
La incertidumbre electoral creada por Zapatero y Rubalcaba me recuerda a La Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca. En la obra de William Shakespeare, el principe Hamlet (su versión actual podría ser Rubalcaba) duda si asesinar o no al rey Claudio (para nosotros, Zapatero), quien había heredado el trono de su padre, el rey Hamlet, tras asesinarlo y contraer matrimonio con su esposa, la reina Gertrudis.
Zapatero es, para los socialistas, un traidor a sus esencias, como lo fue el rey Claudio. Pero tiene la última palabra sobre la fecha de las próximas elecciones. Al presidente le gustaría respetar su promesa y agotar la legislatura.
La fecha se encuentra, en estos momentos, en el aire, según confiesa éste a sus interlocutores. Todo va a depender de la economía. Si ésta mejora este verano, como asegura la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, las elecciones serán en primavera. Si se ve que no aguanta, los comicios se adelantarán a noviembre.
Salgado es optimista, aunque su discurso oficial no puede ser de otra manera. Sostiene que los test de estrés de las entidades financieras españolas y la resolución del problema de la deuda griega supondrán un chute de confianza para Europa y para España.
Sobre las pruebas de esfuerzo, España los pasa en líneas generales con buena nota, pese a que los criterios aplicados a nuestro país son mucho más estrictos que para el resto. Si el tema griego se solventa pronto, los mercados acogerán la noticia con una gran subida, la confianza mundial retornará a la eurozona y la marcha de su economía se revitalizará en los próximos meses.
Por eso Zapatero señaló tras la visita del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, que la crisis de la eurozona estaba en manos de los países poderosos, en una clara referencia a la canciller alemana Angela Merkel.
Además de pedir responsabilidades a una Merkel que se empecina en exigir una quita en lugar de buscar el respaldo de todos los socios europeos al endeudamiento heleno, Zapatero se indignó con Van Rompuy, porque le solicitó nuevas reformas económicas, ante la sacudida de los mercados y de la prima de riesgo española, que llegó a alcanzar los 370 puntos.
El político belga, que se ha curtido entre los dimes y diretes de valones y flamencos, llevó su prédica ante el monarca Juan Carlos I. Su insistencia enfureció a Zapatero, quien considera que la culpa, en esta ocasión, no es de España, sino de Francia y Alemania.
-¿Qué hay de nuevo en España? Ni un solo dato que pueda apoyar esta incertidumbre, recalcó el presidente ante los periodistas. Los miembros del Eurogrupo, entre ellos Van Rompuy, son causantes del último desaguisado europeo.
El domingo pasado por la tarde filtraron una reunión de urgencia para solventar el impago griego, que finalmente devino en un encuentro de amiguitos, a juzgar por las fotos difundidas.
La reunión frustró las expectativas depositadas en ella por los parqués de medio mundo y los tiñó de rojo. Europa demostró por enésima vez su falta de liderazgo.Hay que precisar que Salgado fue una de las asistentes al encuentro, por eso quizá no lo mencionó Zapatero. Hasta aquí el relato de los hechos.
Como a Hamlet, aún nos queda alguna cuestión en el tintero. ¿Por qué tanto interés de Zapatero y Rubalcaba en respetar la fecha electoral, cuando han incumplido todo lo demás y les importa un bledo?
El motivo es ganar tiempo para poner contra las cuerdas a las autonomías del PP. La mayoría han heredado deudas gigantescas y tendrán que acometer recortes en los primeros 100 días. Y más teniendo en cuenta que el próximo27 de julio Salgado presenta una regla de gasto que obligará a aplicar restricciones.
Se trata de ahogar al PP y evitar como sea que logre mayoría absoluta en los próximos comicios generales. ¿O alguien cree aún que Zapatero o Rubalcaba sufren por la prima de riesgo o por la caída de los mercados?
Relean a Luis de Góngora y lo entenderán enseguida:
Ande yo caliente y ríase la gente./Traten otros del Gobierno / Del mundo y sus monarquías,/ Mientras gobiernan mis días/Mantequilla y pan tierno / Y las mañanas de invierno/Naranjada y aguardiente / Y ríase la gente.