
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo francés Nicolás Sarkozy se han reunido en la Casa Blanca en medio de una jornada llena de sentimientos encontrados. A la masacre del pasado sábado en Tucson, Arizona, el mandatario galo trajo nuevas dudas sobre la crisis de deuda soberana que revolotea en Europa, el incremento en el precio de los alimentos y sobre todo su agenda como presidente del G-8 y el G-20 este año.
Sarkozy quiere utilizar su liderazgo en foros de tan hondo calado para intentar reformar el sistema monetario internacional y reducir así la volatilidad dentro del mercado de divisas. En estos menesteres, según señalaba MarketWatch, el galo cuenta con el respaldo de China, cuya divisa está considerada por EEUU y otros miembros del G-20 como artificialemente devaluada. De hecho, Obama y el presidente chino Hu Jintao tienen previsto reunirse en Washington la próxima semana.
En este sentido, el presidente francés ha dejado claro a Obama que reconoce el importante papel que la moneda norteamericana juega en el sistema financiero mundial y animó al estadounidense a trabajar juntos en busca de nuevas ideas que ayuden a la economía global.
Más problemas abordados
Además de este delicado tema, ambos manadatarios también abordaron otros problemas como el incremento sufrido en los últimos meses por los precios de los alimentos. Obama dijo ayer que trabajará con el presidente francés en su intento por "sostener la recuperación económica global y crear empleos".
Aún así, parece poco probable que EEUU cumpla con el objetivo impuesto por los miembros del G-20 el pasado junio en Toronto, Canadá, de recortar a la mitad su déficit entre 2010 y 2013. Durante el fin de semana, el subdirector del Fondo Monetario Internacional, John Lipsky, se sumó a los presagios de la agencia Moody's, al afirmar que los nuevos recortes fiscales aprobados a finales de año dificultarán la reducción del déficit.