El pasado junio, el país asiático anunciaba que dejaría que la cotización del yuan creciese de nuevo y, aunque seguirá interviniéndolo, la divisa asiática se ha apreciado ya un 10 por ciento anual frente al dólar.
Existen signos alentadores que indican que podría haberse avanzado en el largo debate sobre el tipo de cambio de la moneda china, el yuan. Su cotización real frente al dólar se eleva ahora a una tasa anual del 10 al 12 por ciento, lo que, de continuar, confirmaría la corrección necesaria del 20 al 30 por ciento en los próximos dos o tres años.
Las reacciones oficiales desde Estados Unidos sugieren que las garantías de continuidad del ajuste podrían haberse recibido. Este movimiento parece proceder de la presión eficaz de EEUU, mediante el aumento de la preocupación por la emisión de otros países (especialmente un número de importantes mercados emergentes). Más relevante todavía, los cambios en las condiciones económicas de la propia China.
El tipo de cambio nominal del yuan se ha apreciado cerca del 3,7 por ciento frente al dólar desde que China anunciara el pasado junio que dejaría que la cotización creciese de nuevo. Durante este periodo, la inflación china se ha acelerado y se sitúa substancialmente por encima de la de EEUU (inferior al 2 por ciento). Diversos índices dan unos resultados distintos y todos los números oficiales subestiman probablemente el rendimiento real de los movimientos al alza del precio en ese país. El tipo de cambio real del yuan ha subido al menos un 5 por ciento frente al dólar en los últimos siete meses, produciendo una apreciación real frente al dólar a una tasa anual al menos del 10 por ciento y tal vez de hasta el 12 por ciento.
Una intervención que no cesa
China continúa interviniendo frente al dólar para limitar su apreciación. Sin embargo, el dólar ha disminuido frente al resto de monedas, en su mayoría, durante ese mismo periodo. Por lo tanto, el tipo de cambio medio comercial ponderado del yuan no se ha apreciado demasiado. Este tipo de cambio efectivo real o REER debe ser el foco de nuestra atención puesto que el objetivo debe ser una reducción profunda del exceso de cuenta corriente global de China, en lugar de únicamente su exceso bilateral frente a Estados Unidos.
Debemos reconocer, sin embargo, que los propios chinos continúan centrándose prácticamente en la cotización del dólar, y los funcionarios norteamericanos, en especial los miembros del Congreso, a menudo lo hacen también.
Igualmente, debemos reconocer que el cálculo de REER es técnicamente complejo, dado que los acuerdos deberían alcanzarse en términos de medidas adecuadas de inflación tanto en China como en el resto del mundo (el componente real), así como en términos de peso de otras monedas (el componente efectivo). Mucho más sencillo que esto, especialmente a la hora de alcanzar acuerdos internacionales sobre emisión, es centrarse en el tipo nominal bilateral. También es cierto que en el próximo periodo el dólar puede comportarse tanto al alza como a la baja. Esto significa, si tomamos como referencia la historia reciente, que la moneda china podría también subir de igual forma que ha bajado. Pero no se conseguirá un ajuste duradero hasta que el REER para el yuan, así como su cotización bilateral frente al dólar, logre una apreciación adecuada y de forma permanente.
¿Qué es un objetivo razonable? En un testimonio ante el Comité Bancario del Senado de Estados Unidos el pasado mes de septiembre, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Tim Geithner, aprobó un objetivo que poco antes yo ya había propuesto: que China multiplicase, durante los dos o tres próximos años, la plusvalía efectiva real del 20 por ciento al 25 permitida entre 2005 y 2008. Esto quizá implica una plusvalía un tanto mayor del 30 por ciento frente al dólar. De este modo, necesitamos estar seguros de que el yuan aumentará frente al dólar en un 10 por cierto anualmente, trayectoria que ha tomado desde el pasado mes de junio.
¿Por qué China actúa ahora? En primer lugar, Estados Unidos ha aumentado su presión a raíz de una serie de conversaciones privadas en los últimos seis meses mientras que se ha respetado la obsesión de China por no tener que capitular ante las advertencias públicas. Según diversas fuentes, el presidente Obama dio la máxima prioridad en el asunto de la divisa durante su conversación con el presidente Hu Jintao en la Cumbre G-20 en Seúl en noviembre. Esto tuvo lugar tras las elecciones cuatrienales en Estados Unidos, así que los chinos no podrían interpretarlo como "un simple juego de políticas nacionales en Estados Unidos".
Críticas desde EEUU
China se ha quedado desconcertada por las fuertes críticas de EEUU hacia algunas de sus políticas durante el año pasado, desde sus actividades navales en el mar de China Meridional hasta su pasividad en el Norte de Corea o los asuntos en materia de las nuevas políticas industriales y de comercio, y reconoció que resolver el tema de la divisa era clave en la restauración del reconocimiento en la totalidad de la relación.
No es difícil imaginar que se llegó a un trato durante la cena privada entre los dos presidentes el primer día de la visita de Hu a Washington a mediados de enero. Como resultado, China seguirá dejando que el tipo de cambio suba al ritmo que sea necesario, mientras que Estados Unidos evitará cualquier tipo de comentario sobre el tema. El ensordecedor silencio por parte de Estados Unidos durante la visita, que ha seguido desarrollándose mediante eventos posteriores como el Foro Económico Mundial en Davos, refuerza dicha especulación. También lo hace el posterior informe de Hacienda sobre los asuntos relacionados con el cambio extranjero, publicados el 6 de febrero, que sólo podría liberar a China de tacharla de "manipular" su moneda basándose en dicha expectativa.
Puede que ninguno de los dos gobiernos aún haya creado un G-2 totalmente operativo, del tipo que propuse hace más de cinco años con el propósito de crear una junta directiva informal para la economía mundial, pero ya se han visto ocho veces durante los dos últimos años y como rutina hablan de todos y cada uno de los asuntos globales y bilaterales; una resolución en el conflicto de la divisa supondría un logro principal en dicho proceso.
Merece la pena apuntar que los verdaderos avances en el yuan desde junio están estrechamente ligados a episodios de la presión de Estados Unidos. Por ejemplo, a principios de septiembre, en vísperas de importantes vistas relacionadas con dicho asunto tanto en la Cámara como en el Senado; o a principios de octubre, cuando éste último estaba considerando asumir el proyecto de ley sobre la divisa china que la Cámara aprobó el pasado 30 de septiembre; o a principios de noviembre antes de la Cumbre del G-20, o desde mediados de diciembre hasta mediados de enero mientras que el presidente Hu preparaba su viaje a Washington.
Preocupación en otros mercados
Un segundo factor eran las cada vez mayores muestras de preocupación en torno al yuan por parte de otros países, especialmente en los mercados emergentes clave. Francia, que ha asumido la nueva presidencia del G-20, ha hecho hincapié en el tema de lo que sucede a puertas cerradas. Los directores de bancos centrales de Brasil y de la India han hablado públicamente sobre ello, y últimamente se han levantado críticas privadas por parte de estos países, adquiriendo mayor fuerza en otros como México. Un tema importante son las crecientes súplicas de otros países asiáticos, entre los que se incluyen algunos países vecinos de China, que han visto sus tipos de cambio aumentar de forma considerable durante el año pasado en comparación con los de China.
Las condiciones en China son supuestamente el factor más importante a la hora de que las autoridades tomen decisiones en lo relativo al crecimiento considerable del yuan. La inflación ha reemplazado al crecimiento, puesto que la preocupación primordial para conseguir una política económica y una moneda más sólida en una economía abierta como la de China es uno de los instrumentos más efectivos para contrarrestar la elevación continuada de los precios (y para el Gobierno central imponer su voluntad en gobernadores provisionales a menudo recalcitrantes). Con un crecimiento que sigue situándose en un nivel porcentual de casi dos cifras y con una alta probabilidad de que se desarrolle una expansión sólida y razonable en EEUU y en economías mundiales para el año 2011 y posteriores, las autoridades ahora pueden estar seguras de que China no sufrirá ninguna recaída aunque su superávit comercial descienda levemente.
Un crecimiento increíble
También observan que su economía continuó creciendo de forma prodigiosa a lo largo de los primeros períodos de la valorización del yuan entre 2005 y 2008, atenuándose sus miedos a lo dolorosos que llegaría a ser unos ajustes inevitables. El evidente deseo de China de internacionalizar cada vez más el yuan podría también inclinarlo hacia una reducción de su intervención y permitir que el tipo de cambio se desplace hasta lograr un nivel de equilibrio.
Por supuesto, las autoridades chinas han reiterado su intención de volver a equilibrar su economía, dejando a un lado las exportaciones y las inversiones subyacentes en las industrias que requieren grandes inversiones en bienes de capital y se han comprometido ante el G-20 que así sería. Efectivamente, han incluido ese concepto en su nuevo plan indicativo de cinco años, cuya ejecución se prevé para el año que viene. Aparentemente, han concluido de forma correcta que es el momento perfecto para acelerar el proceso de reajustes, siendo la inflación la nueva prioridad nacional, mientras que el paro continúa siendo la preocupación primordial en Estados Unidos y en Europa, sus dos socios comerciales principales.
Obviamente es imposible saber cuál va a ser la duración de un acuerdo. Estados Unidos y el mundo en su conjunto deberán supervisar estrecha y regularmente las evoluciones del yuan. El Gobierno estadounidense deberá mantener su presión particular y el Congreso deberá mantener la perspectiva de unas iniciativas legisladoras revisadas en caso de que se tambalee el avance. No obstante, para conseguirlo, todo el mundo debe reconocer que los tipos no aumentarán de una manera monocorde porque, al igual que lo llevan haciendo desde junio, los chinos quieren que los especuladores sigan haciendo conjeturas mediante el diseño de periódicas depreciaciones durante unos cuantos días o incluso durante un tiempo más largo.
Tampoco debemos ilusionarnos con que los chinos dejen que las fuerzas del mercado establezcan los tipos. Seguirán interviniendo con fuerza y se limitarán a manipularlos a un nivel más alto, lo cual es más beneficioso para su propia economía y más compatible con el equilibrio mundial. A la vista del ritmo gradual de apreciación, y el periodo de dos a tres años transcurrido entre los movimientos monetarios y los resultados comerciales, cabe reconocer también que China continuará en proporción (si no cae) a los superávits externos durante al menos otros cinco años (y por tanto seguirá comprando más bonos del Tesoro, si bien esperemos que a un tipo más bajo).
Consecuencias positivas
Los resultados previstos, un aumento del 20 al 30 por ciento del yuan en el transcurso de dos o tres años, tendrán unos efectos más positivos. El actual excedente de cuenta global de China podría caer en 300.000 millones de dólares respecto al aumento experimentado, y replegarse a la norma no oficial del 4 por ciento del PIB que ha sido discutida por el G-20 y refrendada por algunos funcionarios chinos. El déficit exterior de EEUU descendería en unos 50.000-100.000 millones de dólares y supondría quizás la creación de 500.000 nuevos trabajos altamente remunerados (sobre todo en el sector de la exportación) de este país.
Sabemos que los cambios monetarios producen desembocan en unos resultados categóricos, ya que el temprano aumento del yuan durante 2005-2008 y el descenso del 25 por ciento del dólar durante 2005-2007, junto con la recesión mundial, desembocó en unas caídas a la mitad tanto de los desequilibrios nacionales en el 2009 (antes de que empezaran a aumentar de nuevo el año pasado debido a las correcciones monetarias interrumpidas o invertidas). La única desalineación monetaria importante del mundo quedaría perfectamente corregida, y las previsiones para el crecimiento mundial y las finanzas mundiales serían mucho más sólidas y mucho más sostenibles.