Bruselas, el BCE y el FMI esperan terminar el plan de rescate la próxima semana.
El Gobierno irlandés, acorralado por la amenaza de quiebra inminente tanto del Estado como de su sistema bancario, negocia como gato panza arriba las condiciones que le impondrán a cambio de su ayuda financiera la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y no parece dispuesto a claudicar ante las presiones para elevar el tipo impositivo de su impuesto sobre sociedades que se sitúa en un 12,5 por ciento; la mitad que la media europea.
Europa y el FMI barajan una operación de rescate de entre 60.000 y 100.000 millones de euros. La mitad de estos fondos se emplearían para apuntalar la arruinada banca irlandesa mientras de manera ordenada es reestructurada o liquidada, según el caso de cada entidad.
Ecofin urgente
El Viejo continente aportaría unos dos tercios del total, y el organismo con sede en Washington el resto. Si la negociación técnica está lista la semana que viene, será elevada al nivel político vía la celebración de un Ecofin (Consejo de Ministros de Economía y Finanzas de los 27 países de la UE), quizás el próximo fin de semana.
La ayuda exterior llegará a Irlanda en forma de créditos. El interés de los préstamos del FMI a Irlanda rondaría el 2,5 por ciento. Los créditos de la UE a Grecia se concedieron en primavera ligeramente por encima del 5 por ciento; pero diversos analistas calculan que el fondo europeo que ayudaría a Dublín elevaría los tipos por encima del 7 por ciento. Como no es un regalo, los negociadores de Washington y Bruselas diseñan un plan que evite la quiebra del Estado, pero que también garantice la recuperación del dinero prestado.
Ahí es donde capitales como Berlín y París aprovechan para presionar a Irlanda. Y con el argumento de que debe aumentar la recaudación de sus arcas públicas, forzarla a elevar su impuesto de sociedades. El aún reciente milagro económico irlandés se debe, entre otras razones, a la rebaja de este gravamen sobre los beneficios empresariales del 40 por ciento en 1995 al tipo impositivo del 12,5 por ciento actual, que se aplica desde 2003 y ha atraído como un imán a empresas e inversiones extranjeras. Pero en la Europa continental se considera que es un ejemplo flagrante de competencia fiscal desleal.
La Tánaiste o viceprimera ministra irlandesa, Mary Coughlan, afirmó ayer que el 12,5 por ciento, "no es negociable". El ministro de Finanzas, Brian Lenihan, añadió que "es una línea roja absoluta". Y el Taoiseach o primer ministro, Brian Cowen, admitió ayer por primera vez las negociaciones con el FMI y la UE. Dublín baraja volver a recortar el sueldo a los funcionarios, crear un impuesto sobre el consumo de agua y reducir las exenciones del impuesto sobre la renta que benefician a los hogares con ingresos reducidos.