Teresa Bouza
Washington, 22 oct (EFECOM).- La creciente importancia económica de los países emergentes ha dado fuerza a su solicitud de mayor peso en los organismos multilaterales, como quedó de manifiesto en la Asamblea Anual conjunta del FMI y el Banco Mundial (BM) que acaba hoy.
Con EEUU de capa caída a raíz de los problemas en el sector de hipotecas de alto riesgo y el consiguiente endurecimiento del acceso al crédito, los países emergentes se ven ahora en la inusual situación de tener que mantener a flote el crecimiento global.
El propio secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, reconoció hoy esa situación, al señalar que China, India y Rusia contribuyen actualmente a la mitad del crecimiento global.
"Los mercados emergentes en su conjunto están creciendo más del doble de rápido que las economías industrializadas y representan una porción cada vez mayor del comercio y la inversión global", afirmó el alto funcionario estadounidense.
Puede que esa creciente importancia explique el tono combativo con el que este año acudieron a Washington algunos de los dirigentes de países emergentes.
Entre los que acaparó gran parte de la atención está el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, que criticó al FMI por no estar preparado ante la reciente crisis y por sus "cautelosas" recomendaciones a los países avanzados, bien distintas a los "planes de ajuste" a los que está acostumbrado el mundo en desarrollo.
"Es una situación irónica: los países que eran la referencia de buena gestión, buenas normas y conductas en el sistema financiero son los mismos que afrontan problemas graves de fragilidad financiera, lo que pone en riesgo la prosperidad de la economía mundial", dijo Mantega esta semana.
En similares términos se pronunció el ministro de Economía argentino, Gustavo Peirano y el secretario de Hacienda mexicano, Agustín Carstens, quien celebró el que por primera vez en mucho tiempo "los países emergentes no son la fuente del problema".
Desde esa posición de fuerza, los emergentes aprovecharon también para volver a exigir que su peso en la economía global se refleje en las estructuras del FMI y el Banco, cuyo reparto de poder ilustra la situación que existía en el mundo al final de la II Guerra Mundial.
El G-24, un grupo intergubernamental del que forman parte países en desarrollo de África, Asia y Latinoamérica, recordó que no están dispuestos a contentarse con cambios "cosméticos".
Por el momento, se van a casa sin resultados muy tangibles pero con la promesa de que están llamados a jugar un papel más importante del que han jugado hasta ahora.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) se comprometió por primera vez esta semana por escrito a que la redistribución del voto resulte en un aumento del poder de los países en desarrollo.
También dijo que en la nueva fórmula que determinará el voto, el Producto Interior Bruto (PIB) será "la variable más importante" en la nueva fórmula que se utilizará para redistribuir el poder.
Asimismo se comprometió a aumentar las cuotas, que determinan el voto, en un 10 por ciento.
Aunque la mayoría de los países en desarrollo cree que esos pasos son insuficientes, los consideran alentadores, al empezar a dar respuesta a la vieja demanda de que su voz suene con más fuerza en los organismos multilaterales de Washington.
Países ricos como EEUU han dejado claro, eso sí, que la mayor representación irá acompañada de mayor responsabilidad.
Por lo demás, la Asamblea que concluye hoy en Washington en medio de turbulencias financieras, es la última de Rodrigo Rato como director gerente del Fondo.
En el Banco Mundial, Robert Zoellick participó en su primera reunión anual como presidente de la entidad y anticipó sus planes para dar al sector privado un mayor protagonismo en la institución.
Queda por ver si la llegada de nuevos timoneles a la gerencia de las instituciones hermanas, marcará el comienzo de una nueva era en los organismos multilaterales. EFECOM
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