancario francés, uno de los más expuestos a su deuda nacional, llevó al gobierno de Sarkozy a acelerar las medidas para asegurar el cumplimiento de los objetivos de déficit.
¿Demasiada deuda?
Aunque el nerviosismo mostrado por el mercado parece exagerado, lo cierto es que Francia es una de las economías más endeudas de los seis países todavía mantienen la Triple A. El déficit galo en 2010 fue del 7 por ciento del PIB, lo que le situó entre los 10 países con mayor desequilibrio fiscal de la Unión Europea (UE), más cerca de Grecia (9,5 por ciento) que de Alemania (2 por ciento), con el que pretende liberar una convergencia económica y liderar un proceso de unificación fiscal con mayores controles a los presupuestos. La deuda pública gala es del 80 por ciento del PIB, un poco más baja que la alemana, pero aún así, una de las más altas de entre los motores de la UE.
Francia es uno de los países, junto con Italia y Alemania, que quieren incluir en la constitución el límite de déficit del 3 por ciento y que ha respaldado la idea de suprimir las ayudas a aquellas economías que no hayan cumplido con el límite en 2014. Por ello, Sarkozy debe asegurarse que es el primero que cumple con los requisitos y eso que, con las elecciones en primavera, no está en su mejor momento para acometer dolorosos recortes.
Las previsiones de la UE están en línea con las que ofreció el Gobierno francés cuándo anunció el plan de ajuste de 45.000 millones de euros. Según explicó la por aquel entonces ministra de Economía Christine Lagarde, el déficit de Francia para 2011 sería del 6 por ciento, lo que está por encima de los cálculos europeos que hablan de un déficit del 5,8 por ciento. Pese a la buena marcha de los recortes y el cumplimiento de los objetivos, el frenazo de la economía gala por la contracción del 0,7 por ciento del consumo interno, lo que se ha traducido en un aporte negativo del 0,2 por ciento al PIB, y la caída de las exportaciones por la moderación del mercado exterior, ha puesto en duda que los objetivos vayan a seguir cumpliéndose.
Sarkozy prometió que en 2013 cumpliría con el déficit pero los economistas, entre los que se encuentra Laurence Boone, de Bank of America Merrill Lynch, aseguran que sin nuevos recortes (que deben estar entre los 17.000 y los 20.000 millones) Francia no llegará a la barrera del 3 por ciento hasta 2014. Los ajustes hablan de incrementar los impuestos a los grandes beneficios y a los ricos, de suprimir alguna de las desgravaciones fiscales y de recortar el gasto público.
Esta última medida es una arma de doble filo para la economía francesa. El sector público galo supone más del 20 por ciento del PIB y un recorte muy severo podría suponer un duro golpe para la evolución económica del país, lo que dañaría la recuperación del desempleo (en junio llegó al 9,7 por ciento, una décima más que el registrado en mayo) y acabaría por hacer inviable cumplir tanto las previsiones de crecimiento del 2,25 por ciento para 2012 como el objetivo del 3 por ciento de déficit para 2013.