
Ningún negociador que se precie cede terreno ni muestra sus cartas hasta el último momento. Ése, sin embargo, no es el caso del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que ayer desembarcó en Bruselas voluntariamente desarmado ante las exigencias de Alemania, sin antes tener garantías de recibir una contrapartida de Berlín.
"Debemos centrarnos principalmente en eliminar las rigideces de las economías nacionales. Esto implica prestar atención al mercado laboral, alineando salarios y productividad", admite Zapatero en una carta remitida el pasado 3 de marzo al conservador belga Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. Carta con copia a los dirigentes del conjunto de los 27 países de la UE.
Zapatero se plegaba así hace ya una semana a la exigencia de la canciller alemana Angela Merkel, que reclama desde hace un mes que la evolución de los salarios en la zona euro se desvincule de las subidas de precios y se ligue a las mejoras en la productividad. No tuvo el presidente español la prudencia de esperar a que Merkel dé muestras inequívocas de responder a las demandas españolas, expresadas en la misma carta: que se refuerce el funcionamiento del mecanismo de rescate de países del euro al borde de la quiebra. Sin embargo, fuentes de Moncloa matizaban que se mantendrá alguna relación entre salarios y precios.
Con estos antecedentes, los jefes de Estado o de Gobierno de los 17 países de la zona euro acordaron esta madrugada la redacción definitiva del denominado Pacto por el Euro: un documento por el que se comprometen a respetar la austeridad salarial y presupuestaria que Alemania quiere generalizar por todo el Viejo Continente.
A cambio de plegarse a los deseos alemanes, Irlanda y Grecia negociaban ayer noche mejorar las condiciones de los rescates que los salvaron el año pasado de la quiebra: abaratar el interés de los créditos recibidos de sus socios -que rondan el 6 por ciento en el caso de Dublín y el 5 por ciento en el de Atenas-, y alargar el plazo de reembolso.
España y Portugal intentaban lograr una flexibilización del fondo de rescate de la UE, para evitar condiciones tan duras como las que les fueron impuestas a Irlanda y Grecia si, finalmente, se ven obligadas a solicitar ayuda para escapar del fantasma de la bancarrota. De hecho, los mercados y buena parte de los responsables comunitarios consideran que Lisboa solicitará auxilio si antes de que termine este mes logra suavizar los resortes del mecanismo de salvamento.
Y Alemania daba señales de disponerse a desbloquear la negociación sobre los rescates, de los que es de largo el principal contribuyente. Eso sí, Berlín insistía en que los países en apuros hagan sus deberes (saneamiento de sus arcas públicas), y recordaba que la negociación sobre las ayudas no arrojará sus frutos definitivos hasta la cumbre que celebrarán en Bruselas los días 24 y 25 de marzo los jefes de Estado o de Gobierno del conjunto de los 27 países de la UE.
Rechazo sindical
Las reacciones de los sindicatos no se hicieron esperar apenas salió ayer a la luz la carta de Zapatero. "No se puede imponer un patrón uniforme indiferenciado para todos los países de la eurozona", lamentó Cándido Méndez, secretario general de UGT, antes de añadir que no se puede tratar a la zona del euro como si fuera una empresa, "como plantea el Pacto por el Euro". Méndez también afirmó que no se puede aceptar que un país comunitario, Alemania, imponga al resto las reglas de la lucha contra la crisis.
El secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, advirtió al Gobierno que estaría suicidándose si interfiere en la reforma de la negociación colectiva. En una entrevista concedida a Servimedia, Toxo aconsejó al Ejecutivo que no se involucre en esta materia, ya que es exclusiva de las organizaciones sindicales y empresariales.
Pero el margen de Zapatero es escaso. El próximo 24 de marzo debe acudir a una nueva cumbre en Bruselas, en la que deberá presentar a sus homólogos las reformas que piensa ejecutar en los próximos doce meses para respetar la austeridad salarial y presupuestaria del Pacto por el Euro. Si Berlín lo considera insuficiente, difícilmente aceptará las mejoras en el mecanismo de rescate que desea el Ejecutivo español.