Economía

¿Por qué nos afecta la tragedia griega ?

En las calles polvorientas de Atenas, los manifestantes se han enfrascado este fin de semana en una lucha de poder que podría decidir nuestro futuro tanto como el suyo. Los habitantes de la cuna de la democracia se enfrentan al leviatán del momento: ¿quién debe pagar por la gran crisis financiera que aflige a Occidente?

Nikos Adamidis, que lleva 22 días acampado junto al parlamento griego, cree que ya ha pagado bastante. "Estoy enfadado", explica este diseñador de 31 años en el paro. "Tenemos una crisis económica y quieren que pague la gente corriente". "Son unos delincuentes", añade, gesticulando hacia el parlamento que ha impuesto una austeridad draconiana en el país. "Quieren echarnos de la plaza pero nos quedaremos aquí hasta que haya un cambio".

Yiannis Stavridis, quiosquero de 55 años, también está molesto. "Mis ingresos han bajado. Me cuesta ganarme la vida. Los políticos son unos delincuentes que se han enriquecido mientras nosotros hacemos sacrificios".

La sombra del peligro

Miles de personas de todo tipo acuden diariamente a la plaza. La semana pasada se produjeron actos violentos en las manifestaciones masivas a lo largo del país con motivo de la tercera huelga general en lo que va de año, pero la ira del pueblo vaticina peligro más allá de Atenas. El rechazo de la austeridad de los griegos confundirá los esfuerzos de rescate de sus complicadas finanzas y, si Grecia no paga sus deudas, los efectos podrían ser cataclísmicos.

Como dice un importante gestor de fondos, "Lehman Brothers va a parecer una minucia a su lado". Cuando el gigante bancario de Wall Street se hundió en 2008, se desató una oleada de pánico que hizo tambalearse también a otros bancos. Hace tres años, después de la quiebra de Lehman, los gobiernos rescataron a otras entidades. Ahora, los países están al borde del abismo.

¿Qué pasaría si los países muy endeudados -no sólo Grecia sino también Irlanda, Portugal, España o Italia- no pueden o no quieren pagar sus deudas?

Nouriel Roubini, el economista disidente conocido como doctor catástrofe por su previsión de la crisis crediticia de 2008, cree que la crisis financiera internacional está entrando en una segunda fase de deudas y déficits en la eurozona y Estados Unidos.

Mohammed El-Erian, director de Pimco, la gestora líder de bonos del mundo, advirtió la semana pasada de que los políticos están perdiendo el control ante el aumento de las protestas populares y "Europa se enfrenta al momento de la verdad". Los intentos de rescate no funcionan y los países más afectados se arriesgan a una "década de implosión económica interna". El plan de rescate de Grecia de 110.000 millones de euros creado por los gobiernos europeos y el FMI el año pasado no pudo frenar la descomposición.

El viernes, Alemania y Francia acordaron un nuevo rescate que podría costar hasta 120.000 millones de euros, en parte procedentes del sector privado. Si se confecciona un segundo paquete de rescate, muchos expertos creen que sólo podrá dar un alivio temporal. Grecia está deshecha, aseguran, y acumulando más deuda se gana tiempo, pero no soluciona el problema. El país no será capaz de devolver jamás todo lo que debe.

¿Quién paga la cuenta?

La pregunta es si es posible contener los daños y quién asumirá la factura final. ¿Los banqueros, los titulares de bonos o serán de nuevo los contribuyentes como usted? La causa del problema griego es relativamente sencilla: como miembro de la eurozona tenía acceso a créditos baratos que los banqueros repartían gustosamente a cambio de comisiones. Grecia pidió prestado demasiado y se gastó el dinero en vez de invertirlo en proyectos que ayudaran al país a devolver los préstamos.

Los bancos irlandeses hicieron prácticamente lo mismo para financiar la burbuja inmobiliaria. Sin embargo, mientras que el pueblo irlandés se ha echado al hombro la carga de pagar por la irresponsabilidad de sus banqueros, los manifestantes griegos no entienden por qué ellos también deben hacerlo.

Al Gobierno le cuesta que se aprueben los paquetes de austeridad en el Parlamento y se lanza un llamamiento desafiante al norte de Europa. Como sucedió con los bancos hace tres años, el argumento sostiene que Grecia es demasiado grande para quebrar porque provocaría unos daños inconmensurables más allá de sus fronteras.

Todo lo que ha podido

Desde fuera, muchos comparten la opinión de que a Grecia no se le debería haber permitido unirse al euro. Su economía es débil y corrupta desde hace mucho, estrangulada por un sector público ineficiente y aquejada de evasión fiscal y estadísticas de dudosa credibilida

Aunque puede que sea un caso perdido, en realidad el Gobierno griego ha hecho todo lo que le han pedido a cambio del rescate del año pasado: ha reducido en un 20% los salarios de los sectores públicos y privados y de los pensionistas; ha aumentado los impuestos y el precio del combustible se ha disparado un 60%.

El problema clave es que, como miembro de la zona euro, Grecia no puede devaluar su moneda para conseguir que sus exportaciones sean más competitivas. Además, lamentablemente tiene poco que hacer en lo que se refiere a la exportación de productos lucrativos: aceite de oliva, mármol y aluminio, pero pocos productos manufacturados o servicios. Confía en la inyección anual de efectivo procedente del turismo, pero Grecia ya no es el sugestivo destino barato que era antes de incorporarse al euro.

Aunque un nuevo rescate permita a Grecia ir tirando, los expertos financieros están cada vez más convencidos de que al final Grecia no podrá pagar y aunque se condonara o se retrasara el pago de la mitad de las deudas, este país se enfrentaría a un enorme déficit presupuestario y a unas terribles perspectivas de crecimiento.

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