Economía

¿Es real el 'mal fario' de Wall Street? Las empresas se mudan a zonas más baratas y seguras

Las grandes firmas financieras se trasladan a zonas más baratas pese a la reconstrucción de Manhattan. Foto: Archivo
¿Conseguirá Manhattan dejar a un lado las supersticiones?. Desde que el 11-S hirieran de muerte al hasta entonces imbatible imperio estadounidense, parece que el fantasma de Al Qaeda ha sembrado malos augurios en el que fuera el distrito financiero más importante del mundo.

Entre los problemas de salud provocados por el polvo y cenizas y la huída de las principales compañías que residían en la zona, el mal fario se ha adueñado de la Gran Manzana.

Al negocio que se esconde tras las labores de reconstrucción del distrito financiero neoyorquino hay que añadir la incipiente huida de grandes firmas financieras, que decidieron abandonar sus valiosas sedes en el bajo Manhattan para trasladarse a otras zonas más baratas y seguras como Nueva Jersey.

Merril Lynch, la última amenaza

La última que amenaza con hacer las maletas es Merrill Lynch. De momento, el banco de inversión se ha dado un margen de seis meses para decidir si mantendrá la sede en su descomunal edificio a orillas del río Hudson o sucumbirá a las suculentas ofertas realizadas por el gobernador de Nueva Jersey, Jon Corzine, para que la entidad instale allí su centro de operaciones.

Durante las últimas semanas los rumores han sido continuos, e incluso el consejero delegado de Merrill Lynch, E. Stanley O'Neal, se ha reunido con Corzine para discutir el tema. Desde la compañía, una portavoz sólo se limita a reconocer que "baraja todas sus opciones", dado que su contrato de alquiler "finaliza en 2013".

Si abandona el presitigioso edificio que ocupa desde hace más de 20 años, Merrill Lynch se apuntaría a la lista formada por Lehman Brothers, Morgan Stanley y JPMorgan Chase, que, pese a mantener oficinas en la zona, trasladaron sus sedes corporativas lejos de Wall Street hace tiempo.

Evitando perder popularidad

Por supuesto, tanto el Estado como la ciudad de Nueva York han elaborado un plan de incentivos para evitar que la estampida de reconocidas entidades provoque una pérdida de popularidad de la que fuera capital financiera del mundo.

Goldman Sachs
, por ejemplo, dio su brazo a torcer el año pasado, y acordó construir un edificio valorado en 2.000 millones de dólares en la parte norte de Battery Park a cambio de un descuento en impuestos estatales y locales que alcanza los 150 millones de dólares. Además, también se ha beneficiado de más de 1.600 millones de dólares en bonos. Todo un lujo.

Después de los atentados, alrededor del 30 por ciento de oficinas que se asentaban en el downtown de la Gran Manzana fueron destruidas.

Hace seis años 73 grandes empresas ocupaban algún espacio en Wall Street, pero tras los ataques, cerca de 60 compañías hicieron las maletas. Entre las primeras en hacer pública su decisión estaban Morgan Stanley o Credit Suisse First Boston, y más tarde se sumó Lehman Brothers, que trasladó su base corporativa al midtown.

Pese a la excusa de los atentados, los beneficios derivados de impuestos y otras ventajas ofertadas por Nueva Jersey llegaron incluso a plantear a la mítica New York Stock Exchange el traslado de su sede hasta el vecino Estado al otro lado del Hudson a finales de los 90.

La fuga de empresas es inminente, aunque el distrito financiero de Manhattan sigue conservando cierto espíritu gracias a la presencia de American Express, la agencia de noticias Bloomberg o la New York Mercantile Exchange. Sin embargo, los constructores afirman que la edificación de nuevas sedes corporativas en esta parte de la ciudad no es nada rentable, y sostienen que otras zonas de Manhattan o cualquier Estado aledaño son mejores.

Fatídica fecha

Muchos neoyorquinos se sienten intranquilos con el mero hecho de escuchar la fatídica fecha del 11-S, y los destrozos de la masacre siguen provocando víctimas: hace menos de un mes, la quebrada osamenta del número 130 de Liberty Street, que fue la sede del Deutsche Bank, devoraba las vidas de Joseph Gra-ffagnino, y Robert Beida, dos bomberos que intentaron apaciguar el incendio declarado en el interior de este cadáver arquitectónico.

Tristemente, el sacrificio de dos nuevas vidas humanas, que se suman a las más de 2.749 almas que deambulan por la zona desde que a las 8.46 de la mañana de aquel cristalino 11 de septiembre el vuelo 11 de American Airlines impactase contra la primera torre, ha puesto de manifiesto el oscuro mundo de intereses políticos y financieros que se esconde bajo los escombros.

La sede de Deutsche Bank

La sede de Deutsche Bank en el distrito financiero fue declarada irrecuperable desde el momento en que la Torre Sur sucumbió al impacto, pero el edificio continúa envuelto en la gélida malla negra que evita que los viandantes vean el amasijo de hierros y sustancias tóxicas que oculta. Hace siete meses que comenzaron las tareas de demolición del edificio, de 41 plantas, y desde entonces las obras no han hecho más que provocar disgustos.

Parece que esta pieza arquitectónica no ha tenido muy buena suerte desde que Al Qaeda decidió romper en pedazos la aclamada seguridad norteamericana. Sólo unas semanas después del ataque, Deutsche Bank presentó una demanda contra su aseguradora en un voraz intento por conseguir los 5.000 millones de dólares que Larry Silverstein, dueño de las Torres Gemelas, consiguió embolsarse tras los atentados.

Por supuesto, la entidad financiera no obtuvo la misma suerte, por lo que decidió vender su sede por 90 millones de dólares a la Lower Manhattan Development Corporation (LMDC), una entidad creada por el Ayuntamiento y el Estado de Nueva York para recuperar la zona.

La LMDC fue agraciada con más de 10.000 millones de dólares para intentar devolver al distrito financiero el floreciente espíritu previo al ataque terrorista. Sin embargo, como muchas agencias de reconstrucción oficiales, acabó por convertirse en la gallina de los huevos de oro que sólo ha servido para beneficiar a unos cuantos.

Durante el otoño de 2005, la LMDC otorgó un contrato de demolición valorado en 82 millones de dólares a Bovis Lend Lease, que a su vez reunió a tres subcontratas para demoler el edificio.

Cuando todo parecía ir viento en popa y la agencia medioambiental estadounidense dio el visto bueno, el proyecto quedó suspendido repentinamente. El presidente de una de las subcontratas, North American Site Developers Inc, con sede en Waltham, Massachussets, aseguró posteriormente al FBI que había recibido amenazas "si se trasladaba a trabajar a la ciudad".

Ante este panorama, Bovis decidió entregar el contrato de demolición, reducido ya a 60 millones de dólares, a John Galt Corporation. Esta entidad, sin registro de empleados o clientes desde su fundación en 1983, estaba además relacionada con otro contratista bastante controvertido, Safeway Environmental, cuyos antiguos dueños fueron declarados culpables de extorsión, fraude y de tener conexiones con el crimen organizado.

Negligencias que llevaron a un incendio

Para muchos, John Galt es sólo una entidad-excusa para permitir a los ex ejecutivos de Safeway llevarse un trozo del pastel financiero en la reconstrucción de la zona. Para rizar el rizo, John Galt Corp, contrató a su vez otras dos compañías sin experiencia en demolición de rascacielos para tirar abajo la antigua sede del Deutsche Bank.

Las negligencias no tardaron en hacerse notar, y culminaron con el descomunal incendio del pasado 18 de agosto, que se cobró la vida de dos bomberos. Tras el trágico incidente Boris canceló el contrato con Galt, y la entidad se enfrenta a varias demandas criminales por sus acciones.

Sin embargo, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, sigue elogiando la labor de Bovis en la reconstrucción del Lowe Manhattan, y en todo momento ha subrayado que no quiere que la compañía deje de colaborar con ellos.

En vez de culpar a Bovis, que contrató a Galt en primera instancia, Bloomberg decidió sacrificar el buen nombre del cuerpo de bomberos e hizo que rodaran cabezas como la de Nicholas Scoppetta, comisario del cuerpo. Una vez más, el multimillonario alcalde preferió defender a los empresarios en lugar de reconocer las negligencias que se han llevado a cabo en el proceso.

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