
El primer encuentro del G20 bajo la Presidencia de turno francesa este fin de semana en París se cierra con las mismas incógnitas que acompañan al club de las economías más avanzadas del planeta desde que hemos entrado en fase de recuperación económica.
¿El G20 sigue siendo un foro operativo, comprometido a crear un nuevo orden económico mundial, más estable y sólido? ¿Conseguirán los países miembros ponerse de acuerdo ahora que el temor a la crisis parece pasado y que los intereses nacionales vuelven a ponerse por delante?
Francia se apuntó este sábado una pequeña victoria. Al término del encuentro y tras 48 horas de intensas negociaciones, "cordiales aunque por momentos tensas", según reconoció la propia ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, los socios del G-20 se pusieron de acuerdo sobre una serie de indicadores para medir los desequilibrios macroeconómicos entre los miembros del club. Unos criterios indicativos que deben servir de guía para alertar y prevenir crisis futuras.
París consiguió cumplir con el propósito que se había fijado para este encuentro preliminar. El objetivo era modesto y, aun así, estuvo a punto de fracasar. Las negociaciones se extendieron toda la noche del viernes y el acuerdo final fue anunciado apenas 15 minutos antes de la rueda de prensa final.
Lo que finalmente se consiguió fijar es un marco, pero sin objetivos concretos, sin márgenes ni umbrales que den un sentido a los criterios fijados. Los famosos indicadores que centraron la mayor parte de los trabajos del encuentro medirán, por un lado, los desequilibrios internos (deuda y déficit público, endeudamiento y ahorro privado) y, por otro, los externos (la balanza comercial y el saldo de inversiones corrientes). El comunicado final también señala que se tendrán en cuenta los tipos de cambio y las políticas presupuestarias y monetarias.
Los intereses nacionales
Una vez más, los intereses nacionales se convirtieron en el principal obstáculo para las negociaciones. Francia, con el apoyo de Alemania, tuvo que vencer las reticencias de los países emergentes a fijar indicadores que temen, más tarde, puedan convertirse en un dictado sobre sus políticas económicas. A la cabeza de este grupo, China, muy susceptible a todo lo que tenga que ver con indicadores que apunten a su política monetaria, criticada por la devaluación del yuan y la acumulación de divisas.
El país asiático impidió que sus socios fijaran como indicador las reservas de divisas, pero aceptó la mención a los tipos de cambio y a la política monetaria. Es la primera vez que China acepta someterse al examen de sus socios extranjeros sobre este punto. Un signo de apertura y de que, aunque a paso lento, las discusiones avanzan.
Los retos de Francia
Francia espera conseguir nuevos avances en las próximas citas del grupo. A finales de marzo, China va a organizar un seminario en Shenzhen sobre la reforma del sistema monetario internacional, un tema que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha puesto en lo más alto de su agenda. La política monetaria sigue siendo el punto de mayor fricción entre los países del G-20. Francia y China están de acuerdo en la idea de una canasta de divisas. Pero, en este punto, se enfrentarán a la reticencia de Estados Unidos.
En abril, el FMI debe entregar su primer análisis sobre los indicadores acordados. De ahí, saldrán las primeras recomendaciones para reducir los desequilibrios.
El camino es largo y está minado. Las arduas negociaciones en París son tan sólo un anticipo de lo que está por venir. Si tanto ha costado ponerse de acuerdo sobre unos criterios técnicos, cuánto lo será cuando los países socios aborden los espinosos temas que Sarkozy ha incluido en su agenda: la reforma del sistema monetario internacional, la volatilidad en los precios de las materias primas o la reforma del sistema financiero.
Sobre esta última, habló Elena Salgado. La vicepresidenta económica aseguró que en las reuniones recibió numerosas felicitaciones por la reforma financiera emprendidas en España que aplica los criterios de Basilea III, normas que el G20 se han comprometido a aplicar.
El viernes, en su discurso de bienvenida, Sarkozy pidió un acuerdo rápido sobre los indicadores para poder abordar los siguientes temas. Finalmente, no pudo ser así y apenas se iniciaron las discusiones sobre las grandes reformas propuestas por París.
De no avanzar en las próximas citas, los países del G20 corren el riesgo de ver descarrilar la recuperación de la economía mundial.