Economía

Las quejas más usuales de una vivienda: la delincuencia, la contaminación y la falta de luz, los principales problemas

"Se vende piso. Zona tranquila. Muy luminoso". Miles de anuncios de venta y alquiler de viviendas utilizan reclamos similares para atraer la atención de los potenciales compradores. Y no es un asunto menor, sobre todo si se tiene en cuenta que hay millones de españoles que padecen en sus hogares muchos de estos problemas.

¿Quién no se ha quejado alguna vez del ruido de los vehículos que pasan cerca de su casa? O lo que es peor, de las molestias que causa un vecino: música alta, fiestas hasta bien entrada la madrugada, tacones intempestivos... Por no hablar de ese olor no siempre agradable generado por la última aventura culinaria del vecino de abajo: ¡otra vez pescado!

El ruido, la queja más frecuente

A esta realidad le pone cifras el Instituto Nacional de Estadística. Los datos son de 2006. Entonces había en España más de cuatro millones de hogares que sufrían problemas de ruido, o lo que es lo mismo, unos doce millones de personas, si se toma como media tres habitantes por casa.

En la mente, con toda probabilidad, esa señora mayor que reprocha a alguno de sus jóvenes vecinos los ruidos que provocan. Pues no. Venciendo los prejuicios, la realidad es que son precisamente los menores de 30 años los que más sufren los decibelios.

En concreto, casi un tercio de los hogares conformados por jóvenes se quejan del ruido, mientras que en el caso de los mayores de 65 años la proporción es de uno de cada cuatro. Las protestas por el ruido tienen en gran medida nombre de mujer, un problema para el 34,4 por ciento de ellas, frente al 25,4 por ciento de los hombres. Y también están localizados geográficamente, sobre todo en la Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares y Madrid.

Los ricos lloran más

El Gobierno ha sido sensible al principal problema de los hogares españoles con la aprobación del Documento Básico de Protección frente al Ruido, ligado al Código Técnico de la Edificación. Sin embargo, no es el único. La segunda queja es la delincuencia y los problemas de vandalismo, que afectan a tres millones de familias. En tercer término, aparece la contaminación y otros problemas relacionados con el medio ambiente, que padecen dos millones y medio de hogares y, en cuarto lugar, irrumpe la falta de luz suficiente, que es una realidad de casi dos millones de viviendas.

Y si en los 80 se hizo popular la serie Los ricos también lloran, veinte años después la realidad es que siguen llorando, y más que la gente que menos gana. La prueba es que entre quienes tienen una renta inferior a los 14.000 euros al año el volumen de quejas es mucho menor que entre aquéllas que superan esa cantidad. Los pobres lamentan en mayor medida la falta de luz de sus casas, mientras que los de más recursos ponen el énfasis en el ruido y, también, en el vandalismo.

El adosado, la mejor solución

El paraíso, claro está, se encuentra en esas casas solitarias en mitad del campo. Y si no se puede ir tan lejos, no es mala solución un chalé adosado. Son las ventajas de no tener vecinos, o de tenerlos relativamente lejos para que los ronquidos o los olores puedan desvanecerse en la distancia.

En esos casos, apenas hay problemas en uno de cada tres hogares. Sin embargo, para quienes han de vivir en un edificio con más gente, son más las familias que padecen algunas incomodidades que aquéllas que se libran de ellas. Y a más vecinos, más quejas.

Los problemas del alquiler

Pero el rey de los problemas es la familia que vive de alquiler. Su eterno debate es para qué gastar dinero en acondicionar una vivienda de la que pueden ser desalojados en cualquier momento. "Que arregle la casa el propietario," piensa el inquilino, "que para eso es suya". "Que la reforme quien vive en ella", piensa su dueño, que siempre mantendrá que él la hubiera cuidado mejor. Esta eterna disputa se traduce en que, mientras el 55,3 por ciento de las familias que tienen su propia vivienda no padecen problemas, entre quienes no son dueños de su hogar la cifra se reduce al 48,7 por ciento.

Y es todavía peor para los que tienen, eso sí, la suerte de pagar renta antigua. No todo iban a ser ventajas, ¿verdad? El peaje a abonar por ese privilegio se traduce, por lo general, en un piso más antiguo y, de forma pareja, en más quejas, ya que apenas cuatro de cada diez hogares en esa situación no advierten ningún aspecto que deteriore su día a día.

Sol, precios baratos y ¡ruido!

¿Por qué chillan los españoles? Quizá sea ésta la pregunta que se hagan muchos ciudadanos europeos, y cada vez son más los que han decidido pasar buena parte del año, sino toda la jubilación, en España. Para quienes han atravesado los Pirineos en busca del sol español, la delincuencia y la contaminación no son un problema tan acuciante como para los españoles, pero lo que no soportan es el ruido.

Así, mientras algo más de una cuarta parte de las familias españolas protesta por los excesos de decibelios, entre los europeos el nivel de quejas llega al 37 por ciento. Seguramente no echan de menos los cortos días de sus países de origen, ni las bajas temperaturas que sufren en ellos, ni los precios caros que han dejado atrás, aunque quizá no por mucho tiempo... pero estarían encantados de que la tranquilidad que abandonaron cuando la lengua de Cervantes no irrumpía en sus oídos viajara con ellos a España. Sin embargo, no se puede tener todo en la vida. La suerte de vivir en España tiene, también, sus inconvenientes.

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