
Solo, fané y descangallado. Como la protagonista del tango de Gardel, Rodríguez Zapatero afrontaba ayer la última de sus muchas renuncias a promesas y principios para anunciar elecciones anticipadas el 20 de noviembre, haciendo coincidir su final político con el del dictador.
"No entra en los planes del Gobierno adelantar las elecciones porque no sería bueno para España", había repetido hasta la saciedad el presidente durante el año último. Y, ya ven, al final resulta que teníamos razón los muchos que no le veíamos comer el turrón en La Moncloa.
"Así es José Luis y estas veleidades entran dentro de su lógica", me comentaba un veterano dirigente socialista quien, como casi todos los que son y tienen algo que decir en el PSOE, veían la alargada sombra del candidato Rubalcaba tras la "conjura de barones" que ha forzado el cambio de opinión del presidente.
Porque, desde el primer momento de su proclamación como candidato socialista Alfredo tenía muy claros tres objetivos de batalla: conseguir todo el poder en el partido. Desmarcarse de las políticas de un Gobierno que han llevado al socialismo español al mayor desastre de su historia en unos comicios municipales y autonómicos, y anticipar las elecciones. Y para los tres estorbaba el compañero José Luis.
Por eso, y aunque no consiguió arrancarle la renuncia a la secretaria general, sí maniobró con la habilidad y astucia que le caracterizan para asegurarse el apoyo incondicional de todos los "barones", incluido Pepe Blanco, y el aprecio de unas bases que habían dado ya la espalda a Zapatero.
El desmarque de las políticas gubernamentales se produce también desde el principio, con un discurso de aceptación en el que mezcla mensajes populistas con guiños controlados a la izquierda, mientras anuncia impuestos a los bancos, cambios en la ley electoral y nuevos contratos para jóvenes, dejando en evidencia a un Gabinete del que él había formado parte, y destacada.
Y, paralelamente, inicia también la "conjura" para forzar un adelanto electoral con objeto de evitar que los necesarios nuevos ajustes sociales y reformas impopulares contaminaran su campaña.
"Si hay que sacar más mierda, que se la coma Rajoy", afirmaba gráficamente uno de los más leales pretorianos de Rubalcaba.
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