
Muchas Semanas Santas y dosis titánicas de pasión tendrá aún que superar Grecia para resucitar del calvario que la aflige. La banca privada no parece dispuesta a cargar con su cruz más allá del mínimo imprescindible y políticamente correcto.
3.200 millones de euros es cuanto ofrece la banca alemana al esfuerzo del rescate, anunció la semana pasada Wolfgang Schaüble, ministro germano de Finanzas.
La cifra está inflada: la contribución de los bancos privados se limita a 2.000 millones. Los otros 1.200 son bonos griegos que las entidades en apuros depositaron para sanearse en bancos malos de propiedad pública. La participación de las entidades de crédito consiste en que a medida que vaya venciendo el papel griego en su poder, se comprometen a reinvertir parte del reembolso recibido en nueva deuda pública de Atenas.
Los 3.200 millones recién ofrecidos quedan a años luz de los 30.000 millones que hace un mes exigía Berlín al sector privado con independencia de su nacionalidad y actividad: bancos, aseguradoras, fondos de inversión, etcétera. También se alejan de la exigencia del Parlamento holandés, que condicionó la aprobación de un segundo rescate de Grecia a que el sector privado contribuya con entre el 20 y el 30%.
Se calcula que el nuevo rescate movilizaría alrededor de 85.000 millones de euros adicionales y se extendería hasta 2014. El rescate actual suma 110.000 millones y concluye en 2012. Mucho deberán rascar los Gobiernos europeos a sus respectivos sectores financieros, ahora que los bancos alemanes -junto a los galos, los más expuestos a la deuda griega- han dejado el listón tan bajo.
El francés Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE), intenta desentenderse de esta operación de recompra y extensión de vencimientos de deuda griega. Pretende afirmar su independencia, y reducir su actual exposición que amenaza con convertir al BCE en un banco malo. Esto e elimina a uno de los mayores tenedores de papel heleno.
Y la banca griega, el principal titular de bonos de su Estado, se mantiene en pie como un zombi gracias a las inyecciones de liquidez del BCE. Más que participar en un rescate, necesita ser rescatada.
El diablo carga la letra pequeña
La banca francesa sigue sin cuantificar su ayuda. Se limita a proponer un plan cuya fórmula principal es recomprar deuda pública helena con un interés del 5,5% y un vencimiento a 30 años. Pero la letra pequeña -que en el trato con los bancos siempre carga el diablo- dispara los intereses al 11%, según calcula el rotativo británico Financial Times. Es una rentabilidad mucho más benigna que el 20 o el 30 por ciento que, según los plazos, en la actualidad reclama el mercado secundario por la deuda griega. Pero sigue siendo inabordable para cualquier país, máxime la moribunda Grecia.
Los ministros europeos de Economía volverán a intentar hilvanar el nuevo rescate de Grecia el 11 y 12 de julio. Este sábado se dieron "varias semanas" para lograr un pacto. Berlín desconfía: una cosa es que el Parlamento griego haya aprobado la semana pasada otro plan de austeridad, y otra que el Ejecutivo sea capaz de ejecutarlo. Atenas sigue vigilada con lupa.