
¿Qué fue de todos aquellos jóvenes que en los años 70 empezaron a preocuparse por la polución y el agujero de la capa de ozono? Probablemente, muchos estén hoy consumiendo energía sin ton ni son y sin acordarse de que algún día lucharon por salvar al planeta verde. No le ocurrió lo mismo a Jeremy Rifkin, uno de los asesores que forman parte del equipo de José Luis Rodríguez Zapatero para darle consejo sobre su programa electoral en materia de medio ambiente.
Y es que si ahora forma parte de ese comité de sabios en el que quieren apoyarse las filas del Partido Socialista, la carrera de este estadounidense y su relación con el medio ambiente empezó mucho antes. De hecho, él fue unos de esos jóvenes que en los 70 se empezaron a preocupar por el progresivo deterioro del planeta. A partir de ahí, Rifkin comenzó a ganar prestigio y, poco a poco, se fue colando entre las bambalinas de la política.
De hecho, él fue uno de los principales asesores del que, años después, se ha convertido en el gran gurú del cambio climático: Al Gore. Siendo vicepresidente de Estados Unidos en la época Clinton, Rifkin fue uno de los que empezó a despertar el gusanillo del desarrollo sostenible en el posterior candidato demócrata a la presidencia. Después de 37 años viviendo en su país, decidió cruzar el charco y volcarse en el Viejo Continente, donde ejerció como asesor para personajes como Romano Prodi y José Sócrates.
Ahora le toca el turno con el Gobierno de Zapatero, con las elecciones a un tiro de piedra. Pero, ¿cuáles son las teorías de esta americano de Colorado para que, a sus 62 años, siga jugando en la primera división del medio ambiente mundial? En más de 30 años de profesión, se podría hablar de muchos planteamientos, pero el as en la manga que se guarda Rifkin es el hidrógeno. Según explicaba en su libro La economía del hidrógeno, el estadounidense considera que este gas es "el combustible eterno". De este modo, se desmarca de la mayoría de los expertos en energía, que apuestan por la nuclear como única alternativa real, algo a lo que Rifkin es absolutamente contrario.
Sin embargo, no sólo se ocupa del piensa en verde puro y duro, sino que también es muy conocida su teoría sobre el trabajo y la productividad. Con su libro El fin del trabajo, publicado en 1995, consiguió convertir su teoría económica sobre la relación entre la reducción de la jornada laboral y el aumento de la productividad en todo un best seller mundial traducido a más de 30 idiomas. Con esta agenda en su bolsillo, en la que alterna sus visitas a Bruselas con las reuniones con los ministros y presidentes de turno, a Rifkin todavía le queda tiempo para presidir Foundation on Economic Trends y para dar clase en la Wharton School, dependiente de la Universidad de Pensilvania.