Economía

Sean Quinn: un reflejo de Irlanda

Sean Quinn. Foto: Archivo

La biografía de Sean Quinn resulta el reflejo más fiel de la trayectoria de Irlanda. Quien durante la pasada década había sido el hombre más rico del país se encuentra ahora en bancarrota, con deudas que superan los 5.000 millones de euros y la pérdida del cetro en su imperio, Quinn Group. Un conglomerado que arrancó con la venta a constructores locales de grava procedente de la granja familiar, en la frontera que divide la isla.

Corrían los años 70 y para poner la primera piedra de aquel consorcio (que acabaría por abarcar ámbitos tan dispares como los seguros y los hoteles) sólo hizo falta un préstamo de 100 libras. Su rentabilidad, sin embargo, se multiplicó hasta el infinito.

Este grupo, de cuyo control la familia acaba de ser apartada, estaba valorado en 5.000 millones de euros en 2005. Un hito para este hijo de un pequeño ganadero, que abandonó el colegio a los 14 años. Según él mismo afirma, su éxito inicial radicó en los contactos que le facilitó su pertenencia a la Asociación Deportiva Gaélica.

Los primeros pasos se concretaron en Cementos Quinn, pero la época dorada se la debe al negocio de las aseguradoras, que partió de Servicios Financieros Quinn, fundado en 1996, y con Quinn Direct como producto estrella, el mismo que en el año 2007 compró Bupa, segunda aseguradora del país. Las inversiones, sin embargo, no quedaron ahí.

Clave su inversión en la banca

El empresario, reacio a entrevistas y feroz defensor de su vida privada, se fijó en el entonces lucrativo sector bancario. En concreto, su mirada se dirigió al actualmente nacionalizado Anglo Irish, en el que llegó a controlar un 25 por ciento.

Una crisis financiera después, Quinn debe al banco 2.800 millones y acaba de verse apartado de toda gestión, que pasa a Kieran Wallace, de KPMG, como nuevo responsable de sus acciones.

Una pérdida resultado de la reestructuración del grupo, que ha eliminado el papel de Quinn y familia en las operaciones y en la propiedad de un ente que ahora queda bajo la batuta de Anglo Irish y los acreedores del grupo. A diferencia de su fundador, está todavía considerado un negocio de futuro, a pesar del temor por potenciales despidos.

El brazo que más beneficios generaba, el asegurador, había quedado ya bajo control estatal hace un año, poco después de la multa récord de 3,25 millones por préstamos no declarados a una compañía asociada. Quinn asumió "completa responsabilidad" y él mismo recibió una sanción personal de 200.000 euros.

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