El todavía presidente del BCE, Jean Claude Trichet, no ha tenido reparos en reconocer que España ha hecho los deberes. Sí, pero tras la zanahoria ha pegado dos palos en forma de recordatorios, indicando que "hay que seguir adoptando medidas" y que "el objetivo del 3% de déficit en 2013 es esencial para la credibilidad" de nuestra economía.
Y el Gobierno, que conocía de antemano las notas y los deberes que le impone la autoridad competente, está diseñando ya un nuevo programa de ajustes para poder cumplir con ese objetivo de reducir el desequilibrio de nuestras cuentas públicas al 6%.
Nuevas medidas en las que trabaja el director del Gabinete del presidente del Gobierno, José Enrique Serrano, y que pasarían por recortes en los sueldos de los funcionarios, aflorar sectores de economía sumergida complementarios al empleo oculto, apretar un poco más la tuerca del gasto de los ministerios fusionar ayuntamientos con una población inferior a mil habitantes e, incluso, reducir las competencias de las diputaciones provinciales y, por tanto, las aportaciones a estas instituciones, ahora que las encuestas apuntan a que van a estar controladas, en su mayoría, por el PP.
Subida de impuestos
Lo que en principio se está tratando de evitar es tocar los impuestos. En el Ejecutivo son conscientes de que una subida de un punto del IVA permitiría corregir de forma inmediata esa desviación del déficit, pero temen sus efectos sobre la inflación y su impacto negativo en una opinión pública que ya les es hostil. Aún así, tampoco se descarta tocar la fiscalidad en un "escenario de emergencia".
Porque lo que es muy claro a día de hoy es que las cuentas no salen. La aplicación del nuevo sistema de financiación autonómica (que obliga a la Administración Central a transferir el 50% del IVA y del IRPF y el 58% de los impuestos especiales a las autonomías, frente al 33, 35 y 38 por ciento anteriores, respectivamente, del sistema anterior) ha provocado ya una caída real de los ingresos por recaudación del 16,2% para la Administración Central en el primer trimestre, a pesar de que la recaudación total ha crecido un 2,7% entre enero y marzo.
El propio Ejecutivo, en los "análisis de sensibilidad" remitidos a Bruselas, baraja una desviación hasta el 6,2% de déficit, con un crecimiento económico del 0,8% en 2011, medio punto inferior a la previsión oficial, pero que es la cifra en la que coinciden las estimaciones de Bruselas y las de la mayoría de los expertos internacionales. Desviación que el propio Gobierno admite que puede llegar hasta el 6,3 por ciento en un escenario de subida del 1 por ciento de los tipos de interés. Situación que no es improbable habida cuenta de que Trichet ya ha abierto el melón de las subidas con un cuartillo que irá creciendo a lo largo de la segunda mitad del ejercicio.
Y lo más grave es que, como todo es susceptible de empeorar, se empieza a vislumbrar ya una conjunción de ambos factores negativos: un crecimiento de la economía inferior al 1% con tipos más altos, lo que lleva a los analistas a cifrar en el 6,5%, o más, el desequilibrio de las cuentas públicas españolas a final del ejercicio.
De las medidas previstas, una de las que más gusta en Moncloa es aflorar economía sumergida. Se trataría de combatir, mediante incentivos que inviten a la regularización, los altos volúmenes de economía sumergida en sectores como la rehabilitación de vivienda, apartamentos turísticos, servicios sanitarios y transporte, que provocan situaciones de competencia desleal a los autónomos y las pymes.
Zapatero lo niega
Mientras, el presidente del Gobierno, sumergido en la campaña electoral, negó ayer desde Sevilla que el Gobierno esté preparando nuevos ajustes para después de las elecciones y atribuyó los rumores sobre los mismos al PP, al que acusó de intoxicar y poner zancadillas.
